El calvario de José Ramón, un gijonés al que su mujer mantiene separado 9.000 kilómetros de sus hijos: «Están secuestrados en México»
Gijón
El hombre, de 42 años, tuvo que salir del país por recomendación del consulado: «Me dijeron que temían por mi vida; necesitamos la cooperación internacional»
25 Apr 2024. Actualizado a las 17:36 h.
«En el consulado me dijeron que tenía que salir del país porque temían por mi vida». De esta forma llegó a su punto álgido el calvario que sufre José Ramón García Rodríguez, un gijonés de 42 años al que 9.000 kilómetros separan de sus dos hijos: Mariel, de siete años; e Ian, de tres recién cumplidos. «Mi mujer los tiene secuestrados en México», asegura el hombre, quien ya ha interpuesto una denuncia por secuestro de menores en el juzgado de instrucción número 3 de Gijón.
Todo comenzó en 2014, momento en el que García conoció a través de grupos católicos en redes sociales a la que a día de hoy sigue siendo su esposa. «Empezamos a coincidir en varios temas y notamos que había conexión. Empezamos a hacer videollamadas y en Semana Santa de 2015 fui a conocerla a México», explica el hombre, que ejerce su profesión como Guardia Civil, destinado en Pola de Lena: «Al terminar esas vacaciones regresé a España, pero a final de año cogí otros días que me quedaban para volver a México, a Tijuana, y casarnos». Poco tiempo después ambos vinieron a vivir a Gijón, donde tuvieron a sus dos hijos.
«Siempre hicimos vida en Gijón y nuestra hija mayor, Mariel, estaba matriculada en el colegio, en Pumarín. Era una relación normal que, como tantas otras, sufrió algunas tiranteces con los años», explica García, quien asegura que todo cambió hace dos meses. En febrero de este año fallece su suegra, por lo que las necesidades de su mujer pasan por regresar a México para estar cerca de su familia: «Al entierro no llegábamos por los vuelos, pero hablamos con su familia y pagamos los billetes entre todos para llegar días más tarde y pasar allí una temporada. Desmatriculamos incluso a la niña del colegio para que terminara el curso en Tijuana. No podía negarme a ir porque había muerto su madre».
El 2 de marzo llegan los cuatro a Tijuana. «Nos alojamos en una casa dentro de un recinto que pertenece a la familia de mi mujer. Llevaba una temporada de excedencia por motivos personales y mi suegro, que es comerciante, prometió darme allí trabajo para no tirar de todos los ahorros. Todo resultó ser mentira», lamenta José Ramón García: «Gracias a Dios tenía ahorros y pudimos tirar. No obstante, la familia era muy distante y cerrada conmigo. Ella desatendía por completo a sus hijos y discutíamos porque yo no podía ocuparme de todo. Se lo tomó muy mal». Fueron varias semanas de estancia hasta que todo dio un giro el pasado 7 de abril. «Nos estábamos preparando para ir a jugar con los niños. Sobre las 12.00 horas escuché una voz dentro de casa que decía 'ya estamos aquí'. Eran como cuatro o cinco hombre muy serios que no conocía, pero mi mujer me dijo que eran tíos suyos. Seguí lavándome los dientes y 50 segundos más tarde ya no había nadie en casa. Faltaba la ropa de los niños y toda mi documentación», explica.
«En el consulado me dijeron que saliera del país porque temían por mi vida»
En ese momento José Ramón García sale de la casa y, según cuenta, se encuentra a varios familiares de su mujer disimulando: «Nadie sabía nada. Todos me decían que acababan de llegar». Ante toda la incertidumbre y dado que su esposa le había bloqueado las llamadas, García decide esperar a que regresen. El día 9 fue a presentar una denuncia a la Policía de Tijuana. «Esperé porque tenía la esperanza de que volvieran. Mi sorpresa al poner la denuncia es que se negaron a recogérmela, me dijeron que tenía que esperar 72 horas y que encima tenía que llevar a un familiar de mi mujer que corroborara la historia», cuenta García, quien comenta que su siguiente paso fue contactar con el consulado: «Me dijeron paso a paso todo lo que tenía que hacer y gracias a ellos me recogieron una denuncia muy general de los hechos».
Indicaciones desde el consulado y regreso a España
Después de esa denuncia siguió vivienda en la casa perteneciente a la finca de los familiares de su esposa. «No tenía a nadie, estaba solo. Me recomendaron salir del país porque temían por mi vida», asegura. Es al día siguiente de efectuar la denuncia cuando su mujer, según explica, se presenta en la finca familiar: «Le pregunté que dónde estaban los niños y me dijo que en casa de mi suegro. Varios familiares de ella empiezan a gritar y finalmente me dejan pasar a la vivienda. Al fondo de la casa, encerrados a oscuras en una de las habitaciones, estaban mis dos hijos. La mayor estaba con la mirada perdida y el pequeño tenía una herida bastante grande en la cara».
Tras agarrar a su hijo en brazos y discutir con la familia de su mujer, José Ramón García opta por abandonar el domicilio. «Estaba avisado por el consulado de que no me metiera en discusiones. Los familiares me llegaron a decir que como me fuera con los niños me mataban a palos», señala García, quien asegura haber escuchado claramente un «seguimos con el plan»: «Estaba claro que querían quitarme a mis hijos». El siguiente paso fue avisar al consulado, desde donde le dicen que van a recogerle con personal armado. «Gracias a ellos me alojé unos días en casa de un guardia civil retirado en una localidad cercana. Días más tarde me dieron un salvoconducto para poder regresar a España», explica.
Fue el pasado lunes 22 de abril cuando el gijonés regresó a Asturias. El martes por la mañana fue a presentar una denuncia al juzgado de instrucción. «Tuve que solicitar la restitución internacional de los menores para que vuelvan a su país de origen, que es donde están empadronados», explica el gijonés, quien se mantiene a la espera de novedades. Por su parte, su abogado, Guillermo Calvo, asegura que «se trata de un caso complicado porque se necesita la cooperación internacional y México no es el país más idóneo para encontrarla».