La Voz de Asturias

«Nos encontramos barreras por todos los sitios»

Oviedo

Natasha Martín Redacción
Viandantes por el centro de Oviedo

El colectivo de discapacitados reclama la necesidad de crear ciudades hechas para la gente, no para las máquinas

21 Sep 2017. Actualizado a las 12:16 h.

Una ciudad para los ciudadanos y no para las máquinas. El encuentro Diseñando ciudades y pueblos para todas las personas, puso en relieve una necesidad básica: la accesibilidad. Pero no una accesibilidad centrada en una parte de la población sino una universal, para que todas las personas puedan, en un futuro que se plantea lejano, moverse por su ciudad y disfrutar de ella con libertad, independientemente de la edad y de las capacidades físicas e intelectuales de cada individuo.

En las ciudades actuales sigue habiendo múltiples carencias en materia de accesibilidad. Aitana Martínez, presidenta del Consejo Territorial de la ONCE en Asturias es contundente: «Nos encontramos barreras en todos los sitios». Las más visibles afectan a cualquier tipo de discapacidad física «como pueden ser bordillos, escalones o rampas que no estén bien», comenta Martínez, pero también se encuentran barreras no tan evidentes que dificultan en alto grado el día a día de muchas personas. Es el caso, sobre todo, de las discapacidades sensoriales. Martínez sostiene que al ser este «un tipo de discapacidad más desconocido, se encuentran muchos impedimentos a la hora de entrar en los edificios para ver los escalones, el no poder visualizar los carteles, cuando tienes que coger un número y no sabes ni dónde cogerlo, en las páginas web o al rellenar un formulario.». Incluso una actividad tan cotidiana como ir a un restaurante puede ser restrictiva «a la hora solo de acceder al local, al pedir la comida si la carta no está adaptada y tienes problemas visuales o en el momento de comunicarte con el camarero si tienes problemas de audición», cuenta Martínez.

Los muros son numerosos y uno de los más altos se erige con las discapacidades intelectuales. Así lo afirma Ignacio Fernández del Páramo, concejal de Urbanismo y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Oviedo, quien considera que «la gente tiene una concepción de utilizar la ciudad de una manera y le cuesta mucho ponerse en la piel de otra gente. Eso es lo primero con lo que debemos acabar. Tenemos que empezar a tener una mentalidad mucho más solidaria y empática con nuestros vecinos y vecinas para llegar a entender lo necesario que es variar nuestra forma de movernos, de accesibilidad y así entender que hay otras personas con otras necesidades. Por lo que es normal, básico y necesario que estas modificaciones se lleven a cabo».

En la misma línea que Del Páramo se explica Carmen Fernández, arquitecto técnico del Área de Accesibilidad Universal e Innovación de Fundación ONCE y organizadora de la jornada, junto con el colegio Oficial de Arquitectos de Asturias (COAA), quien corrobora que «las principales barreras las tenemos las personas porque somos muy categóricas». Las ciudades son elementos vivos y como tal se encuentran en permanente cambio. Esa tendencia ha llevado a que «se hayan ido construyendo las necesidades de las personas según íbamos avanzando y en relación a las modas, como los coches, que son elementos agresivos; con el mobiliario urbano, que a veces no se coloca de forma correcta; o los pasos de peatones, que son muy importantes pues son la unión de la acera con la calzada y suelen ser puntos conflictivos», sostiene Fernández.

Oviedo ciudad (casi) accesible

Oviedo es una localidad que ha ido avanzando en la carrera hacia la accesibilidad. Martínez afirma que «en Oviedo hay medidas implantadas, como la señalización de los pasos de cebra para intentar hacerlos más accesibles, pero, ya que se va a adaptar un paso de cebra, lo ideal es también rebajar los escalones y que se ponga una señalización adecuada que llegue hasta el final».

Este proyecto de ciudad, que se inicio en los 90 con el objetivo de peatonalizar las vías e ir apartando un poco a las máquinas en pro de las personas, «se atascó», cuenta Del Páramo. «Hemos permitido como ciudad hacer un crecimiento excesivo e incontrolado, que nos ha dado grandes zonas de la ciudad alejadas de las vías consolidadas y de las redes de transporte público. Y ahora, rehabilitar esa intervención para que nos lleve a un modelo de ciudad ordenado nos va a llevar décadas».

