La Voz de Asturias

Ni nos protege ni nos hace más libres

Opinión

Diego Valiño Redaccion

16 Mar 2018. Actualizado a las 05:00 h.

Vivimos en un momento en el que lo políticamente correcto y la demagogia están al orden del día. La democracia española camina hacia una involución que me preocupa mucho. El Tribunal de Estrasburgo no es la primera vez que nos da un toque por no respetar los derechos humanos y parece que ni nos sonrojan sus resoluciones. Me da la sensación de que cada vez más van creciendo actitudes en España que lejos de llevarnos a mejorar nuestra calidad democrática la empeoran. También es cierto que hay una parte muy positiva en este país, como las y los que salieron a las calles el 8 de marzo a reclamar igualdad real entre mujeres y hombres, pero no es menos cierto que volviendo a la realidad suceden casos como el trágico final del niño Gabriel, donde salvo las palabras de Patricia Ramírez, la madre del pequeño, que dejó toda una lección de grandeza («en memoria de mi hijo pido que no se hable de esta mujer, que no se difundan mensajes de odio y que queden las buenas personas»), dejaron en muchos casos una serie de mensajes y comentarios en medios de comunicación y en redes sociales muy poco esperanzadores para quienes queremos un mundo mejor.

Ayer en el Congreso de los Diputados se habló de la prisión permanente revisable (que afortunadamente no se endureció más de lo que ya está y parece que el siguiente paso será el de su derogación). El PP (que terminó con la Justicia Universal, cosa que creo que habría que retomar en cuanto se pueda) y Ciudadanos compiten a ver quién se otorga el electorado más ultra y vengativo. La balanza para argumentar contra esa postura no está equilibrada pero creo que no queda otra que hacer mucha pedagogía y aguantar toda clase de descalificaciones. Yo estoy en contra de la cadena perpetua y la pena de muerte, y creo que lo que hace grande a una democracia no es actuar a modo de lapidación. Yo creo en el Estado de Derecho, en los derechos humanos y en la justicia para todos, incluyendo también a los más repugnantes asesinos por muy detestables que me parezcan. Si no nos ponemos de ese lado, caminaremos hacia un entorno de odio que no nos hará ni mejores ni justos.

No hay más justicia cuanto más daño se produce al culpable. Hay más justicia cuanto más rápido se le detiene, se le juzga y cuanta mayor proporcionalidad haya en el castigo de acuerdo a nuestros principios básicos de convivencia. Me acordaba estos días de que en la etapa en la que vivía en Munich salió la sentencia contra Anders Breivik. Recuerdo perfectamente la portada del diario sensacionalista Bild de aquel día: «77 = 21». Se refería a que el asesinato de 77 personas le había supuesto 21 años de prisión, el máximo previsto en Noruega. Revisando su caso en las hemerotecas, he encontrado que se está dilucidando en estos días en la justicia noruega si este preso está recibiendo castigos «inhumanos o degradantes». Esta persona sigue sin arrepentirse de lo que hizo. Es indefendible su comportamiento, su ideología y su manera de ser, pero tiene que tener derechos, porque el Estado democrático tiene que ganarle la batalla y demostrarle que es mejor que él. Sé que cartas como la de José Enrique Abuín Gey (El Chicle), que se ha publicado esta semana y en la que se jacta de que en siete años volverá a estar fuera de la cárcel, provocan un rechazo y una indignación social enorme, pero volviendo al tema de la prisión permanente revisable hay que decir que Diana Quer fue asesinada con ella en vigor. Se demuestra bajo mi punto de vista que esta cuestión no nos protege ni nos hace más libres.

Otro comentario muy recurrente es cuando te dicen «eso lo piensas ahora pero ya verás cuando te pase a ti». Los representantes de la ciudadanía no podemos legislar en caliente y tenemos la obligación de garantizar un sistema justo que proporcione seguridad jurídica y respuestas adecuadas, sin impunidad, frente a crímenes execrables que una sociedad democrática y libre no puede tolerar. Para ello debemos evitar realizar debates emocionales sobre política criminal, especialmente cuando suceden estos horribles crímenes. Me da la sensación que este tema de la prisión permanente revisable continuará dando que hablar (y bastante), pero yo me quedo con el dato (promocionado por el propio Gobierno de Rajoy) de que vivimos en el tercer país europeo con la tasa de criminalidad más baja. 


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