La Voz de Asturias

Beatriz Domínguez: «El donante de órganos no debe ganar dinero pero se debe compensar los gastos o la pérdida de ingresos»

Asturias

Marcos Gutiérrez Gijón
Beatriz Domínguez Gil, directora general de la Organización Nacional Trasplantes

La directora general de la Organización Nacional Trasplantes (ONT) ha participado en el XI Congreso Mundial de Bioética para debatir acerca del principio de no comercialización de las sustancias de origen humano

28 May 2021. Actualizado a las 08:39 h.

Beatriz Domínguez Gil (Santiago de Compostela, 1971) es la directora general de la Organización Nacional Trasplantes (ONT). Esta nefróloga está íntimamente ligada a Gijón por su familia paterna. Esta semana ha participado en el XI Congreso Mundial de Bioética, que se ha desarrollado en la ciudad, para debatir acerca del principio de no comercialización de las sustancias de origen humano, una práctica que, a su juicio, pone en riesgo la idea clave de que «la donación se base en una decisión libre y no coaccionada por cualquier motivo». Pese a que la pandemia tuvo, especialmente en la primera ola, un impacto «tremendo» sobre las donaciones y trasplantes en España, la responsable de la ONT se congratula de que en este comienzo de año se atisba la recuperación de «unos niveles de actividad que se aproximan mucho a los de 2019». Cree que Asturias tiene motivos para «estar muy satisfecha» por su tasa de donación y trasplante de órganos.

--Su charla en el congreso ha tratado sobre El principio de no comercialización de las sustancias de origen humano, ¿en qué consiste este problema?

--Básicamente es que a cambio de un órgano, tejido o célula donada, la persona que dona debe recibir un beneficio económico. El principio de no comercialización de las sustancias de origen humano está promulgado por la propia Organización  Mundial de la Salud, por el Consejo de Europa, la Unión Europea. Particularmente en España y, en términos generales, en la mayor parte de los países del mundo está bien estructurado. Este concepto busca respetar la dignidad de la persona y que cualquier consentimiento ante la donación se base en una decisión libre y no coaccionada por cualquier motivo. También persigue promover la donación altruista y garantizar la calidad de la sustancia donada. El principio de no comercialización es, sin embargo, compatible con compensar al donante por los gastos en los que ha incurrido como consecuencia de la donación o de la pérdida de ingresos. De hecho, eso que se conoce como la neutralidad económica de la donación es muy deseable.

--¿En qué consiste esa neutralidad económica de la donación?

--En que el donante no gane económicamente como consecuencia de ese gesto, pero que tampoco se vea afectado negativamente desde la perspectiva económica. Tenemos mucho trabajo que hacer la mayoría de los países del mundo a la hora de asegurar que no sea gravoso el acto de donación. Cuando hablamos de ese principio lo podemos traducir en que el acto de donar no se vea pervertido por otros intereses. Que se haga de manera genuina y libre.

--¿Hay amenazas claras a ese principio de no comercialización?

--Por una parte hay propuestas que de forma periódica se ponen encima de la mesa sobre la necesidad de introducir incentivos económicos a la donación para aumentar la disponibilidad de órganos. Es decir, incluir un sistema de compraventa de órganos. Nunca se debería introducir la incentivación económica para promover la donación en vida o tras el fallecimiento. También está el concepto que se puso sobre la mesa hace años para el programa de trasplante renal cruzado por parte de un grupo de norteamericanos, lo que ellos llamaban el Global Kidney Exchange. Básicamente consistía en introducir parejas donante-receptor de países en vías de desarrollo en el programa de trasplante renal cruzado de un país rico para que permita una serie de intervenciones en esa nación rica, con lo que eso supone de ahorro en diálisis. A cambio, el país rico pagaría el coste del trasplante al paciente del país pobre que no puede asumirlo. Frente a esta iniciativa, que generó bastante revuelo, se posicionaron en contra diferentes organismos internacionales. La ONT tuvo un papel bastante protagonista, porque lideró todo tipo de declaraciones en contra de esta idea, que es una vulneración del principio de no comercialización y de la dignidad humana. Además es un riesgo para los implicados, especialmente los del país en vías de desarrollo, a los que no se garantiza el cuidado y seguimiento adecuado después del procedimiento.

--¿Hay algún país en el que se esté llevando a cabo esto ahora mismo?

--Se ha puesto en marcha en Estados Unidos, si bien de manera algo tímida. En España, como país, hemos logrado desarrollar un sistema muy sólido en el que el paciente tiene altísimas posibilidades, más de un 90%, de terminar trasplantándose en tiempo. Y lo hemos hecho a partir del respeto a ese principio de no comercialización. Ese es el principal argumento para no abrir las puertas a esas formas que pretenden aumentar la disponibilidad de órganos pervirtiendo un sistema que funciona perfectamente sin recurrir a ello.

--¿Se ha recuperado el ritmo de donación y trasplantes tras el impacto de la pandemia?

