La Voz de Asturias

La incomparecencia de la izquierda

Opinión

Jorge Matías
El «streamer» catalán Jordi Wild

04 Sep 2025. Actualizado a las 05:00 h.

Se habla mucho de los podcasters o youtubers conservadores o directamente fascistas que están hasta en la sopa y de su nefasta influencia en el estado del pensamiento de la gente y de cómo hemos llegado hasta aquí. El influjo de estas personas en el pensamiento de cientos de miles a estas alturas es evidente y negarlo es hacerse trampas. Internet es un campo de batalla del que se han apropiado mientras los pasmados de la izquierda nos reíamos de ellos. Algunos de sus espacios están muy bien hechos y es evidente que gozan de un respaldo económico detrás que les ha llevado hasta donde les ha llevado y hace tiempo que muchos no son ya unos pelagatos que hacen el tonto en un dormitorio de casa de sus padres con un letrero luminoso de puticlub en la pared. Es cierto que hay empresas detrás de muchos de ellos como es cierto que muchos no lo tenían al principio, y su triunfo, me temo, tiene en parte como culpables a la izquierda y a los progresistas absolutamente incapaces de crear sus propios espacios.

Cada vez que saco este tema en redes sociales, las respuestas de personas progres y de izquierdas son derrotistas por un lado y por otro, abiertamente hostiles a esa forma de comunicación. Los escasos espacios progresistas existentes son muy de nicho y no son más que prédicas para adeptos en el mejor de los casos y en el peor, lo que llamo podcasts de funkos y Star Wars o de esa moda que ya ha durado demasiado de frikismo mal entendido sumido en el mainstream más irritante del que todo el mundo habla aunque no exista mucho que decir al respecto. La victoria de la fauna podcaster que domina los espacios de internet, por mucho que no queramos verlo, no se debe solo a la existencia de empresas poniendo dinero y diseñando productos. Es una victoria debida a la incomparecencia de la izquierda.

En el lado progresista, en el fondo, somos bastante rácanos. No hay nadie con dinero dispuesto a ponerlo para contrarrestar el fenómeno y definitivamente, no hay un público dispuesto a pagar a quien invierte su tiempo en un trabajo así porque se espera que todo el mundo aporte sin recibir nada a cambio. Además, hay bastante pereza y muy pocas ganas de hacer algo. Harto estoy de escuchar y leer que la democracia no es solo depositar un voto cada cuatro años, pero por lo que sea, ni nosotros mismos nos lo acabamos de creer y somos quienes hoy más están cayendo en eso. Además, hay que añadir que el clasismo impregna buena parte de las iniciativas de izquierdas y progresistas donde, para mi asombro, rara vez se le da voz a gente de clase baja. Pues bien, los fachas que están contribuyendo a llevar al mundo a la autodestrucción, no tienen estos problemas.

No se trata, como me dijeron alguna vez, de emular a Jordi Wild o a Joe Rogan. Nadie decente querría ser como ellos ni hacer lo que ellos hacen, nadie progresista entrevistaría a una persona trans un día y al siguiente a quien desea asesinar a esa persona trans o niega su existencia y pretende dejar a esa persona sin derechos, como es el caso de algunos podcasters que yo me sé. Se trata de hacer espacios accesibles y abiertos desde nuestra perspectiva, sin bulos, sin tonterías, sin esa falsa ecuanimidad que exhiben sin rubor los más exitosos hombres (son casi siempre hombres) que se dedican a eso, y se trata, ante todo, de no estar predicando para convencidos, de dejar la misa a un lado.

Todo esto me parece obvio pero algunas veces me encuentro respuestas a estas ideas de una hostilidad que me deja de piedra pero que no esconde el hecho fundamental de que preferimos no mirar al abismo y dejar las cosas como están sin plantearnos qué podemos hacer y cómo. Hemos pasado mucho tiempo burlándonos de toda esa fauna que, por otro lado, es genuinamente limítrofe en el mejor de los casos y malvada en el peor, y es lógico porque desde la perspectiva de una persona decente, lo que diga un señor que puso un puesto de gofres en forma de pene y lleva desde que tuvo que cerrarlo quejándose del gobierno y los impuestos que le impiden ser Elon Musk, da mucha risa. Pero si alguien así tiene éxito con un podcast y de hecho saca una buena tajada por él, ¿eso dónde nos deja a nosotros? Podemos burlarnos todo lo que queramos, pero la realidad es que somos incapaces de ponernos a hacer algo y lo que es peor, rechazamos que otros de nuestra cuerda lo hagan. En cuanto alguien es capaz de sacar un céntimo o pedirlo por hacer algo, empezamos a desconfiar. Queremos que la gente trabaje gratis. De hecho, somos los que más creemos en eso. Son muy escasos los espacios en nuestro lado y parecen casi todos cortados por el mismo patrón. Me sorprende bastante que algunos estén llegando lejos, pero me sorprende más el enfurruñamiento de buena parte de la izquierda al negarse a mirar otra cosa que no sea su propio ombligo. Así nos va.


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