Como ejemplo a seguir, expone Del Páramo el caso de «Vitoria, que como paradigma de ciudad verde se planteó iniciar el cambio hace 30 años. Y Pontevedra, que es otra ciudad referente en todo el tema accesibilidad y movilidad y tiene un trabajo atrás de 25 años. Eso es lo que tenemos que ir haciendo».

Si bien, la capital asturiana ya está dando los primeros pasos de esos largos años. «Estamos elaborando las bases y las reglas del juego que van a definir nuestro modelo de ciudad para que en esos 10 o 20 años podamos ir construyendo una nueva localidad. La reconquista de las personas del espacio público es básica», sostiene Del Páramo.

Lo que hay que hacer

Si no todos se encuentran al mismo nivel de accesibilidad, el camino más lógico sería el que llevase a una solución efectiva y adaptada a las necesidades de los ciudadanos. Sin embargo, Martínez argumenta que, «a pesar de que España cuenta con una normativa bastante ambiciosa en cuestiones de accesibilidad, no se cumple». El próximo cuatro de diciembre se acabará la frontera que puso la Unión Europea para que todos los edificios sean accesibles «y nos encontramos con que queda muchísimo camino por andar, aunque ya se hayan empezado a hacer algunas cosas».

Pero para poner en marcha todas las medidas demandadas hacen falta superar otras dos barreras: el tiempo y el dinero. En cuanto al dinero, Del Páramo afirma que, a nivel presupuestario, la inversión sería elevada pues son múltiples los puntos a tocar. «Hay una gran carencia en los edificios privados anteriores al año 81, que no cumplen las condiciones ni de accesibilidad (no tienen ascensores), ni condiciones energéticas (carecen de aislamiento), con lo que tendríamos que reconstruir gran parte de la ciudad, tanto de la parte privada como de la pública». Una tarea que va a llevar muchos años y que haría necesario el entendimiento por parte de los intereses públicos y privados. Asimismo, una buena decisión a tomar, una vez se llegase al cumplimiento de la normativa actual, sería crear «una normativa de sanciones para que aquellos organismos que no la cumplan se puedan sancionar», sostiene Martínez.

En el caso del tiempo, Del Páramo comenta que esas ciudades idílicas en cuanto a movilidad y sostenibilidad como Copenhague u Oslo, «en los años 70 tenían un volumen de tráfico exagerado, el peatón no tenía importancia y el sistema de transporte público tenía grandes deficiencias. En cambio, en la actualidad es una gozada ver cómo el sistema se ha desarrollado. También ha sucedido así en ciudades de Latinoamérica que han venido desarrollando modelos de movilidad alternativa, como Curitiba (Brasil), que tiene un sistema de movilidad de transporte público perfectamente diseñado. Con lo cual, hay que plantear un modelo a largo plazo para cambiar la situación de la ciudad y ser exigente para que perdure la idea de que el cambio de movilidad y accesibilidad es básico».

La educación: la base

Para avanzar se requiere conocimiento. «Si toda la sociedad fuera consciente de que no podemos acceder a un servicio la cosa cambiaría», cuenta Martínez. Porque al final, todos, en mayor o menor medida «vamos a ir pasando por determinadas fases en las que, independientemente de que tengamos una discapacidad o no, vamos a experimentar una situación transitoria de discapacidad o de aminoración de nuestras capacidades cuando seamos mayores. Pero no lo vemos y pensamos que eso es solo para otros», asegura Fernández.

El objetivo final está en «pensar realmente en un diseño universal para todas las personas para que, tengas o no una discapacidad, puedas acceder a los edificios y servicios de manera igualitaria. Esto no perjudica a unos, sino que beneficiaría a toda la sociedad en general», sostiene Martínez.

Al final, se trata de una cuestión de solidaridad porque, como argumenta Del Páramo, «todos tenemos a personas mayores que conocemos, niños a cargo y diversos perfiles que han de integrarse en un modelo de ciudad que los recoja. Por ello hay que ir combinando la introducción de mejoras con la educación, creando así otro modelo de ciudadano y ciudadana que las reivindique y las sepa disfrutar».


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