La Voz de Asturias

La danza ritual de la mujer-hombre

Cultura

Yolanda Vázquez Oviedo
Un momento de 'Until the lions', de Akram Khan


Akram Khan abre el Festival de Danza de Oviedo trayendo la épica del Mahabharata al espacio de un ceremonial femenino, con la música vocal como coprotagonista indiscutible

22 Mar 2018. Actualizado a las 05:00 h.

Tercer año que los de Akram Khan se aparecen en la tabla carbayona (antes lo hicieron con Itmoi y Kaash en febrero de 2014 y 2016, respectivamente) para una nueva edición sin número del Festival de Danza de Oviedo, que en este 18 pone encima de la mesa cinco propuestas que abarcan estilos y nichos diferentes, como viene siendo habitual. En la pasada edición se incorporó de manera seria el flamenco con María Pagés, y este año se trae a la otra gran dama del tacón, bastante en la antípoda de la Pagés, la gaditana Sara Baras. La cita dancística baja de presupuesto con respecto al año pasado y se queda en 210.000 euros.

Vayamos al grano. El coreógrafo anglo-blangladesí Akram Khan trajo Until the lions (Londres, 2016) una de sus últimas piezas, que ya lleva un tiempo de gira, fruto de esa providencial idea comercial que tan bien impregna el bailarín a todas sus producciones nada más las crea; sobre todo, desde su lanzamiento internacional como autor a raíz de su participación en las Olimpiadas de Londres 2012. Entonces fue el encargado de la inauguración de la gran cita deportiva, y hay quien vio en aquello suyo alguna que otra similitud con lo planteado estéticamente en El Mediterráneo de La Fura dels Baus en la muy lejana Barcelona de 1992. Algo de eso hubo.

La pieza exhibida, de una hora de duración aproximadamente, es la adaptación para la escena bailada y musical del libro de poemas de Karthika Nair Until the lions: Echoes from the Mahabharata (Harper Collins, 2012) y una de las que más acercan al coreógrafo de nuevo a sus orígenes. El propio Khan y Ruth Little, habitual colaboradora en sus producciones, extrajeron la dramaturgia de la pieza de danza que, de modo literal, cuenta la feroz historia de Amba (Ching-Ying Chien), la hija de un rey que es raptada el día de su boda por Bheeshma (Rianto) y que renace para la nueva vida como princesa guerrera, retornando en forma masculina para vengarse a través del personaje de Shikhandi (Joy Alpuerto Ritter), después de haber pasado un gran dolor y penalidades extremas.

El sánscrito y el origen mítico de las palabras

Pero, para comprenderla, a la literatura de la obra hay que extraerle lo que de narrativa bailada expresa y por qué lo hace de una determinada manera. Y es necesario acudir a la raíz mística y filosófica del Mahabharata, el gran poema épico-religioso sobre la fundación de la India, que ha pasado a la historia de la literatura universal como uno de los textos más largos jamás escritos. Mahabharata es una transliteración del sánscrito que significa el origen de la Gran India, lo que pertenece a; pero sobre todo es un compendio de aspectos astronómicos, de conjunciones planetarias, que recogen guerras míticas de los dioses fundadores a través de numerosas leyendas encarnadas en muy diversos personajes.

Ahí hunde su poética Nair, extrayendo de los perdedores en las guerras el ungüento textual para urdir su propia interpretación de este texto sagrado a través de la visión de 18 mujeres, representadas por leones, animales muy leales y luchadores. El león, masculino, como mujer, femenino; y ahí nos quedamos: entre la creencia religiosa y la tradición natural.

Se puede decir que Until the lions es una pieza fundamentada en cuatro partes que funcionan como secuencias correlativas dentro de un todo que no se para, y que tampoco se separa. Una boda, un rapto, una deshonra y una lucha. Es un encabalgamiento detrás de otro, donde el espectador, sin pensar mucho y a simple vista, tiene la sensación de que lo que ve es una danza basada en la tradición y en aspectos guerreros que tienen que ver con la naturaleza. Y es cierto, esa es la puerta de entrada a todo lo demás. Y lo demás (y lo de menos) es la naturalidad con la que se muestra la danza y el rito; rito como llamada de atención, como reclamo para entender el viaje iniciático de una ella convertida en un él para vivir íntegra, entera. Y es precisamente en todos los ricos y variados aspectos rituales de la pieza donde se inserta la danza como expresión cinética. Es maravilloso verlo. Danzante, animal; animal, danzante: el macho y la hembra; y su consiguiente yuxtaposición. Primitivo y alentador.

