El Barrio Rojo de Ámsterdam, un «monstruo de varias cabezas» amenazado con el cierre

la voz REDACCIÓN

ACTUALIDAD

Paul Vreeker

El bum turístico ha convertido la zona en inhabitable para residentes y trabajadoras sexuales

06 jul 2019 . Actualizado a las 09:28 h.

El Barrio Rojo de Ámsterdam se ha popularizado entre los turistas tanto que residentes y trabajadoras sexuales denuncian a diario ruido, acoso y molestias. Esto, sumado al desorden, la delincuencia organizada y el tráfico de mujeres, ha puesto sobre la mesa el posible cierre de «un monstruo de varias cabezas», en palabras del municipio.

Ámsterdam y en especial este barrio están asfixiados por el bullicio, la basura que ocupa todas las esquinas, el ir y venir de turistas arrastrando maletas mientras sacan fotografías a las prostitutas como «si fueran monos de feria», y por las frecuentes despedidas de soltero en grupos masivos de turistas ebrios que tiran bicicletas a los canales y beben en la calle, a pesar de que está prohibido.

Desde el anonimato y sin dejarse fotografiar, una joven holandesa de 35 años dedicada a este negocio denuncia que el turismo masivo «espanta a sus clientes» porque muchos no quieren ser vistos cuando entran a una de las habitaciones que esconden estos ventanales y, además, añade, ella se siente agredida por las miradas de los curiosos que las tratan como «un objeto extraño, turístico» y les sacan fotografías a pesar de que ellas lo rechacen.

Lo que advierte la alcaldesa de Ámsterdam, Femke Halsema, es que el debate sobre la situación del distrito de la prostitución «se ha hecho siempre desde un punto de vista moralista» y recuerda que no quiere «expulsar» a las trabajadoras sexuales de la ciudad, más bien insta a la gente a buscar «soluciones prácticas» a un problema cada vez más grave. «Solo tengo tres condiciones: mejorar los derechos humanos de las trabajadoras sexuales, y reducir los delitos y las molestias», afirmó la política de la izquierda verde Groenlinks y primera mujer en dirigir el ayuntamiento de Ámsterdam.

La alcaldesa presentó esta semana un plan con cuatro alternativas futuras para la zona de la prostitución. Las soluciones van desde la eliminación de parte del distrito, hasta el cierre de la totalidad de los 330 ventanales para su traslado a otra zona apartada de Ámsterdam, pero también ofrece opciones menos radicales y sorprendentes, como la ampliación de la zona para dividir más a las multitudes y el cierre de las cortinas rojas de forma permanente para que las prostitutas no sean visibles desde la calle.

«Los escenarios son bien distintos entre ellos. Pero lo que es más importante es que no cierre ninguna ventana sin dar una alternativa. Habían cerrado ventanas antes sin abrir nuevos espacios y eso ha dado pie a problemas. Es más fácil cerrar que abrir un espacio de trabajo, y eso me preocupa», añade Lyle Muns, trabajador sexual y escort de 25 años. La alcaldesa ha hablado de poner a disposición de las prostitutas un hotel con alquiler de habitaciones por horas, como opción para reducir sus gastos y aumentar su seguridad. «Eso está muy bien para que gente como yo tenga un espacio al que pueda ir con mi cliente por una hora, sin tener que alquilar una ventana por medio día. Sería regular el sector», aplaude Muns.