Un futuro en el tenis pausado por la pandemia
Emigración
Daniel de Lorenzo es un avilesino que jugaba al fútbol. A los 13 años, de casualidad, probó el tenis. Ahora, ese deporte le ha llevado a cursar la carrera de Ingeniería en la otra orilla del Atlántico
17 Apr 2020. Actualizado a las 08:42 h.
El comienzo de Daniel de Lorenzo en el mundo del tenis no fue como el de cualquier niño. No cogió una raqueta casi antes de aprender a caminar ni nada de eso que cuentan muchos deportistas. Él comenzó jugando al fútbol, el deporte más corriente entre los pequeños, hasta que a los 13 años el azar quiso que se encariñase de otro deporte: el tenis. Nunca le había llamado la atención este deporte, pero sus padres se hicieron socios del Club de Tenis de Avilés y comenzó a practicarlo como hobby. Ahora, se encuentra en West Virginia Wesleyan College, donde cursa una ingeniería mientras lo compagina con una beca deportiva, pero la actual pandemia de coronavirus le ha hecho volver a casa de manera prematura.
Apenas unos días antes de que se decretara el Estado de Alarma en nuestro país, el día 13, Daniel estaba volviendo de sus vacaciones en Cancún. Por aquel entonces el virus en EE.UU. era una especie de espejismo, «no se había tomado ninguna medida». Pero al ver la gravedad en España, el avilesino y su familia barajaron las opciones: volver a casa pasando por algún aeropuerto grande, como Barajas o El Prat, y exponerse, o quedarse en Estados Unidos, que empeorara la cosa y no poder volver porque cerrasen fronteras. Así, tomaron la decisión de que cogería un vuelo a Madrid, y allí, el enlace con Asturias. Desde entonces, sigue teniendo un pie en Estados Unidos: todas las clases son online.
Rumbo a América
Hace cuatro años, el asturiano decidió tomar este camino porque, al tener cierto nivel tenístico, apareció la oportunidad de obtener la beca. «Hablamos con un agente, que sube varios vídeos a Youtube y son los coaches de las universidades americanas los que te contactan», explica el avilesino. Así le llegó la oportunidad de ir al estado de Idaho, a la Lewis-Clark State College, donde vivió su primer año en Estados Unidos. «Escogí esta oferta porque era la que más me convenía, tanto deportiva como económicamente», cuenta. Deportivamente porque el equipo está «bastante bien armado y empezaban muchos jugadores nuevos», por lo que era un «proyecto de cara al futuro», y económicamente, porque el asturiano es consciente de que es su familia «la que ha hecho la inversión, haciendo posible que yo esté aquí».
Pasado el primer año, decidió traspasarse a West Virginia, ya que la universidad «me pareció mucho más potente», tanto en la rama de ingeniería como el equipo de tenis. «El primer año nuestro objetivo era ganar la Conferencia, y nos quedamos en semifinales», añade Daniel, al comentar los motivos que le hicieron cambiar su rumbo en el país americano. Además, mirando con perspectiva, no vio «la capacidad de mejorar para los siguientes años». Asimismo, una lesión en la vértebra le obligada a pegar el revés a una mano, algo que su primer entrenador no apoyó demasiado. Así, su agente consiguió una oferta bastante buena y el avilesino aceptó.
Desde entonces, está viviendo en una casa fuera del campus, pero apenas a unos minutos de él. Porque en el país norteamericano la vida en los campus de las universidad se promueven a gran escala. Casi todo el mundo vive allí, a diferencia de en nuestro país. En el caso de West Virginia Wesleyan College, es una universidad pequeña y todo está muy cerca. A nivel académico, la gran diferencia que nota Daniel comparado con España, es la accesibilidad de a los profesores. «Siempre vas a encontrar la puerta abierta, nunca te dirán que no, puedes mandar email a cualquier hora… Siempre intentan ayudarte», cuenta. «Un profesor es mejor docente a mayor porcentaje de aprobados», lo que no significa «que te lo regalen», sino que «son más efectivos a la hora de transmitir los conocimientos, de enseñar».
Ya se encuentra en su último año de universidad, y en mayo volvería a España. Pero hace unos días recibió otra noticia que le hacía cambiar el rumbo de su futuro: le han aceptado en un máster en Ingeniería Energética. Aunque ahora hay muchas dudas alrededor del futuro: no se sabe si empezará el curso académico en las fechas de siempre, pero si habrá billete de vuelta a Estados Unidos. «Después de esto, barajaré las opciones para ver si vuelvo o no a España», explica.
Su día a día, antes de la pandemia
Su rutina diaria consiste en levantarse en torno a las 5.30 de la mañana para hacer ejercicio sobre las seis. Después de una hora de running, vuelve a casa y se prepara para ir a clase. Al haber escogido una ingeniería cuenta con muchas prácticas de laboratorio y experimentos, al menos tres horas al día, casi todos los días. Después de finalizar las clases, entrena a tenis entre hora y media y dos horas. Van alternando, un día sí y al otro, trabajo de gimnasio, pesas y demás. El resto del día que le queda libre, va dedicado a las tareas de clase o al estudio.