La Voz de Asturias

Un poco de historia, por si pudiera servir de bálsamo

Opinión

Francisco Carantoña

24 May 2019. Actualizado a las 18:35 h.

La historia nunca fue maestra de la vida, lo que probablemente sea una desgracia, aunque también es verdad que, por muchas analogías que podamos establecer con el presente, nunca encontraremos en ella situaciones idénticas a las actuales. De todas formas, sí podemos hallar comportamientos en circunstancias parecidas que pueden hacernos reflexionar.

No hace mucho tiempo, mientras trabajaba sobre los Azcárate, me fijé en la toma de posesión de sus escaños de los diputados de las Cortes elegidas en 1918. El país vivía una situación difícil tras la crisis de 1917 y todavía en plena guerra mundial. El procedimiento era parecido al actual, los diputados debían jurar el acatamiento a la Constitución y después elegir a la mesa. Lo que sorprende un siglo después es que las minorías reformista, nacionalista vasca, carlista y socialista no solo pusieron reparos al juramento, sino que pronunciaron, sin que la presidencia lo impidiese ni nadie se escandalizase en el hemiciclo, verdaderos discursos.

Fue Pablo de Azcárate quien habló por la minoría reformista y cuestionó incluso que hubiese que elegir entre juramento o promesa: «Estima esta minoría que la vida política y la vida parlamentaria deben inspirarse, y de hecho se inspiran, en la más escrupulosa neutralidad en materia religiosa, y, por tanto, que actos como el juramento, de carácter única y exclusivamente religioso, nada tienen que ver con el procedimiento parlamentario. Por consiguiente, la actitud y la conducta de esta minoría en esta solemnidad, la promesa que va a prestar, significan su protesta contra la presencia en el procedimiento parlamentario de un acto que sólo puede ser realizado con la conciencia tranquila por aquellos que profesan una determinada confesión religiosa». Desde luego, expuso también su deseo de reformar la Constitución y aclaró que la promesa no suponía dejación en ese punto ni en el carácter accidentalista y no monárquico de su partido.

Más radical fue el socialista Indalecio Prieto: «Nuestra significación política, perfectamente definida, hace que nosotros podamos decir con toda claridad que ni promesa ni juramento nos compromete ni a ser guardas de la Constitución, a cuya reforma honda aspiramos, ni a ser fieles escuderos del Rey. Nuestra obligación, que sí contraemos, es simplemente laborar en nombre de aquellas fuerzas sociales y políticas que representamos, y sin las cuales no es posible ya gobernar en estos días; es trabajar con todas nuestras fuerzas, que han de estar, desde luego, por mi parte, encerradas en un marco de modestia, por el bien de la Nación. Nosotros aspiramos a una amplitud tal en la reforma constitucional que no permita la subsistencia del régimen monárquico. Siendo ésta nuestra posición, comprenderéis que aquella a que nos obligan el Reglamento y la Ley en esa fórmula, en la cual ha de encajar nuestra promesa, es una vana palabra. Esto es todo lo que, en honor de la sinceridad con que nos debemos presentar, tengo que decir».

No hubo aspavientos, gritos o pataleos, nadie consideró «mancillada» la Constitución, ni herido el honor de la patria. Algo más me recordó el presente ¡había entonces cuatro diputados presos! Sí, no hay nada nuevo bajo el sol. Eran los socialistas Francisco Largo Caballero, Andrés Saborit, Julián Besteiro y Daniel Anguiano ¡Condenados a cadena perpetua por sedición! Habían constituido el comité de la huelga revolucionaria del año anterior. El PSOE los había incluido en las listas y fueron elegidos. ¿Qué hizo el gobierno? Amnistiar a los políticos presos, que pudieron ocupar su escaño en mayo. El presidente del gobierno era el conservador Maura, se trataba de una coalición entre conservadores, liberales y catalanistas.

Por curiosidad, leí el ABC, ya monárquico y conservador, de los días 9 y 10 de abril, los dos posteriores a la constitución de las Cortes. Informaba sobre las salvedades de las promesas de las minorías de forma aséptica: «El Sr. Prieto, por los socialistas, también hace las reservas consiguientes respecto a la promesa». Igualmente, daba cuenta de que el consejo de ministros había tratado sobre la amnistía. No vi astrolabios, editoriales dramáticos, columnas incendiarias, titulares apocalípticos, nada.

La política tenía entonces muchos defectos, el sistema era menos democrático, pero no puede negarse que estaba impregnada de un talante más liberal. Habrá quien piense, como aquel general que gobernó como dictador durante cuarenta años, que ahí estaba el origen de todos los males, pero no creo que la historia le haya dado la razón.

 

 


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