El drama de una emigrante: cómo sobrevivir con una jubilación de 2,65 euros

Nacho G. Ruano REDACCIÓN

EMIGRACIÓN

Socios de Asopeve tras la celebración de una reunión
Socios de Asopeve tras la celebración de una reunión ASOPEVE

Los retornados de Venezuela luchan porque les vuelvan a transferir las jubilaciones que les niega el gobierno venezolano desde abril de 2016

03 dic 2018 . Actualizado a las 18:31 h.

«He tenido que vivir una pensión de viudedad de 130 euros y una de jubilación de 2,65 euros». Con estas palabras Angelita, una pensionista asturiana retornada de Venezuela, clama contra el abandono que sufre este colectivo por parte de las autoridades venezolanas, que llevan desde abril de 2016 sin transferir las pensiones de estos retornados. Un gobierno venezolano que ni siquiera ha realizado ningún pronunciamiento oficial sobre este abandono de sus obligaciones, dejando desamparados a multitud de pensionistas que se han visto en la obligación de buscarse la vida por su cuenta, por la necesidad de sobrevivir mientras esperan noticias al otro lado del charco.

La asociación de pensionistas venezolanos de España (Asopeve) es uno de estos colectivos que luchan porque sus socios, retornados de Venezuela que piden el abono de sus jubilaciones, puedan disfrutar de lo que es suyo, y que es negado por unas autoridades latinoamericanas que ni siquiera han aceptado las instancias del Gobierno español para la resolución de este conflicto. «Pedimos lo que es nuestro y nos pertenece por derecho. Hemos trabajado muchos años para ganarnos esta pensión», señala Neila Briseño, una venezolana que reside en España y que trabajó para un ayuntamiento en el país latinoamericano durante 24 años. Briseño subsiste gracias a la ayuda dispensada por su marido y sus hijos.

Porque, como dice Sergio Primiani, presidente de Asopeve Asturias, la ayuda familiar es clave para que los pensionistas puedan sobrevivir con el poco dinero que recibe. «Los familiares han ayudado mucho a los socios. Con 400 o 600 euros al mes no se puede vivir, y los jubilados necesitan un apoyo económico», explica Primiani, que ha sido consciente de las dificultades que todavía pasan estos retornados por la falta de recursos económicos. Unos recursos económicos que incluso son negados por parte del Instituto Nacional de la Seguridad Social, con el que actualmente se hallan en pleno proceso de pleito. «Reclamamos al INSS el pago de los complementos a mínimos, ya que muchos de nuestros socios cumplen las condiciones para optar a esa ayuda, y se nos deniega continuamente, aduciendo que seguimos cobrando las pensiones de Venezuela, cuando no es así. Disponemos de una carta accesible a cualquier socio en la que dejamos muy claro que el gobierno venezolano lleva sin pagarnos las pensiones desde abril de 2016, y el INSS no acepta esa prueba», demanda el presidente de Asopeve Asturias.

Una asociación que es como un oasis para los socios que viven sin apoyo familiar en España, con la única ayuda de Asopeve para sobrevivir. Este es el caso de Concepción, que tras la muerte de su marido sobrevive a duras penas con una ínfima pensión de viudedad de 46 euros y otra de su padre de 400, que no le da para llevar una vida normal. «Estoy sola, la familia que me queda no me apoya, y esta asociación es como una verdadera familia para mí. Gracias a ellos me siento acompañado y querida. Vine hace dos años de Venezuela porque la situación era insostenible. Le dejé un poder a mi hijo para que vendiese el piso. Se juntó con una venezolana y acabaron quitándomelo. Toda tu vida, que te roben la casa y te roban tu vida», comenta con tristeza, y recuerda los difíciles momentos que vivió con su marido en este país. «Con el dinero que ganaba mi marido, que era empleado público en Venezuela, no se podía comprar ni dos docenas de huevos. Dos euros tenía al mes de sueldo», explica.

A pesar de los miles de kilómetros que les separan del país latinoamericano, los retornados viven con mucho pesar la situación de Venezuela, y algunos no dan crédito a cómo «un país con una base tan buena puede acabar así». «Cuando fui a trabajar en Venezuela en 1966 tenía 24 años. Estaban los americanos, que manejaban el petróleo, y al país le daban concesiones. Se vivía maravillosamente bien: veía los supermercados y me volvía loca. Además, las universidades ahí son muy buenas, con unos estudios altamente competitivos. Se está viendo ahora que los venezolanos están emigrando y acaban trabajando en empresas muy buenas. ¿Cómo es posible que políticamente se arruine un país con unas condiciones así? Me vine a los tres años de llegar Chávez, cuando veía que eso se empezaba a descontrolar. Luego volví tres veces, pero la situación cada vez iba a peor», relata Angelita, una de las múltiples retornadas que sufren en la distancia el colapso del país latinoamericano. Mientras los pensionistas luchan por sus derechos en España, desde Venezuela solo llega el silencio y la desesperación.