La Voz de Asturias

Desgarro en Gijón y fiesta en Oviedo (tercera y última parte)

Opinión

Ángel Aznárez

29 Jun 2025. Actualizado a las 05:00 h.

La ovetense Dolores Medio empieza la novela Farsa de Verano: «La mosca AZUL que zumba insistentemente en su vuelo aturdido por el salón, choca, también insistentemente, contra el cristal de la única ventana que permanece cerrada. Al interrumpir su vuelo, cesa el zumbido». (Que cada cual interprete ese texto teniendo en cuenta la actualidad ovetense). La escritora es también la autora de la célebre Guía Asturias, libro gordo a tener en estanterías, allá por los años setenta del siglo XX, en saloncitos de gentes «cultas», junto a fascículos de periódicos, tomos del diccionario de Espasa-Calpe o colecciones de Planeta pagadas a plazos.

Esa Guía me recordó a otra: Guía Secreta de Asturias, del también ovetense Juan Cueto Alas, director de Los Cuadernos del Norte, Revista Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias, desaparecidos como todo lo relacionado con esa Caja que fue de todos los asturianos, creyendo los políticos de izquierda y de derechas, todos juntos y villanos, que era de ellos en exclusiva (la Caja, naturalmente). El pretexto estupendo era «despolitizar» la Caja y hacerla más democrática según se puede leer en documentos parlamentarios firmados por irresponsables. A estos recomiendo la lectura de las páginas 69 a 72 de la Guía de Cueto, bajo el título La ciudad madre de la vida padre.

Si salí de Oviedo para ir a Gijón, sentado en un ALSA, por la carretera vieja y de siempre, o sea por la Venta del Jamón y Pinzales, ahora vuelvo a Oviedo por la Estación del Norte, bajándome del tren que salió de Gijón sobre las tres de la tarde y que tiene anunciada la llegada a León a las nueve de la noche, llamado el Correo y no el Rápido, que sería de descrédito y cachondeo, como lo de los «demócratas» que acabaron con la Caja.

Contemplé, sacando la cabeza por la ventanilla, la elegancia de la máquina, una verde «inglesa» de la serie 7700, tirando de vagones de diferentes clases para trasportar a personas, con un vagón añadido para el correo y la paquetería. También contemplé el mal carácter de los interventores ferroviarios, que picaban con furia la billetería o títulos al portador del viajero trasportado a través de vías de «ancho ibérico».  Lo de «ibérico» puede significar lo que el jamón y la cecina leonesa para los hambrientos: los apetitosos trinques de las manadas. 

Razón tuvo Dolores Medio al escribir que el encanto ovetense no reside en su modernización, «sino en lo que de ella queda de ciudad vieja, en la historia que está escrita sobre sus piedras milenarias». Es verdad que Oviedo es ciudad de piedras, algunas más milenarias que otras. 

Del Café Peñalba, en la calle Uría, escribe Marino Gómez Santos: «Era el secreto orgullo de la burguesía ovetense, el salón donde se recibía al forastero. Las amplias dimensiones del local, con decorativas lámparas de cristal, y sus amplios ventanales, permitían ver desde la calle el movimiento de camareros y echadores, con chaqueta negra y la sabanita ceñida a la cintura, hasta los pies. La puerta giratoria -cuyo fin era evitar las corrientes de aire? actuaba más bien como sistema de selección social». Dicen que a los de la Senda del Oso, que se inicia en Teverga, no les dejaban entrar. Y añado que en Oviedo había otras puertas giratorias, como la del Café Cervantes en La Escandalera, esquina a Argüelles, y la del palacio de la Diputación Provincial, en invierno, hoy Junta del Principado.

A.- Subiendo por la calle Jesús, después de la calle del Rey de esa Monarquía asturiana, llamado Fruela, en dirección a la plaza del Ayuntamiento, quedé pasmado cuantas veces leí en las piedras del edificio municipal lo siguiente: «Muy noble, Muy Leal, Benemérita, Invicta, Heroica y Buena Ciudad de Oviedo». Y siempre me pregunté lo mismo: ¿Cómo se puede ser, al mismo tiempo, de eso tan tierno que es lo del «Oviedín del alma», con lo tan bélico de ser una ciudad invicta y heroica? ¿Cómo puede ser, al mismo tiempo, eso tan suave y «peluchón» que es el «Oviedín del alma» con lo tan duro e insistente que es la heroicidad? 