--El impacto de la pandemia sobre las donaciones y trasplantes fue tremendo, sobre todo durante la primera ola. Hablamos de un descenso dramático. Un proceso que ya es muy difícil de desarrollar en condiciones normales veía cómo aumentaba exponencialmente su complejidad. A partir de junio, gracias a una serie de medidas que pusimos en marcha, comenzamos a recuperar unos niveles de actividad que se aproximan mucho a los de 2019, que fue un año excelente para el programa de donación y trasplante. Tener como referencia un año de record pone las cosas muy complicadas. Aún así, si valoramos los cuatro primeros meses del año ya cerrados, vemos cómo aumenta la donación en un 7% y la actividad de trasplante en un 20%. Constatamos un incremento importante, pero aún no hemos alcanzado el ritmo de 2019. Yo espero que en el momento en que la presión en las Unidades de Cuidados Intensivos comience a disminuir recuperemos un nivel parecido. No obstante 2020 terminó con 37,4 donantes por millón y más de 93 trasplantes por millón, datos que superan con creces lo logrado por cualquier país de nuestro entorno en épocas prepandémicas. Hemos demostrado con creces nuestra capacidad de resistencia y de adaptarnos a un entorno de enorme complejidad.  

--¿Ha tenido que introducir la ONT cambios en su manera de trabajar por la COVID 19?

--Lo más importante es que, dentro de nuestros protocolos, hemos tenido que introducir requisitos para la evaluación de donantes y receptores. A la batería de pruebas que se le hace a un potencial donante ahora se le añade valoración de si existe infección activa por COVID 19. Hacer la PCR a todos los donantes es algo que ahora hacemos sin ningún problema, pero que durante la primera ola era algo complicado. No teníamos la capacidad diagnóstica tan importante que tenemos ahora. Luego hemos ido avanzando y flexibilizando nuestros protocolos según hemos ido aprendiendo. Por ejemplo, ya hemos realizado cinco trasplantes de donantes que habían pasado la COVID 19 y persistían con una PCR positiva. Y lo mismo de cara al receptor. Ahora, sistemáticamente, a un paciente antes de que sea trasplantado se tiene que valorar si se sospecha de infección activa o hay confirmación microbiológica de coronavirus. Si este es el caso se retrasa la intervención hasta que se cumplen una serie de criterios que hemos ido definiendo.

--¿Y desde la faceta puramente organizativa?

--En el aspecto logístico hemos tenido que organizar diferentes procedimientos para toda nuestra actuación, que tuvieron más relevancia durante la primera ola. Por ejemplo, limitación a la movilidad de profesionales sanitarios entre centros, con lo que se promovió mucho que un equipo se encargara de la extracción de órganos para el que iba a trasplantar. Hubo que fomentar mucho la colaboración entre los centros. Para la entrada y salida de médula ósea de nuestro país tuvimos que realizar un procedimiento de actuación, porque si no teníamos problemas para la recepción por parte de pacientes necesitados de un trasplante dentro o fuera de nuestras fronteras. También hubo que responder a una gran incógnita: ¿qué significaba la infección por COVID 19 en un paciente trasplantado? Al inicio de la pandemia recogimos información de todos los pacientes receptores de órganos que la desarrollaron. Analizamos lo que ocurrió en la primera ola y se publicó en el American Journal of Transplantation. También hemos terminado un análisis de más de 1.600 casos de pacientes trasplantados que desarrollaron COVID 19 en 2020. Gracias a esto sabemos que la posibilidad de que esto se trasmita es excepcional. No se ha dado ningún caso a través de operaciones de este tipo. Por otro lado, sabemos que la infección en esta clase de paciente es más grave que en la general. Tiene un índice de letalidad mayor, lo que en gran parte creemos que se debe a su edad y al perfil de comorbilidad asociada que tiene, no al hecho de que sea inmunodeprimido. Esto ha sido algo muy importante a la hora de que en la estrategia nacional de vacunación se le haya dado prioridad a los pacientes en lista de espera y trasplantados. También dimos instrucciones muy claras a los centros a la hora de gestionar sus programas en función de la presión a la que estaban sometidos en un momento determinado por la incidencia. Solo en una situación de UCI absolutamente colapsada se debería establecer una priorización para las intervenciones de pacientes urgentes o muy difíciles de trasplantar para los que surge un órgano, como por ejemplo el hiperinmunizado o infantil. La intención es mantener una actividad similar a la anterior a la pandemia.

--¿Hay más concienciación de los individuos y las familias respecto a la donación en España?

--Si lo medimos por el consentimiento a la donación, lo cierto es que mantenemos una tasa que se encuentra en los últimos años muy estable en torno al 85%, una cifra extraordinariamente elevada. Esto responde a dos factores. El primero, muy importante, es la formación de nuestros profesionales. Es clave cómo se hace una aproximación a una familia en un momento de duelo y la forma en la que se lleva a cabo en España, que se orienta a cuidar a la familia que sufre. Ayudarles a pensar si ese ser querido suyo hubiera deseado ser donante. Los nuestros son coordinadores de trasplantes extraordinariamente formados y preparados para hacer un trabajo impecable en un momento muy delicado. El segundo factor es un compromiso social evidente con el programa de donación y trasplante. En ocasiones es difícil de medir, pero nosotros sí que sentimos que la sociedad española se siente protagonista del programa nacional de donación y trasplante. Esto es un éxito colectivo, que no es posible sin los profesionales, pero tampoco sin la sociedad.

--¿Es Asturias una región sensible a la donación?

--Asturias siempre es una comunidad autónoma que destaca en consentimiento y en donación de órganos. Eso equivale a decir que lo hace en España y en el mundo. La región tiene que estar muy satisfecha. El año pasado, además, consiguió la tasa más alta de trasplante por millón de habitantes de todo el territorio nacional. La red de coordinación y los equipos de trasplante hacen una labor extraordinaria en la comunidad y los datos también dicen mucho de la solidaridad de la población.


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