La Voz de Asturias

Discurso del judío Steiner en Oviedo sobre lenguas (I)

Opinión

Ángel Aznárez

28 May 2020. Actualizado a las 05:00 h.

«Ninguna matanza, ninguna Shoa, ninguna deportación ninguna dispersión a los vientos negros y asesinos puede extinguir a los judíos; mientras Dios exista habrá judíos».

George Steiner, Los libros que nunca he escrito.

Sonaron rotundas en patio y bóvedas, con fuerza, las palabras con las que George Steiner inició su discurso, en lengua inglesa, en el Teatro Campoamor de Oviedo. Eso aconteció en una tarde de finales de octubre del año 2001, en la que muy despierto, dijo el lingüista poliglota: «Dreams, dreams, at the neutral ground of the contradictions!» Eso sonó más a músicas de trompetas que a ronca voz humana. La traducción oficial del texto al castellano fue deficiente, pero no debemos ser exigentes, pues acaso ese error gustase a su autor, tan especializado en hacer símiles de «traduttore» y de «traditore». No dijo, pues, lo que dicen que dijo; lo dicho, entre exclamaciones, fue lo siguiente: «Sueños, sueños, en el campo neutral de las contradicciones…!»

Esas palabras llegaron de un hombre, luego mortal al pronunciarlas; mas ahora, conociendo que Steiner falleció hace días, reconocemos la inmortalidad de sus palabras, como gravadas en piedra, litografías que tanto le gustaban, persistentes aunque todo lo demás haya desaparecido. No sabemos cuál fue su última voluntad: bien que le dejarán pudrirse en un agujero de cementerio, bien permitir ser quemado, limpiado con el fuego; no hay otra alternativa o disyuntiva ni para él ni para nadie. Desearle descanso es decir una tontería, salvo para crédulos y creyentes de fantasías.

En cualquier caso, ¡Sueños, sueños! que son amores de fantasmas, compañeros de la saturnal noche. ¡Sueños, sueños! que no fueron pronunciadas por el vienés Sigmund Freud, especialista científico en interpretar sueños, que hizo de su texto La interpretación de los sueños una genial y revolucionaria obra de pensamiento, también literaria, que fue bíblia de surrealistas, poetas y pintores; ya un clásico. Trató Freud, también judío como Steiner, de poner sus saberes al servicio de la verdad, desde lo consciente hasta lo que hay detrás, escondido, tal como un dios (deus absconditus), el inconsciente.

Muy pocos podrán exclamar con tanta emoción ante la palabra «sueño». Y es que el sueño o el onirismo, así como su complicada interpretación, son en gran parte, de sabiduría  judía, como bien explicó otro sabio, también judío, llamado André Chouraqui, autor de monumentales traducciones de la Biblia y del Corán. Sueños de judíos, los de Steiner, Freud y seguramente Cervantes, cuyo sueño se llamó Don Quijote; y sueños que tienen un sentido que debe ser interpretado, siendo la interpretación y el judaísmo la esencia de la filosofía del siglo XX.

¿Qué  soñó despierto Steiner en Oviedo, cómo interpretarlo? Asturias es un lugar de mucha discusión, precisamente, sobre las lenguas; en concreto  sobre el estatuto que ha de tener esa lengua asturiana, llamada Bable.

Soñó, es verdad, con la felicidad de una lengua adánica, universal, de entendimiento y comunicación por todos, pero que se dividió muy pronto en múltiples, diversas y particulares lenguas, tal como el mito de la Torre de Babel muestra. Y aquí ha de señalarse lo que escribió Steiner en el año 2006: «Cómo Freud nos enseña hay que invertir los grandes mitos, pues dicen lo contrario de lo que parecen decir. Babel lejos de ser un castigo es tal vez una bendición misteriosa en inmensa».

En Oviedo, Steiner, ratificó su interpretación del mito de la Torre de Babel en cuanto enriquecimiento y progreso por la existencia de diferentes y plurales lenguas, y no como un castigo divino por desafío de los humanos al pretender la construcción de una torre que llegara al Cielo. Steiner siguió en esto una importante tradición rabínica del Talmud de Babilonia, contraria a la interpretación punitiva y a la lectura católica de la Biblia: «No, no, la pluralidad de lenguas no es, no puede ser, un castigo sino un buen hacer divino», dijo.

Y en el Teatro Campoamor de Oviedo añadió: «Babel ha resultado ser la base misma de la creatividad humana, de la riqueza de la mente, que traza los distintos modelos de existencia». Es decir, que la felicidad y el gozo perdido de una lengua del Paraíso, imaginaria y totalitaria, hizo tránsito a una realidad de pluralidad de lenguas, que nos hizo más y profundamente humanos. Y no debemos de dejar de pensar, aquí en Asturias, en nuestro Bable, que a eso nos incitó asimismo el lingüista judío, nacido en Paris y de madre vienesa, George.

Surge una dramática constatación, que llamó Steiner «una contradicción». La autonomía y pluralidad lingüística, fuente de bienes, pero también fuente de odio y de violencia, siendo de destacar la importancia de los idiomas y/o lenguas en las denominadas «limpiezas étnicas» y «de cómo los intereses racistas prohíben la enseñanza, la publicación  en lenguas minoritarias» (fin de la cita del discurso).

Se puede decir que Steiner fue un destacado lingüista; en eso alcanzó la excelencia, habiendo sido la lengua y las lenguas el centro de sus investigaciones y pensamientos. Penetró en el lenguaje del sexo y por eso se preguntó: ¿Qué decimos cuándo amamos? ¿Cómo aman los sordomudos?. También nos invitó a pensar en el siguiente gran tema: El pensamiento único y la pluralidad de lenguas.

 


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