Sara Puig, acuarelista de embriones: «Poner color a las ecografías me ayudó a sacar el dolor»

Alejandra C López / A. A.

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Sara Puig Alier, autora de «Abecedario Infértil», logró convertir su duro esfuerzo por ser madre en células de acuarela

27 ago 2022 . Actualizado a las 10:49 h.

En los períodos más oscuros, el color que ahora llena su perfil de Instagram y sus talleres de acuarela se esfumó. Sara Puig Alier (@sarapuigalier) sentía que no podría cumplir su sueño de ser madre. Pero, llegado un punto, logró convertir su dolor en células de acuarela.

Una cirugía en la juventud condicionó su fertilidad. Lo que no sabía Sara es que le costaría seis años llevar un embarazo a término. El arte como herramienta la ayudó a sobrellevar los momentos más difíciles. Hoy, como madre, sigue pintando embriones para clínicas de reproducción y para familias que atraviesan procesos como el que ella afrontó.

—¿Qué papel tiene el arte en tu vida?

—Yo nunca pinto por pintar, sino con un sentido, que solía encontrar en lo humano. Soy educadora social y trabajé en centros con chicos con drogodependencia o en condiciones vulnerables. Además, para el grado de artes en Argentina, hice un proyecto con autistas. Así que siempre ha sido una herramienta.

—¿Y cómo se hizo presente en el proceso de infertilidad?

—Hubo una época en la que estaba completamente bloqueada y deprimida, porque la vida no me permitía eso que tanto quería: ser madre. Fueron seis años con muchas caídas y embarazos que terminaban en aborto. Sin embargo, pintar era innato para mí. En los períodos más complejos lo hacía en blanco y negro, pero luego me ayudó ponerle color. Me permitió continuar, pero no pensaba hacerlo público. Simplemente, era una forma de sacar el dolor.

—¿Cuándo estalla el color?

—De este proceso vital tan doloroso, surgió mi proyecto profesional. En muchas clínicas de fertilidad, cuando te hacen una fecundación in vitro, te dan la foto del embrión que te han puesto. Yo pasaba esas imágenes en blanco y negro a colores. Hay una comunidad grande de mujeres que nos acompañamos virtualmente y a través del hashtag #InfertilPandy compartimos nuestra historia. Yo empecé a publicar mis dibujos y ahora vendo las ilustraciones a clínicas y pacientes. Actualmente también hago talleres de duelos gestacionales. No es una terapia, pero a veces lo único que te queda de un bebé es una ecografía y es bonito poder conservarlo. Pasar de la hoja en blanco a algo creado ayuda a sanar.

­—¿Y el «Abecedario infértil» cómo se gesta?

—Ya tenía a mi hija y dije: «Guau, ahora soy madre, cuántas palabras son tan propias de la infertilidad», y pensé en hacer un proyecto. Pero no fue hasta el covid, en que se detuvo el mundo, cuando propuse en mi cuenta de Instagram cada día tomar una letra, que mis seguidoras me dijeran las palabras que se les ocurrían relacionadas con la infertilidad, y yo ilustraba y compartía un pequeño texto con la palabra elegida al día siguiente. A la tercera letra, Magui Funes [de Ediciones Hormonales en Argentina] me dijo que podíamos hacer un libro. Fue una creación colectiva de nuestro sentir. Un año después de publicar la letra Z, en febrero del 2021, imprimimos el libro. Ha viajado por muchos lugares.

­—¿Cuál fue la letra que más te marcó?

—La C, de culpa. Sientes que eres la responsable. El hombre está presente, pero el cuerpo analizado e intervenido es el tuyo… Yo sentía que era «inembarazable». Mi pareja quería ser padre y yo pensaba: «A lo mejor está conmigo y pierde uno de sus sueños». Sientes que eres tú quién falla, no una enfermedad que tuviste o la medicina....

­—¿Y la letra que más te costó?

—Hubo dos que me costaron mucho: la W, que no iba a hacerla y la convertí en dos V: vientre vacío. Luego la Z, que no era solo la última letra, sino un cierre. La palabra fue paz, quería dar el mensaje de que, más allá del resultado final del proceso, lo más importante es centrarte en ti.

—¿Cuál ha sido la respuesta?

—Ha sido un éxito. Las mujeres me dicen que se sienten muy acompañadas y, en las clínicas de fertilidad, que les ayuda a comprender a las pacientes, porque a veces los médicos son muy ajenos a eso que pasamos. Yo pensaba que iba a ser un libro muy científico, pero al final es una voz colectiva muy emocional.

—¿Faltó alguna palabra?

—Hay una chica que me dice que me faltó el positivo. Pero ese es un resultado al que no llegamos todas. He tenido cuidado de no herir a otras. A veces salen bien las cosas, pero creo que nos podemos centrar más en la fortaleza interior. Yo traté de elegir lo que sentía que más nos representaba a todas, y a mí.

—¿Qué mensaje querías transmitir con este libro?

—Quiero que nos haga sentir menos solas, menos raras. Que sea un abrazo.