La Voz de Asturias

Los riesgos del teletrabajo

Opinión

José Manuel Orrego Redacción

29 Apr 2020. Actualizado a las 05:00 h.

Los manuales más básicos de psicosociología laboral ya trataban este tema mucho antes de que nos cayera esta plaga bíblica. Casi todos ellos coincidían en ponderar las bondades del método afirmando que las ventajas superaban a los inconvenientes. No cabe duda de que esta situación nos ha brindado una ocasión única de sentir en primera persona lo que significa teletrabajar -es otra de las tantas cosas que nos dejará el COVID 19, la de haber servido de laboratorio sociológico-. Estoy seguro que estos meses darán mucho que hablar sobre innumerables asuntos relativos al comportamiento humano.

Pero profundicemos un poco más en la cuestión del teletrabajo, ya sabíamos que las ventajas no sólo incidían sobre el trabajador en forma de ahorro de tiempo en traslados, comidas… sino que también existía un beneficio incuestionable para la empresa, ésta evitaba la necesidad de mantener grandes locales, acondicionarlos, pagar electricidad, climatización, etc. Por no hablar de otras ventajas como la puntualidad o incluso, me atrevería a asegurar que la reducción del absentismo. Sí, porque no es lo mismo estar malo en casa y ponerte a hacer algo, si uno se ve con fuerzas, que pedir una baja por enfermedad y no hacer absolutamente nada, con el consiguiente perjuicio para la empresa y también para el trabajador.

En cierto sentido, creo que el teletrabajo es una forma de democratización laboral, me explico: no todo el mundo es un relámpago en el trabajo, siempre hay algún fenómeno que tiene unas cualidades extraordinarias, es rápido, eficiente… -suerte que tiene- pero esos cracks laborales, - sin mala intención, seamos buenos- lo que hacen es elevar el listón del resto de mortales, en una palabra «dejarnos a la altura del betún». Como el teletrabajo suele medir los resultados por objetivos, tanto el trabajador lento como el rápido deberían ser valorados de la misma manera, la única ventaja que tendría el que acaba antes sería la de disponer de más tiempo libre -que no es poco- pero desde el punto de vista empresarial, el valor de los dos trabajadores sería el mismo. Por eso creo que esta forma de equilibrar las desigualdades aptitudinales, a la postre protegería a la generalidad, es decir a todos los que no tenemos ese don celestial.

Pero dejemos de ponderar tanto al teletrabajo y vayamos al meollo del asunto. ¿Qué riesgos acompañan al teletrabajo? Antes de comenzar hay que añadir que lo que está sucediendo estos días no puede ser tomado como modelo de teletrabajo, muchos tenemos demasiada gente en casa, estamos hartos de estar confinados, no hay desconexión física con nuestro entorno y la atmósfera de pesimismo económico no facilita precisamente el que estemos cantarines, -por mucho que se empeñe el Duo dinámico-  También hay que matizar que el teletrabajo no es reproducir las mismas condiciones del trabajo en nuestra casa, sino adaptarlas. No se trata de que todas las mañanas se encienda el ordenador a las 8:00 y se apague a las 14:00, se trata de ajustar el horario a las necesidades vitales, si uno se retrasa una hora por cualquier motivo, ya sea por llevar a los peques al cole, hacer deporte o dormir media hora más… pues después se tendrá que ganar cuando mejor convenga.

Hechas estas salvedades los principales riesgos a los que se enfrentan los teletrabajadores son de dos tipos, el primero interno o psicosocial. Dentro de este grupo, el riesgo más frecuente seguramente resida en la dificultad para desconectar nuestra vida personal de la laboral, derivando en fenómenos como el tecnoestrés, o estar pendiente de nuestro inseparable móvil las 24 horas del día tanto para asuntos profesionales como para cuestiones particulares. Las distracciones son también muy habituales en el teletrabajo: la lavadora, atender al cocido, una compra rápida… en definitiva levantarse más de la cuenta, incluso hay una estrecha relación entre el teletrabajo y el sedentarismo, con todo lo que lleva aparejado -resulta lógico porque encima de movernos menos… las visitas a la nevera se hacen más frecuentes-. Además de todo lo anterior, la falta de feedback con nuestros compañeros o de intercambio de pareceres -para ser más castizos-, nos ocasiona que algunos proyectos carezcan del brillo que confiere un equipo presencial, por no hablar de la gran sensación de soledad que se siente o incluso… presión, porque el grueso de las decisiones ahora no recaerá tanto en el grupo, sino en la persona que ha de resolver más cantidad de microdilemas. El otro tipo de riesgo al que se enfrenta el teletrabajador son los riesgos que no dependen de él, es decir a la despersonalización o invisibilización de la persona. El trabajador ya no es visto como García, Juan, Rosa o Martínez sino como a un ente virtual del que resulta tan fácil desprenderse como el de hacer un click. La mutua desvinculación o falta de engagement como dicen los consultores de recursos humanos hacen que trabajador y empresa se sientan disociados -si es que la empresa puede sentir algo- En resumen, resulta mucho más difícil motivar a un trabajador para hacerlo sentir parte de un grupo, y no es que la empresa tenga la intención de fundar una secta, es que seguramente sabe que un trabajador motivado rinde mucho más.

Aunque son un enérgico defensor del teletrabajo, después de escuchar durante tantísimos días únicamente bondades del método, quise avinagrar un poquito la sopa, no nos vayamos a indigestar por tomar demasiada.


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