B.- Dejé para otro día contemplar las gárgolas pornográficas de la Catedral del Salvador, y subí por la calle Sacramento, otra ruta de curas, teniendo a la derecha casas de clérigos de antes, con prebendas por canónigos, como las de don Benjamín Ortíz, siempre subiendo y bajando por la calle santa con sotana, capa o manteo y sombrero de teja. Recuerdo en ruinas, ya arriba, en la calle Muñoz Degraín, la inmensa iglesia, lindante con el Convento de las Madres Carmelitas, monjas enclaustradas, ahora en la falda del Naranco. Y los niños de entonces jugábamos con piedras y sobre ellas, consecuencia de la ruina y derribo por acción de Guerra, la Guerra Civil. Y de eso no éramos conscientes ni nadie nos advirtió. ¡Para qué y qué más daba! Y es que aquella zona, incluidos los campos de Los Catalanes y Maniobras, fue de muchos bombardeos aéreos y terrestres. Y señalo que no se debe confundir el Convento de Las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa, ni con las Teresianas de la calle González Besada ni con el Convento de los Carmelitas Descalzos en lo alto del Campo de San Francisco.

En la conferencia del día 11 cité al francés Caillois, antecesor de la flamenca Margarita Yourcenar en la Academia francesa, el cual, según escribió, jugó también sobre restos de piedras de edificio derribados por bombas con ocasión de la 1ª Guerra mundial. Caillois nació en 1913. Acaso por eso escribió, en 1939 un magnífico libro, titulado El hombre y lo sagrado. Y es que ciertas piedras, según Mircea Eliade, en su Tratado de Historia de las Religiones pueden ser hierofanías o manifestación de lo sagrado. ¿Habré jugado con alguna piedra consagrada o sagrada, tal como la omphalos, en Oviedo, en la calle Muñoz Degraín o en el Campo de Maniobras, tan cercano? 

Ya es hora de pasar a la Fiesta y dejarse de laberintos

Lo de la Sociedad Ovetense de Festejos es interesante, pues se constituyó a instancia de la sociedad civil y sin que nada tuviera que ver el Ayuntamiento en tiempos duros, año de 1947. Las actividades festivas de la Sociedad Ovetense de Festejos, organizadora de Fiestas en la Ascensión y San Mateo, que conocí en los mismos años en que vi a emigrantes despedirse con lloros en Gijón, fueron excelentes contribuyendo al divertimiento infantil, a través de los fundamentales y facilitadores juegos de niños. 

Y escribí lo siguiente autobiográfico: 

«Lo de la SOF fue trascendente, pues muchos niños de entonces debemos alegrías y juegos infantiles a esa Sociedad, en tiempos no de contentos precisamente, aunque mágicos para niños, por idealismos de infancia. Eso siempre lo agradeceré a la Sociedad Ovetense de Festejos, que estaba en las carreras por las calles driblando a Gigantes y Cabezudos, salidos de las dependencias municipales de la calle Quintana; estaba en los jolgorios de La Herradura, con los dos amorosos cupidos a la entrada; estaba en la Plaza de Toros de Buenavista donde saltaba y brincaba El Cordobés; estaba en los campeonatos del “tiro a la llave” en chigres con enormes patios en las cercanías de Oviedo; estaba en los saltos hípicos y apuestas en San Lázaro; y estaba en el Día de América en Asturias, paseando por la ciudad enormes haigas y pequeños vehículos como el “biscuter”. Y gracias a la SOF, los Reyes Magos me regalaron un tren, comí bollos preñaos en el Campo, y disfruté en las “barracas”, subiendo desde Santa Susana y llegando hasta el solarón de SEDES. Incluso me firmó un autógrafo el gimnasta Joaquín Blume». 

Añado ahora que estaba también en los concursos hípicos en el Campo de San Lázaro al principio de las Fiestas de San Mateo --antes lugar de pasto para las vacas flacas de María, la de La Pereda-- en septiembre, a semejanza de los hípicos de La Felguera, el de Pola de Siero, el de Luanco, el de Avilés, que, patrocinados por las respectivas sociedades de festejos, iniciaban las fiestas, y concursos hípicos aunque tuvieran lugar en los respectivos campos de futbol, con peligro por lo del tétanos, y no en campos municipales como los de Gijón y Oviedo. 

Años aquellos de concursos hípicos nacionales con militares del arma de caballería encima de los caballos, junto a algún caballista de la Guardia Civil (capitán Monje) o de la Guardia de Franco (capitán Santa Pau); también había algún civil como Riu Mora o la catalana, la señorita Cendrera. Y años aquellos de mucho estraperlo y de tranvías que los de Oviedo abarrotaban la calle de Uría, pues en ella todos se juntaban, los de las tres líneas. En el otro lado del Campo, en Santa Susana, subiendo por Santa Cruz, eran frecuentes las procesiones del Carmelo, con frailes ventripotentes en la comitiva con capas blancas, como el P. Gregorio, el descalzo, enseñando por eso los dedos gordos de los pies, y con muchas mujeres cofrades del Carmen, con escapularios, cadenitas, medallas, insignias, devocionarios y velos.

