Una auxiliar de la UCI contagiada de coronavirus: «Salí de mi casa pensando que no iba a volver más. Me vi morir»

carmen liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

Begoña Roces
Begoña Roces

Begoña Roces, que aún se está recuperando de la enfermedad, asegura que su pesar es «no poder estar en el hospital ayudando»

25 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Begoña Roces es desde hace casi dos años técnico de cuidados auxiliares de enfermería (TCAE) en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del HUCA, aunque con anterioridad ya había estado otros siete años destinada ahí. En la misma UCI en la que trabaja tuvo que ser ingresada a mediados de marzo tras haberse infectado de COVID-19, según supone, mientras desarrollaba su labor, aunque matiza que «eso nunca se podrá saber a ciencia cierta». Lo que tiene muy claro es que el virus casi acaba con su vida porque afectó gravemente a sus órganos vitales. «Salí de mi casa pensando que no iba a volver más. Me vi morir», asegura esta profesional. Pese a conocer los riesgos del coronavirus y haber estado haber tenido su particular batalla con él, su «pesar» es «no poder estar allí ayudando» a compañeros y pacientes en la lucha contra una pandemia que en sus 40 años de profesión nunca había visto. 

«En mi vida vi nada similar, porque ni la gripe A ni ningún otro virus es comparable», señala enfatizando que, además, «no estábamos preparados para lo que vino». «Nadie sabía cómo iba a salir esto hasta que se fue poco a poco conociendo. Al principio los protocolos eran cambiantes todo el tiempo y había que añadir la incertidumbre de la disponibilidad de material: a veces faltaban mascarillas, después disponías de ellas pero escaseaban otras cosas», señala la misma.

Esta auxiliar de enfermería del HUCA, que aún continúa de baja, explica que sus síntomas comenzaron «dos o tres días después» de acabar un turno de noches en la UCI. Tras advertir de sus síntomas y dejar de trabajar, la recomendación fue que permaneciera en cuarentena en su casa. A partir de ahí asegura que empezaron nueve días horribles, nueve días en los que se encontraba «tan mal que estuve todos esos días sin comer ni beber». Comenta Begoña Roces que las veces que contactó con el 112 para advertir que cada vez estaba peor le apuntaban que «si respiraba bien no había problema». Sin embargo, pasados esos nueve días volvió a llamar «para que me vinieran a buscar porque no podía más, no me salía ni la voz del cuerpo», añade la misma, que incide en que cuando se hace una valoración por teléfono «no te ven» cuando en muchos casos el propio aspecto del paciente «da señales» de que algo no va bien. Para ella el colmo de la situación fue que «me llegaron a decir que si no podía ir yo», pero asevera que «no me mantenía en pie» y que si aguantó fue «porque me lo decían los facultativos».

«La enfermera que vino a buscarme me dijo que no había visto a nadie tan malo como yo», manifiesta Begoña, que llegó al HUCA con 7/4 de tensión, un fallo hepático y un fallo renal. «A mi neumonía no me lo diagnosticaron nunca», confirma la misma, que opina que sobre el COVID-19 «van descubriendo sobre la marcha que genera otras afecciones», como a ella le sucedió.

Su estado era tan grave que tuvo que permanecer dos días y medio en la UCI y el resto de días, hasta diez, en planta. Aún así, casi un mes después, continúa de baja «porque lo del hígado va muy lento y el riñón tiene que funcionar bien del todo». Con especial emoción recuerda el tiempo que pasó en la misma unidad que constituye su lugar de trabajo: «la soledad que tienes y los momentos tremendos pensando que es mi lugar de trabajo y que ahora estoy allí…», dice con la voz entrecortada. Especialmente agradecida está a los profesionales que la atendieron en la UCI, a sus compañeros por «lo bien que me trataron. Son todos unos profesionales tremendos», incide Begoña Roces con pesar por no poder seguir al pie del cañón y ayudar en la lucha contra el coronavirus porque sabe que las jornadas laborales son «muy intensas», además de por la carga de trabajo, por el estrés que conlleva el protocolo de protección. «Te vistes, te desvistes, te vuelves a vestir con el EPI… y el equipo cuando te lo pones es tremendo, porque aunque la bata es amplia, da calor y agobia». Aún así, esta sanitaria apostilla que «te acostumbras» al igual que a establecer una dinámica de trabajo para «hacer todo cuando entras en un box y así entrar lo menos posible».

Ayuda psicológica para los profesionales sanitarios

A lo que no se acostumbra es «a ver a la gente tan malina», porque aunque pone de relieve que los profesionales de la UCI están habituados a ver fallecimientos de pacientes, «esto sobrepasa todo. Una cosa es contarlo y otra vivirlo, porque es completamente diferente», indica Begoña Roces, que considera que cuando esta pandemia esté más o menos controlada será necesaria «ayuda psicológica para los sanitarios» porque «la angustia que vas acumulando tanto tiempo es tremenda», hasta el punto que «hay personal que llora». 

A esto añade el bucle en el que entran los profesionales sanitarios que hacen frente al coronavirus. «No desconectas de lo que pasa en la UCI, te lo traes a casa cuando en condiciones normales si logras aparcar lo que pasa en el hospital, pero en esta situación, no desconectas», insiste. Y una mención entiende que hay que hacer a los sanitarios que se reincorporan después de haber pasado la enfermedad: «los mandan a trabajar cuando todavía están regular porque falta personal, pero aunque den negativo siguen estando débiles».

Justamente porque sabe que «hay compañeros con mucho estrés, con un bajón tremendo y que acumulan cansancio», Begoña Roces querría estar «ayudando». Pone por delante que «mi trabajo me encanta a pesar de todo. Me gusta cuidar a los enfermos, si no, no estaría ahí». Además, de todas las unidades en la que ha estado destinada (también estuvo en plantas como la de medicina interna) se queda con el trabajo de la UCI, porque aunque es el lugar en el que están los pacientes más graves, «cuando salen es una satisfacción enorme».