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Emigración

Natasha Martín Redacción
Covadonga Casado

Covadonga Casado amplía su formacion artística en Lisboa centrándose en la disciplina del vidrio como eje de sus obras

05 Apr 2018. Actualizado a las 19:27 h.

Son muchos los padres y madres que, cuando el miembro díscolo de su prole les comunica que estudiará bellas artes, guardan un minuto de silencio por su incierto futuro laboral. Aunque a día de hoy, en España, casi cualquier estudio que se aleje de las ramas científico-técnicas se empapa del aura de la precariedad laboral, una vez se es consciente de ello, la única opción es no parar y no conformarse. «Hay que salir de la zona de confort y ver qué es lo que hay más allá», cuenta Covadonga Casado, artista ovetense afincada en Lisboa, ciudad en la que amplía su formación con un máster que combina la ciencia y el arte desde la disciplina del vidrio: «Nos enseñan cómo trabajarlo desde numerosas técnicas entendiendo el porqué de su comportamiento», señala.

Tras tres años en Valencia, uno en Praga y otro dedicado a allanar sus dudas, Lisboa se materializa como una ciudad «fascinante y llena de oportunidades». Y para que estas se presenten «es esencial que pasen cosas a tu alrededor, aunque no tengan que ver con el arte».

Dado que salir adelante dentro de ese mundo no es sencillo, toma relevancia tener cerca a personas que no se rindan ante el primer fallo. Según Covadonga, el error forma parte de la carrera y el cambio no se consigue por la vía fácil. «En el mundo artístico es importante estar rodeado de gente que quiera cambiar cosas, que quiera mejorar y que no se conforme con ir rápido porque así no se cambia nada». Solo así, mediante el movimiento, surgen nuevas posibilidades, esas que apenas se encuentran en Asturias, razón por la cual Covadonga lleva desde 2012 residiendo fuera del Principado. A su parecer, para que el panorama artístico de la región empiece a bullir, harían falta muchas cosas, entre las que enumera centros de enseñanza, talleres de distintas disciplinas y, sobre todo, «que se aprenda a escuchar a los jóvenes y sus propuestas».

En la capital portuguesa su día empieza al otro lado del río. Casi una hora de trayecto para acudir a la facultad de ciencia y tecnología de la Universidade Nova, situada en el corazón de Lisboa, allí donde las cosas pasan. «Es necesario estar en medio del barullo», recalca. A pesar del tiempo perdido tomando tres medios de transporte a diario, siente que la ciudad la ha acogido al instante. «Me gusta mucho el alma del lugar. A veces, al girar una calle parece que de repente estés en un pueblo y al volver a girar en la ciudad de nuevo». Todo va bien siempre y cuando no se tenga que enfrentar al ritmo de vida de sus habitantes. Según cuenta, la calma de los portugueses es algo exasperante, tal que «si necesitas algo para lo que dependas de alguien, es el fin».

Su futuro, de momento, no se situará en Asturias, de la que extraña tanto a su familia y amigos, como su taller, el verde o el olor a lluvia. «Únicamente no extraño esa sensación de sentir que desde allí no puedes lanzar el vuelo». Aunque de manera definitiva no tiene pensado nada, «la tierrina ye la tierrina y, aunque no me vaya a dar de comer, nunca la pienso abandonar. Iré a buscar las oportunidades allá donde las haya pero no pienso marchar para siempre».

 


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