 Y eran unos años, tristes para unos y alegres para otros, en que se podía llamar «chochos» a los terrones de azúcar, sin que ellas te rompieran la cara al pedir los tales. Y tiempos en que merendábamos una onza del chocolate La Cibeles con mucho pan. El chocolate la Herminia, Plin y el Sueve eran más de taza y churros, y sin los cromos con las aventuras de Pinín, el sobrín de Pinón y Telva, creación del gran Alfonso Iglesias. 

El ovetense Marino Gómez Santos, en el libro En busca de mi Oviedo perdido, escribió: 

«La SOF fue el primer intento de expansión del ovetensismo, con un gran programa de fiestas de San Mateo, en el cual se incluía la Temporada de Opera, aunque el acontecimiento multitudinario resultó la celebración del Día de América en Asturias, homenaje a los emigrantes asturianos. La idea del desfile de carrozas fue -soy testigo- de Francisco Sousa. Las había visto en Tampa (Florida) donde residió algunos años. Cuando propuso a la directiva de la SOF el deslumbrante espectáculo, su segundo acierto fue indicar el nombre de Alfonso Iglesias para la realización de los bocetos. Paco Sousa fue un soñador».

Para conocer bien las actividades de la SOF es recomendable la lectura del libro SOF Medio siglo de Tambor y Gaita, con textos de Adolfo Casaprima Collera, y editado por la Fundación de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, en tiempos del alcalde Gabino de Lorenzo. Casaprima escribe sobre el Día de América a base de «haigas» y de otras exageraciones de indianos, ostentosos por regresar de América como nuevos ricos, siendo ese Día homenaje a emigrantes, a los indianos y a los otros que también regresaron, pero sin riqueza nueva, por eso un poco avergonzados. 

Hay quien opina que todo lo de los «indianos» fue una exageración o un mito como tantos otros, asegurando que a eso, a los mitos, los asturianos somos propicios, por mitómanos (acaso por lo de Santiago y lo de Pelayo, el godo). Y genial fue convertir en Fiesta, en Oviedo, lo que fue el desgarro de la emigración a América.    

Esto es un asunto muy serio que debería aclararse previa consulta al más importante investigador de mitos, que es Carlos García Gual, el cual hasta escribió un diccionario de mitos, publicado por Planeta en 1997. El helenista Carlos García dice que los mitos son relatos de actuaciones memorables y paradigmáticas de unas figuras extraordinarias que únicamente son héroes y dioses. Y no consta que los «indianos» fuesen ni lo uno ni lo otro. Pero, en fin, que la cosa es debatible. Lo que es cierto es que los indianos ya están en la literatura asturiana. ”La boda del indiano está en la antología de narradores asturianos elaborada por Martínez Cachero en 1982 (Ayalga ediciones). 

Ya escribí que mi amigo Jesús Álvarez-Linera, gran pintor y dibujante, está empeñado en que por la calle Uría desfilen barcos que tanto transportaron a emigrantes. ¡Cómo se nota que no es gijonés el amigo, tan buena persona! Oviedo de ninguna manera, pinturas y dibujos aparte, será una ciudad marinera, teniendo del mar únicamente el color, el azul, reflejo del cielo azul.

Fruto de la «americomanía» ovetense, en los años cincuenta se creó la llamada «Oficina de América», habiendo hasta una cátedra de América en la Universidad, inaugurada en 1955; se investigaron genealogías, tal como hizo el profesor Silva Melero que conferenció sobre «La abuela del emigrante»; se dio nombre de América a una plaza de Oviedo. Y ahora parece que el alcalde de Oviedo, el de Teverga, con lo del “subidon” del Oviedo, quiere o acaso ya quiso, que esa Plaza cambie de nombre. En mi condición de ovetense me pasaré a la oposición si esa locura prospera, y como nunca fui afiliado del Partido Popular -del PSOE tampoco- no me puedo dar de baja, con la única esperanza de que los medios ovetenses, tan adictos por lo que sea o fuere, pongan «los puntos sobre las ies» ante tanto desorden. 

¿Sabrá el alcalde, el mismo que fue durante tantos años presidente del Centro Asturiano (el de La Habana en Oviedo), lo que significó en su día «América» en la plaza ovetense, tan relacionada con los emigrantes a ese Continente en su Centro Asturiano?

 


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