María Rodríguez: «Se han desmontado mitos, pero falta mucha información sobre el autismo»

Vanessa Touceda / M. S. REDACCIÓN / LA VOZ

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María del Carmen Rodríguez.
María del Carmen Rodríguez.

María del Carmen Rodríguez de Dios, coordinadora de la unidad de diagnóstico e intervención en TEA en el Centro Lingoreta explica las necesidades de los niños con TEA

28 jul 2021 . Actualizado a las 09:47 h.

El trastorno del espectro autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que se manifiesta en los primeros años de vida. Pese a la mayor concienciación social sobre la necesidad de inclusión, muchos menores sufren discriminación por tener autismo. Es el caso del hijo de Iria Novegil, una pontevedresa que denunciaba ayer que, aunque el pequeño había sido admitido en una ludoteca, no se le proporcionaría atención especializada, lo cual en la práctica impedía su asistencia. María del Carmen Rodríguez de Dios, logopeda, especialista en trastornos del desarrollo y atención temprana y coordinadora de la unidad de diagnóstico e intervención en TEA en el Centro Lingoreta (Vigo, Sanxenxo y Gondomar), conoce bien las necesidades de estos niños.

—¿Es recomendable que los niños con autismo estén integrados con otros niños?

—Desde el punto de vista de que son niños y de que son personas, deben relacionarse con los demás. Obviamente, deben integrarse e incluirse dentro de la sociedad, como cualquier otra persona del mundo.

—¿Y qué necesidades especiales tendrían en esta clase de espacios?

—Yo creo que aquí la clave está en el cambio de visión, es decir, no es tanto que nosotros tengamos que hacer adaptaciones especiales para esos niños, sino que los espacios que creamos sean accesibles a toda la población. Es como, por ejemplo, el tema de la sordera y de la lengua de signos, hoy en día lo vemos como algo casi totalmente naturalizado dentro de nuestra sociedad. Hay colegios que incluso dan clases de lengua de signos como una asignatura más. Y con estos niños pasa un poco lo mismo: lo que necesitan en su mayoría suelen ser apoyos visuales que les ayudan a anticipar y a entender mejor el mundo que les rodea, pero la cosa es que son tipos de ayuda y de compensaciones que servirían para toda la sociedad en general. Si esas ayudas visuales las entendemos como accesibles para toda la población tendríamos ya gran parte del problema de la adaptación y de las necesidades de estos niños cubiertas. 

—¿A qué tipo de discriminación diría que están expuestos?

—Principalmente, al no entendimiento. Lo que falta es muchísima información. Uno de los trabajos más importantes que tenemos como sociedad es comprender las diferencias. Lo que falta es muchísima información sobre qué es el trastorno del espectro del autismo y cuáles son las características personales que engloba, de forma general, porque luego cada niño es un mundo. Yo creo que todavía hay muchísimo desconocimiento, falta muchísima conciencia social sobre qué es el autismo.

—¿Qué prejuicios cree que suelen existir en torno a los niños con autismo y con necesidades especiales?

—En cuanto al autismo, creo que poco a poco se han ido desmoldando mitos, desde la época de los 80, a lo mejor, en la que se asociaba autismo con el típico niño del libro que no se relacionaba, que se ponía en una esquina, que se balanceaba, que tenía un retraso mental tremendo... Creo que esa imagen ha ido cambiando poco a poco, pero sí que es verdad que sigue persistiendo la idea de que la persona con trastorno del espectro del autismo es aquella que no quiere relacionarse con los demás, y eso no es así. Es simplemente que no tiene herramientas suficientes para relacionarse, pero la necesidad de relación social es intrínseca al ser humano.

—¿Cómo se pueden paliar estas desigualdades que hay en torno a los niños con autismo desde el ámbito político?

—Lo que falta es entender, que las entidades políticas entiendan qué es el TEA, cuáles son sus características particulares y las necesidades sociales que tiene. A partir de que entiendan esta necesidad y cuáles son estas características, empezarán a ponerse medidas políticas que incluyan a este colectivo.

—Los niños con necesidades especiales ¿deberían asistir a centros educativos especializados o podrían integrarse en uno estándar?

—En líneas generales, se supone que la inclusión obliga a que todos los niños estén incorporados dentro del sistema ordinario de escolarización. El problema es no se está dotando de estrategias, ni de compensaciones económicas, ni de recursos, tanto económicos como profesionales, a los colegios. Yo sí creo en que la inclusión es real y que puede llegar a tener una forma real, pero siempre y cuando se doten de recursos, y para eso hace falta que se invierta dinero. Desde luego que los niños deberían estar incluidos en aulas ordinarias, por supuesto. Eso sería lo deseable para todos los niños. 

—¿Cómo pueden relacionarse con ellos los otros niños y familias?

—Yo creo que la cosa está en saber observar, sobre todo por parte de los papás, pienso. Los niños, evidentemente son niños y si algo tienen los niños es que aceptan muchísimo mejor la diferencia que nosotros. Normalizan muchísimo mejor las características particulares de cada niño. Es cuando uno se va haciendo adulto cuando empieza a ver las diferencias. A nivel adulto yo creo que la cosa está en saber observar, es decir, si yo veo que hay un niño que tiene una forma de relacionarse distinta no prejuzgaría antes, es decir, yo no prejuzgaría que ese niño pueda ser un maleducado o que no se le hayan enseñado normas básicas de relación. Quizás lo que tienen que hacer es preguntarle al profesorado o preguntarle al propio papá: “Oye, a tu hijo, ¿necesitas que lo ayude de alguna manera? ¿Tiene alguna forma particular de comunicarse? ¿Podrías enseñarme cómo puedo hacer con él?” Porque los padres siempre van a ser, en última instancia, los que mejor conozcan a su hijo y sepan cómo comunicarse con él. 

—¿Qué papel tienen los servicios de psicología y pedagogía?

—Yo creo que fundamental. Los servicios externos de intervención, psicología, logopedia, terapia ocupacional, todos los servicios sociosanitarios, digamos, que tienen que intervenir con este tipo de niños, a lo largo de su ciclo vital son fundamentales, porque al final se convierten en acompañantes del ciclo vital de esa persona.

—Y por último, ¿cómo pueden identificarse los trastornos de desarrollo, aprendizaje, por déficit de atención e hiperactividad o por ejemplo, de conducta?

—Hay determinados signos que nos pueden ir indicando que algo no va bien. Uno de los principales es el lenguaje. Cuando el lenguaje lleva un inicio tardío podemos prever que haya algo más grave por ahí, que no tenga contacto visual, por ejemplo, que no te mire a los ojos… Hay muchos signos de alarma y depende también de cada trastorno, de cada dificultad y de cada niño, pero, en líneas generales, el lenguaje va a ser un indicador bastante claro de que algo en el desarrollo no está yendo bien.