Los últimos minutos de la periodista de Al Yazira: «Le dispararon deliberadamente»

Sara Gómez Armas YENÍN / EFE

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La periodista palestina Shatha Hanaysha (2d), quien vio desplomarse a su lado a la periodista de Al Yazira Shireen Abu Akleh por un disparo en la cara, mientras les llovían las balas, posa junto a un cartel en memoria de la periodista de Al Yazira Shireen Abu Akleh, en Yenín,
La periodista palestina Shatha Hanaysha (2d), quien vio desplomarse a su lado a la periodista de Al Yazira Shireen Abu Akleh por un disparo en la cara, mientras les llovían las balas, posa junto a un cartel en memoria de la periodista de Al Yazira Shireen Abu Akleh, en Yenín, Sara Gómez Armas | Efe

La periodista palestina Shatha Hanaysha relata como vio desplomarse a su lado a su admirada Shireen Abu Akleh por un disparo en la cara

28 may 2022 . Actualizado a las 08:48 h.

«Nos apuntaron deliberadamente porque no había nadie más en el área, no había gente, ni mucho menos milicianos armados», asegura la periodista palestina Shatha Hanaysha, quien vio desplomarse a su lado a su admirada Shireen Abu Akleh por un disparo en la cara, mientras les llovían las balas. La muerte de la veterana periodista de Al Yazira la mañana del 11 de mayo, cuando cubría una redada del Ejército israelí en Yenín, en el norte de Cisjordania ocupada, ha conmocionado a la sociedad palestina, que veía en ella un referente periodístico y un rostro habitual en las pantallas desde la segunda intifada.

Shatha, una reportera palestina de 29 años, creció viéndola en televisión y fue ella quién la inspiró para decidir con solo seis años que sería periodista. Hoy todavía no asimila que fue la última persona que Shireen vio antes de morir, cuando trataban de ponerse a resguardo de las balas pegadas al muro de una fábrica, convertido hoy en un mural homenaje a la reportera y en lugar de peregrinaje para rezar por ella.

Shireen, Shatha, Alí —herido en la espalda por otra bala— y Mujahed, los cuatro periodistas, fueron esa mañana a cubrir una nueva redada israelí en el campo de refugiados de Yenín, donde estos operativos se suceden casi a diario en los dos últimos meses. Israel considera el lugar «foco de terrorismo» y estas incursiones suelen desencadenar enfrentamientos ante la respuesta de milicias palestinas armadas con presencia en el campo.

«Los cuatro llevábamos chaleco y casco, con el cartel de prensa grande y visible. Estábamos listos para comenzar a trabajar, tomar imágenes de lo que estaba ocurriendo, como siempre. Vimos los vehículos del Ejército israelí en lo alto de la calle y esperamos abajo unos cinco minutos para que se dieran cuenta de que éramos periodistas. Cuando nos acercamos, comenzaron los disparos contra nosotros», relata Shatha, todavía en shock, en el mismo lugar de los hechos en una calle próxima al acceso principal al campo de refugiados.

Entre dibujos y fotos con el rostro de Shireen, banderas palestinas y kufiyas -pañuelo palestino-, en ese muro se ven los impactos de bala de las tropas israelíes dirigidas «deliberada y directamente» a los cuatro periodistas, según el relato en primera persona de Shatha.

Su versión fue corroborada el jueves al conocerse los detalles de la investigación oficial del fiscal general de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), así como las llevadas a cabo esta misma semana por medios como CNN o AP con expertos independientes. Todos concluyen que la bala que mató a Shireen procedía de fuego israelí, y algunos incluso apuntan a un ataque intencionado.

El Ejército israelí sostiene que en la zona había palestinos armados disparando «en todas las direcciones» y que la muerte de Shireen puedo provenir tanto de ellos, como de un soldado israelí, aunque aseguran que sin la bala letal que la ANP se niega a compartir con ellos, no pueden determinar la fuente del disparo. 

Cuestión de minutos

Todo ocurrió muy rápido, en cuestión de minutos. Ante la incesante tormenta de disparos, Shireen y Shatha —que logró parapetarse detrás de un árbol que le hacía de escudo— acordaron entre gritos salir corriendo hacia la carretera principal, alejándose de los vehículos militares de donde provenía el tiroteo, pero no tuvieron tiempo.

«Estaba esperando a que Shireen se acercara a mí para salir corriendo juntas y se desplomó en el suelo. Los disparos seguían. Pensé que se había caído, no me di cuenta que una bala le había impactado. Entonces vi que no se movía, y tirada boca abajo, no parecía estar respirando. Ahí entendí que le habían disparado», recuerda.

A escasos metros, Shatha extendió su brazo, sin salir de la protección del árbol, «para zarandear a Shireen y ver si despertaba», pero ya estaba muerta, como confirmó en cuestión de segundos el charco de sangre que se desparramó en torno al cuerpo.

«Llevaba casco y chaleco, le dispararon deliberadamente en la cara, el único resquicio de su cuerpo desprotegido», lamenta Shatha, quien insiste repetidamente en su relato en que en la zona donde estaban no había ningún palestino armado, ni se encontraban en fuego cruzado.

«Iban a por nosotros. No fue un accidente», asegura. «En ningún momento, ni después de herir a Ali, ni después de que Shireen cayera al suelo, cesaron los disparos», puntualiza.

Shatha ha vuelto varias veces al lugar de los hechos, como tantos palestinos que acuden al mural para rendir tributo a la veterana periodista, convertida hoy en un símbolo de unidad nacional. Quienes reconocen a Shatha la abrazan y le dan las gracias por su valentía al contar su testimonio y todo lo que sucede en Yenín.

«Cuando regresé y vi los agujeros de las balas en el árbol, entendí que trataron de matarme», admite Shatha, quien ahora se pregunta quién va a proteger a los periodistas palestinos que están en la diana de «la ocupación israelí» porque no quieren que se cuente lo que pasa en Palestina.