Amor y odio en Bucaramanga, el feudo del populista Rodolfo Hernández

HÉCTOR ESTEPA BUCARAMANGA / E. LA VOZ

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La publicidad del candidato Rodolfo Hernández en un puesto ambulante.
La publicidad del candidato Rodolfo Hernández en un puesto ambulante. HÉCTOR ESTEPA

La ciudad colombiana se volcó con el aspirante en la primera vuelta, pero no olvida algunas de sus promesas incumplidas como alcalde

16 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Bucaramanga es el feudo electoral de Rodolfo Hernández. El controvertido candidato populista a la presidencia de Colombia —llega a la segunda vuelta de este domingo empatado en las encuestas con el izquierdista Gustavo Petro— fue alcalde de la ciudad, capital de la región de Santander, una urbe vibrante y tropical, de altos edificios rodeados por las verdes montañas andinas, que crean un skyline muy particular. 

Sumergirse en Bucaramanga supone encontrar en cada esquina publicidad electoral de Hernández, un constructor de 77 años que tiene una fortuna de unos 100 millones de dólares. Hay pegatinas con el amarillo de su campaña en los coches, en los locales comerciales, en los carritos de los vendedores ambulantes y hasta en los estuches donde los limpiabotas guardan sus utensilios de trabajo. «No había llegado hasta ahora un señor que le hubiera puesto mano dura a esos politiqueros que llevan 200 años haciendo estragos en el país», comenta Juan Carlos Rivera, mientras saca brillo a las botas de un cliente en la plaza central de la ciudad.

Hernández consiguió el 64 % de los votos en Bucaramanga y el 67 % de toda la región de Santander en la primera vuelta, un apoyo decisivo para pasar a la segunda ronda de este domingo.

Derrotó, como su rival, al establishment —aunque ahora parte le apoya para evitar que Petro sea elegido— con un programa poco detallado, basado en la lucha contra la corrupción, a pesar de que el propio candidato deberá ir a juicio a finales de julio por un caso de presuntas irregularidades en la adjudicación de un contrato de basuras en el que uno de sus hijos es acusado de cobrar sobornos. «Es un personaje democrático y ama la libertad. No va a expropiar ni a democratizar nada como los izquierdistas», confía Eduardo Escobar, uno de sus amigos de infancia. 

Pero no todos en Bucaramanga le adoran. A Hernández le acompaña la polémica. Abofeteó en público a un concejal, amenazó a un cliente con pegarle un tiro —algo muy delicado y poco inocente en un país donde las amenazas se cumplen—, dijo que era seguidor del «pensador alemán Adolf Hitler» —luego señaló que en realidad se refería a Albert Einstein— y apuntó que era «una delicia» tener a «hombrecitos» pagándole intereses por las hipotecas de sus edificios, que él mismo cobra. 

Promesa incumplida

Hernández imprimió, durante su campaña electoral a las municipales, 20.000 cartas intercambiables por una vivienda si llegaba a ocupar el cargo de alcalde. Las repartió por los barrios más pobres de Bucaramanga. Ya en el consistorio, dijo que no iban a ser casas, sino «lotes con servicios», y más tarde admitió que no entregaría ni uno al final de su mandato, en el 2019.

En Altos del Kennedy, una favela bumanguesa erigida en la ladera de una colina, recuerdan bien la promesa. «Fuimos engañados», clama Alfonso Morales, que habita una pequeña casa de ladrillo al descubierto en el barrio, y está desempleado. Sobrevive con lo que consigue vistiéndose de guardia de seguridad y cuidando informalmente coches aparcados y puestos comerciales.

En uno de los mercados de la ciudad trabaja Jesús Moisés Leaño. También él recibió la carta. «Rodolfo no tiene la capacidad para gobernar un país. Es un personaje egoísta, al que realmente le falta demasiado en relaciones humanas y ética profesional», se queja, entre las papayas, aguacates y bananos que vende, mientras de fondo se escucha el bullicio de una ciudad que podría ser clave en una elección presidencial muy ajustada.

John Jairo Claro sufrió uno de los episodios de cólera más conocidos de Rodolfo Hernández.
John Jairo Claro sufrió uno de los episodios de cólera más conocidos de Rodolfo Hernández. HÉCTOR ESTEPA

John Jairo Claro, agredido por el aspirante populista: «Es simplista, lenguaraz, mitómano y misógino» 

John Jairo Claro es el coprotagonista de uno de los episodios de cólera más conocidos de Rodolfo Hernández. El incidente ocurrió en noviembre del 2018 durante una reunión en la alcaldía entre el músico, artista y entonces concejal de Bucaramanga y el hoy candidato presidencial para hablar sobre un tema local. Ambos grababan la escena. En un momento dado, la discusión se tensa y Claro recuerda a Hernández la relación de uno de sus hijos con un controvertido político y empresario local. «¡Miente, hijueputa!», maldice a voces el alcalde, antes de propinar un sonoro guantazo en el cuello al concejal. Cuatro años después Claro recibe a La Voz en su casa de Bucaramanga, donde vive con su esposa y seis perros. 

—¿Quién es Rodolfo Hernández?

—Él es un tipo simplista. Es errático, demagogo, lenguaraz, mitómano, misógino… tiene un discurso gaseoso de poca profundidad.

—¿Cómo logró promocionarse tras su paso por la alcaldía? Tiene mucho apoyo en Bucaramanga

—Colombia es un país indignado y cansado de la corrupción. Él ha sabido canalizar esa indignación desde la simplicidad, y la emoción. Tiene dos versitos muy elementales y con eso está enamorando al electorado colombiano, diciendo que le va a quitar la chequera a los ladrones. Pero en el fondo, no hay nada. Es populismo barato. 

—¿Cómo puede hacer campaña contra la corrupción un candidato que va a juicio por corrupción?

—Colombia ha sido gobernada durante los últimos 200 años por la mentira y el engaño y en esas llega Rodolfo, un mentiroso, un difamador y un calumniador. Además, con ese lenguaje vulgar y soez. Somos un paraestado y el hecho de que un personaje como él fuera presidente sería el acabose institucional. No respeta el Estado de derecho. Él reta a la ley. 

—¿Cómo se desempeñaría en las instituciones internacionales?

—¿Pues qué tal que tenga un contradictor de algún otro país en la ONU, en la OEA o en el Parlamento Europeo? Entonces haríamos el oso, el ridículo. Nosotros somos un país de gente muy buena, muy capaz, y que llegue Rodolfo para dirigir los destinos de Colombia es una vergüenza. Sería el saltimbanqui en cualquier escenario nacional o internacional.