«Llevamos 24 horas encerrados en casa con mi hermana muerta»

maría signo ROMA / CORRESPONSAL

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DANIEL DAL ZENNARO | Efe

Hospitales y morgues de Italia están colapsados. En el primer día de aislamiento total en el país se presentaron más de 2.000 denuncias por salir a la calle sin justificación

13 mar 2020 . Actualizado a las 09:00 h.

«Las instituciones tienen que ayudarnos. Estamos desde hace 24 horas encerrados en casa con mi hermana muerta». Era el grito de angustia que, a través de un videomensaje en las redes, lanzó hace tres días Luca Franzese, un actor napolitano de la serie Gomorra. El joven contaba que estaban esperando el resultado del análisis para saber si eran portadores del coronavirus COVID-19. «Nadie nos dice nada, estamos abandonados», se quejaba. Al fondo, en la cama, el cuerpo de hermana Teresa, afectada de epilepsia, que acababa de fallecer. En la casa estaban siete personas: los dos hermanos, los padres ancianos y la familia de otra hermana, todos en aislamiento preventivo. «La funeraria no viene hasta que nos den los resultados de los análisis», explicaba desesperado.

Finalmente los carabinieri de Nápoles intervinieron para poner a la familia en contacto con una empresa de pompas fúnebres dotada de dispositivos de protección y que se pudo hacer cargo del cuerpo de Teresa. Una vez solucionado, Franzese envió un segundo mensaje en el que invitó a los napolitanos a tomar las debidas medidas de protección.

Los casos como el de Teresa están a la orden del día en Italia, sobre todo en el norte, en Lombardía. Ayer los fallecidos por el coronavirus en Italia alcanzaron los 1.016 muertos mientras que los enfermos llegaron a 15.113, con 1.258 ya curados. En Bérgamo, una de las ciudades lombardas más afectadas, las morgues de los hospitales no pueden acoger a tantos muertos. Por eso se ha habilitado la nueva iglesia del cementerio, donde cada día reciben unos 40 ataúdes en espera de ser enterrados o trasladados a otros cementerios de la zona, ya que muchos de los fallecidos llegan de otras localidades.

En los hospitales se ha prohibido la entrada a los acompañantes. Para las familias, resulta extremadamente doloroso dejar a sus enfermos en una camilla y no volver a verlos. «A mi padre se lo llevaron de casa el lunes y el jueves había muerto -cuenta compungido Enrico Palestra, de Codogno, el primer foco de la infección en Italia-. Se me rompe el corazón pensar que estaba solo cuando murió. Es terrible. Te dicen que se agravó y no sabes qué hacer, ni siquiera puedes abrazarlo».

«Ayudadnos y quedaos en casa»

La foto de una enfermera dormida sobre el ordenador ha dado la vuelta al mundo. Su autora, la médica Francesca Mangiatordi, del hospital de Cremona, hizo una llamada desesperada a los italianos: «Ayudadnos y quedaos en casa, porque si no la situación llegará al colapso», suplicó ante un presentador que no pudo contener las lágrimas.

Roberto Cosentini, jefe de urgencias en el Hospital Papa Juan XXIII de Bérgamo, compara lo que está pasando con un terremoto. Hace tres semanas que, junto a otros 26 médicos y enfermeras, no abandona el hospital y su historia es una señal de alerta: «Ahora llegan 60-80 contagiados al día. Cada vez más y juntos, todos graves y de todas las edades. Llegan sobre todo por la tarde», explicaba ayer al periódico Repubblica. Este medio usa la palabra que todos temen: colapso.

Para evitarlo, la Siaarti, sociedad científica de anestesistas y reanimadores, ha publicado consejos de ética clínica para quienes estos días trabajan en las unidades de cuidados intensivos. Cuando hay varios pacientes para un solo respirador, deben privilegiar a quien es más joven o no tiene otras enfermedades importantes. Una difícil y dura decisión que Christian Salaroli, anestesista reanimador de Bérgamo, confirma: «Esto es como en las situaciones de guerra. No lo digo yo, sino los libros en los que hemos estudiado. Además de la edad y las condiciones de salud, hay un tercer elemento que cuenta y que es la capacidad del paciente para curarse tras la reanimación».

Se intenta salvar a todos, pero muchas veces no es posible. En los hospitales el personal está al límite. Los turnos son interminables y las normas a respetar, muchas. La zona donde están los enfermos está blindada y el personal solo puede acceder a ella con trajes especiales, guantes y máscara. «Durante 4 o 5 horas no puedes beber, comer, ir al baño ni hablar. Además se suda muchísimo con estos trajes», explica Alessandro, enfermero del Policlínico San Donato, en Milán. Lo más difícil es quitarse los trajes, ya que requiere un procedimiento muy delicado para no ser contagiado en un momento en el que, además, el personal sanitario está muy cansado. Durante las pausas, cuando la hay, se va al baño, se bebe y se llama a la familia, a la que estos días apenan ven. Muchos se contagian. Es la gran preocupación y en muchos hospitales como el San Carlo de Milán, han pedido ayuda psicológica.

El primer día de aislamiento total en Italia, donde solo los supermercados y farmacias permanecen abiertos, se cerró con 2.162 personas denunciadas por violar las restricciones impuestas. Los italianos que salen a la calle tienen que presentar un justificante con sus razones para abandonar su hogar. Se realizaron controles a más de 100.000 personas y a casi 19.000 locales comerciales, de los que resultaron denunciados 113. En Roma, siete personas fueron arrestadas, todos ellos extranjeros, mientras jugaban a las cartas en un banco junto a la estación de metro del barrio del Eur, por haber declarado en falso sobre el motivo de estar por la calle.