Ver también, desde la fuerte base de la ejecutoria del kathak (danza tradicional de la India), el universo desde el cual se articula el traslado de un sexo a otro, la ambivalencia y su rostro y comprobar qué símbolos, qué gestos y qué armas tiene la periferia de la lucha. En definitiva, podemos ver cierta espiritualidad de la armadura física de una heroína que reclama respeto y esperanza. Y a partir de eso, hacer la lectura más contemporánea, la otra parte que también se exhibe a través de la danza.

Y esa otra lectura más actual, pasa por entender el dolor y su enseñanza como una forma de rescatarse a uno mismo, como reacción a una componenda interior, como un aprendizaje, no como sufrimiento. O por qué su fuerza persiste incluso con una dulzura tal que es capaz de contagiar alegría. Y todo esto los tres excelentes protagonistas de la pieza lo bailan.

Un + 10: grito, vocablo, voz

Pero si deslumbrante resulta el rito bailado, no menos abrumador se ciñe el sonido, la música como voz narradora, a la misma altura que la danza, para diseñar una latitud pormenorizada y rica de vocablos, voces matizadas y onomatopeyas en escena que nos hacen constatar la variedad estilística, pareciendo una sola, que aborda Khan. Mosaico para la filigrana vocal, para el idioma como reclamo cultural en primera instancia, música, sonido y percusión embrujan la escena de ese hálito a veces pobre, pero por humilde, no por sabio y grande. Hay que cantar para contar una gesta: la de la mujer_hombre enmarcando futuro más allá de la venganza, de la deshonra. En definitiva, para hacer honor a la palabra dicha en el Mahabharata.

La británica Sohini Alam, reconocida vocalista de música contemporánea, que de puro sencilla y vertebrada resulta preciosista, es capaz de trasladarnos a múltiples paisajes sonoros con la misma claridad que se verifica la danza. Con claras influencias jazzísticas, y muy argumentada en la experiencia de la voz como caja de resonancia para lo gutural, Sohini Alam fue una de las reales protagonistas de la velada bailada, junto con el resto de los músicos del conjunto. Conocedora a la perfección de todo lo de Khan ?ha trabajado con él en varias producciones desde comienzos de década, Desh (2012), entre otras? funde en la coloratura de su voz todo el calor del dolor e implica contundentemente al espectador, tirando de él, en todo lo que ocurre en escena. Maravillosa.

Es gozoso, a la vez que proverbial, ver cómo la energía del canto se mezcla con la mística del rezo y viceversa. Sube arriba el picor alegre de las especias y se adensa, en perfecta comunión con la danza, como una magnitud única en la propia escena. Y esa perfecta comunión es uno de los mayores logros de la pieza, si no el que más: simbiosis incrustada y súper elocuente entre música y danza, sin saber muy bien a veces qué fue primero. Y a ese empaste hay que sumarle el desarrollo adaptado de una poética mística que implica al espectador en el acontecer revelado de la tragedia, pero no de forma triste, sino intentando alcanzar el optimismo que revela la parte divina que reside en toda verdad.

Guturalidad oral para la niebla, el salvajismo del canto para el renacer de un hombre_mujer, de macho o de hembra; y también hueco, que lo hay, para el amor. Un amor que se expresa en una especie de paso a dos que se llena de momentos mágicos con manos enfermas de tacto, querientes y honestas; momentos de pies imbuidos de la licitud de la guerra; formas de animal, de león de los cuerpos entrelazados de dos. Y también fantásticas bases rítmicas y pistas musicales introducidas desde control de sonido. Potenciadoras de todo lo dicho. Fetén.

El paso del tiempo lo marca una plataforma de madera, una gigantesca sección de tronco de árbol milenario, cuyos anillos acentúan el habla del hombre y su camino, situándolo en el devenir propio de una cosmogonía entre el amor, la guerra y la muerte; los universales temas de siempre.

Ficha técnica

Akram Khan Company

Until the lions, Premiére mundial, Roundhouse. Londres, 2016

Dirección y coreografía: Akram Khan

Narración, escena y textos: Karthika Nair

Diseño visual: Tim Yip / diseño de iluminación: Michael Hulls

Música original: Vincenzo Lamagna en colaboración con Sohini Alam, David Azurza, Yaron Engler, Akram Khan y Joy Alpuerto Ritter

Dramaturgia: Ruth Little

Bailarines: Ching-Ying Chien, Joy Alpuerto Ritter, Rianto

Músicos: Sohini Alam, Joseph Ashwin, David Azurza y Norman Jankowski

Productor: Farooq Chaudhry

Director técnico: Richard Fagan

[Esta producción es una adaptación parcial de Until the lions, Echoes from Mahabharata, una narración en verso del Mahabharata de Karthika Nair. Harper Collins, 2015. India]

Teatro Campoamor, 15 de marzo de 2018. Oviedo.


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