Pero... ¡si sólo tiene 11 años! ¿Y qué?
Opinión
19 Mar 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Salió perturbada de los baños, escindida, desconectada de sí. Vio a un guardia que montaba guardia en una gran tienda de un centro comercial. El estado de ambos era tan dispar que un observador casual que estuviese cerca quedaría espantado del dimorfismo de sus físicos y de sus almas. Sin embargo, ese espanto se empequeñecería al observar cómo la «bestia» apartaba a la «bella» lejos de él con ademanes y palabras inaudibles.
El guardia privado no ha sido hallado aún. La niña, meses después, sí lo fue, pero hallada violada. Violada y vejada con voracidad por varias crías de machos cabríos, hechos que quedaron atrapados en los píxeles de un teléfono móvil de una de ellas (de las crías) y que horrorizaron a la policía. Pero meses después del horror. Una semana antes de que la policía visionara las imágenes, las contemplaron en la escuela de la niña; hallaron los hechos…, y callaron: no eran de su competencia, no habían tenido lugar en «su» jurisdicción.
El guardia alejó la «patata caliente» para no quemarse; el colegio, también. Todos ellos obviaron el deber de socorro, explícito en el Código Penal: Pero ¡por Dios, el auxilio era para una criatura de 11 años! No obviaron sin embargo el lavado exhaustivo de la sangre de las entrañas de la víctima que salpicó sus ojos y manos, que no sus conciencias, de las que se han desprendido por incómodas, por perjudiciales en un mundo depredador sin límites.
La niña fue hallada recientemente por su hermano, en el instituto al que va, donde supo del vídeo que corría a la velocidad de la luz por la red de redes, la red que atrapa, la red que pone en primer plano la naturaleza indubitada de lo que somos. Miles y miles, niños, adolescentes, jóvenes y adultos, miraban, veían, escrutaban las imágenes y se lavaban asimismo las manos. Muchísimas manos bajo los grifos, empapadas de espuma reparadora. No iba con ellos, no era su hija, ni su hermana, ni su nieta, ni su sobrina. Era «otra», una cualquiera.
El Gobierno que gobierna esas tierras tuvo que acabar por recocer que todos habían escabullido el bulto, un bulto de 11 años, sí, y qué, no dejaba de ser eso, un bulto. ¿Qué hará ese Gobierno con quienes «educan» y «ejemplo» en el centro escolar de marras? ¿Qué hará la policía con quienes accedieron a las imágenes y no dieron la voz de alarma? ¿Ordenará el fiscal que se identifiquen esas IP? ¿Acaso quedará sólo en tres inimputables, otro incriminado y otro en encierro preventivo por, nada más y nada menos, que amenazar de muerte al hermano por hallar a la hermana?
Que chicos de hasta 14 años no sean imputables por fechorías menores, cuela, pero que tampoco lo sean por crímenes de esta magnitud causa vómitos. El hedor del vómito es el equivalente al hedor de la sociedad en descomposición. Su decadencia es ya irreversible, aquí, allá, en todas partes. Es un cuerpo putrefacto al sol. No es verdad que haya muerto Dios. No es verdad que haya muerto la Historia. Quien ha muerto es el Hombre y, en el acto de morir, arrastra consigo a cuanto no es Hombre.
En su programa electoral, un partido político niega la mayor, a saber, que la brutalidad sexual no es una constante, diluyéndola en, digamos, «delitos varios», donde, por descontado, extraen los crímenes de terrorismo, cuando la violencia que padecen las mujeres es tan atroz y sistemática como la perpetrada desde determinadas ideologías. ¿Cuántas madres y padres de niñas van a votarle el próximo 28 de mayo? Como a los 11, 12 y 13 años la inmensa mayoría tienen ya el período, ¿irán las madres de las violentadas con ellas para, de existir, oír el latido fetal? Se hace muy real para las mujeres el dictamen de Dante: «Hoy es el principio de siempre».
Entenderíamos que el Tribunal Constitucional dictaminase sobre los programas electorales que los partidos presentan a los electores con el propósito de vetar el negacionismo. Y vetar apartados de otros programas, como los que no rechazan expresamente el terrorismo, el franquismo y la independencia regional, que de todos ellos derivan la xenofobia, el odio y otros sedimentos mugrientos de los «humanos».
(En su obra «Fragmentos morales», el estoico Crisipo, que enseñó en la Atenas del siglo III a. C., escribió en la página 483 del volumen de Ediciones Clásicas de 1999: «La acción no será recta, si no fuera recta la intención, pues de esta procede la acción. Y de nuevo la intención no será recta, si no lo fuese la disposición del alma, pues de esta procede la intención. Por otra parte, la disposición del alma no presentará una disposición óptima, si no hubiese percibido las leyes universales de la vida y examinado qué se ha de juzgar de cada cosa»).