La diferencia entre ser del Sporting o del Madrid

Alejandro Vigil Morán GIJÓN

SPORTING 1905

Afición Sporting
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Artículo de opinión

16 abr 2017 . Actualizado a las 17:15 h.

Los dos escudos llevan la corona española, pero el pasado, presente y futuro de ambas entidades es bien distinto, salvo que un magnate y buen gestor recale en la ciudad costera, o bien sea la patronal la encargada de devolver la igualdad de antaño.

El camino fácil para un aficionado al fútbol sería sumarse al Real Madrid o el Barcelona y tener asegurados los éxitos, ya que sólo en sus ingresos por televisión ya superan en 100 millones de euros los recibidos por los asturianos, de modo que tendrían que hacerlo muy mal para que eso no ocurra. 

Pero lo sencillo cansa y el sentimiento de pertenencia es casi nulo. Si los merengues bajasen a Segunda División y perdiesen a sus estrellas ¿cuántos aficionados se bajarían del barco?

Ganar cualquier campeonato que no sea la Champions League es una obligación que se celebra escasamente durante contadas horas, y en caso contrario, al día siguiente de la derrota final habrá una portada con el nuevo trofeo en forma de fichaje galáctico para aguar las penas. Mientras los sportinguistas todavía recordamos con orgullo los "casi triunfos" en Liga y Copa del Rey de los años previos a la conversión en SAD, pese a que muchos de nosotros ni siquiera habíamos nacido por aquel entonces, así como cuando caemos derrotados nos encontramos más pendientes de a quién vamos a fichar de una categoría inferior, y a quién va a vender la familia Fernández para pagar la deuda que nadie sabe cómo se generó. 

Ayer los rojiblancos perdieron de un modo muy doloroso en el minuto 90 después de ponerse por delante en el marcador hasta en dos ocasiones, aunque deberían estar sobradamente orgullosos de su papel en la jornada -muchos de ellos lo están-. No así los campeones de Europa, que sufrieron hasta el último suspiro para vencer en un estadio donde ya la temporada pasada Atlético de Madrid y los propios madridistas perdieron los puntos necesarios para pelear el torneo de la regularidad frente a unos jugadores cuya tasación es abrumadoramente inferior. Sólo el orgullo y la competitividad de los jugadores, unido al aliento de los aficionados pudo provocar una mayor igualdad en la contienda.

Eso es lo que conlleva que los sportinguistas no dudemos a la hora de bajarnos de un tren que apunta a Segunda División, salvo milagro, cuando lo más sencillo sería cambiarse de camiseta y dejar atrás el sufrimiento. Lo que sí sabemos es que el día en el que haya una permanencia o un ascenso que celebrar, lo haremos con la misma o superior euforia que cuando gane un triplete cualquiera de los llamados grandes.