Se cierra el traslado del Hannibal Lecter de las prisiones españolas

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CAPOTILLO

El guineano Fabrizio João Silva Ribeiro violó y asesinó a su novia y mató a un preso de la cárcel de Córdoba. Está aislado y no habla con nadie desde hace dos años y medio

07 ene 2019 . Actualizado a las 13:35 h.

Es uno de los reclusos más temidos y, a la vez, más vigilados de las prisiones españolas. Con dos asesinatos a sus espaldas, el guineano Fabrizio João Silva Ribeiro acaba de ser trasladado de la cárcel de Teixeiro a la pontevedresa de A Lama, donde mantendrán un protocolo igual de estricto que se aplicaba en el penal coruñés. Aislado, sin comunicarse ni con funcionarios ni con otros reclusos, escribe sus peticiones y quejas por carta y únicamente puede acudir al patio en solitario siempre vigilado por cámaras. 

Tal y como recogía recientemente el periodista de La Voz, Alberto Mahía, en Teixeiro «Fabrizio sale solo al patio y pasa 21 horas al día en un habitáculo austero de diez metros cuadrados con muebles de escayola. Dentro, el convicto dispone de una cama, un plato de ducha, un váter, un pequeño escritorio, un armario para la ropa y un interfono para ponerse en contacto con el personal carcelario. Además de una puerta de plancha metálica, la seguridad exige una segunda».

Por el momento, el conocido como el Hannibal Lecter de las prisiones españolas cumple más de sesenta años de cárcel, veintidós de los cuales se corresponden al salvaje asesinato de su novia en el 2006, a la que violó y asestó veinticinco puñaladas. Catalogado como de primer grado, el personal penitenciario sabe muy bien cómo se las gasta el guineano, quien en el 2014 durante su estancia en la cárcel de Córdoba mató a puñetazos y patadas a otro recluso. Le cayeron dieciocho años y medio más.

Fue trasladado entonces al penal gaditano Puerto III, donde, una vez más, volvería a dejar muestras de su ferocidad. Hace escasos meses la Audiencia de Cádiz lo condenaba a diecinueve años y medio por agredir violentamente en junio del 2016, una década después de haber asesinado a su novia, a varios funcionarios penitenciarios, a uno de los cuales lo alcanzó con un pincho artesanal en la yugular. 

En aquella vista oral, los funcionarios que declararon como testigos denunciaron la saturación del módulo de aislamiento. «Un equipo de seis funcionarios teníamos que vigilar a unos 50 presos con internamiento restrictivo, de los cuales, 16 eran especialmente peligrosos y exigían control directo. Eso es una barbaridad si tenemos en cuenta que en todo el territorio nacional pueden existir sobre unos 50 presos catalogados como peligrosos», recogía entonces el Diario de Cádiz.

Lo cierto es que, dada su evidente peligrosidad, Fabrizio es conducido de prisión en prisión y las medidas de seguridad que se le aplican son extremas. En Teixeiro, a modo de ejemplo, únicamente podía salir solo al patio de nueve a doce de la mañana mientras el personal penitenciario lo controlaba «a través de pantallas, le van abriendo las puertas de manera automática y a distancia camino del recreo. Así lleva dos años y medio, sin hablar con nadie. Cuando necesita algo o tiene alguna queja, que las tiene, lo hace a través de una carta que remite a la dirección», explicaba Alberto Mahía en una información publicada a finales de noviembre pasado.

Ahora solo los funcionarios de la prisión de A Lama los que tienen que lidiar con el Hannibal Lecter de las cárceles españolas.