«Oviedo, por su estructura urbana y su extraordinario entorno rural, podría aspirar a ser la ciudad agropolitana de referencia del norte de  España», propone Jaime Izquierdo

Al sur de la ciudad italiana de Milán, se despliega un enorme cinturón metropolitano de 47.000 hectáreas y 61 municipios en el que la agricultura es la actividad principal. El Parque Agrícola del Sur de Milán, que es como se le conoce desde que se creó en 1990 como sistema de protección territorial y ambiental, ha sido ejemplo desde entonces para las numerosas iniciativas con las que las pequeñas y medianas ciudades europeas diseñan planes, municipales o comunitarios, para la gestión agroalimentaria y agroecológica de su periferia rural. En países como Francia existen también ciudades comestibles como Rennes, la capital de Bretaña, en la que cultivar vegetales y criar animales ya se ha convertido en una dinámica, tanto dentro de la villa como en su entorno rural, a la que cada día se suman más habitantes, como campesinos y/o como consumidores.

E incluso aparecen iniciativas que recuperan prácticas ancestrales como el pastoreo itinerante dentro de la ciudad, como ocurre en Villeurbanne, situada en el área metropolitana de Lyon y en la que, desde hace un par de años, un rebaño de ovejas es protagonista de un proyecto en manos de voluntarios con el que se contribuye a mejorar el conocimiento de la producción agroecológica entre adultos y escolares. Las múltiples posibilidades y oportunidades que se abren cuando la ciudad recupera su relación con el campo periurbano tienen como gran ventaja contribuir a la seguridad alimentaria que es ahora más necesaria si cabe tras lo ocurrido con la pandemia de la covid-19.

Y así lo están viendo en muchos países europeos que ya han iniciado en sus ciudades esta transición hacia una política alimentaria agroecológica, en la línea de la Agenda Alimentaria Urbana con la que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) busca fomentar la sostenibilidad social, económica y ambiental de los sistemas alimentarios y mejorar la nutrición en las zonas urbanas y periurbanas.

Pero que la planificación urbana empiece a tener en cuenta su medio rural de proximidad también es fundamental para hacer frente a desafíos, provocados precisamente por haberle dado la espalda, como proteger la biodiversidad agrícola y silvestre, mejorar la calidad de los suelos, mitigar el cambio climático y, por supuesto, superar las consecuencias de haber abandonado la producción y el manejo agroecológicos que mantenían un paisaje con identidad, equilibrado y sin riesgos de incendios ni plagas de jabalíes como en la actualidad.

A la urbe que recupera esa relación responsable con el campo inmediato es a la que el escritor y experto en medio rural Jaime Izquierdo llama «ciudad agropolitana», concepto al que dedica un mayor desarrollo en su último libro (La ciudad agropolitana. La aldea cosmopolita), cuya publicación coincidía el pasado septiembre con su nombramiento como Comisionado para el reto demográfico de Asturias. Ese libro incluye como anexo una propuesta de bases concreta para que en Oviedo se ensaye la primera ciudad agropolitana de Asturias, siguiendo la tendencia general que ya está en marcha en Europa.

«Oviedo, por su estructura urbana y por su extraordinario entorno rural, es una de las ciudades idóneas para ensayar una propuesta vanguardista de futuro. Tiene una extraordinaria potencialidad desde el punto de vista territorial y de los recursos naturales. Podría aspirar a ser la ciudad agropolitana de referencia del norte de España», sostiene Izquierdo.

zona rural oviedo.Campiña del concejo de Oviedo. Prados con seto vivo arbolado entre Villamar y Villamorsén.
Campiña del concejo de Oviedo. Prados con seto vivo arbolado entre Villamar y Villamorsén.

¿Qué tiene de especial la zona rural de Oviedo?

El concejo, en el que el 94% de sus habitantes viven en la ciudad, tiene 186 kilómetros cuadrados de extensión y está organizado en 30 parroquias. Como sucede en la gran mayoría de ciudades españolas, su entorno rural periurbano está en proceso de abandono y desarticulación. Lo que diferencia a Oviedo de otras capitales y le otorga un valor excepcional es la existencia de tres montes singulares, cada uno de ellos con una referencia simbólica e identitaria relacionada con una peculiar historia asociada: el Naranco vinculado al origen del Reino; el de Olloniego a la historia minera e industrial de Asturias y el de Caces a la historia campesina de la región.

Instalaciones mineras del pozo Olloniego, en estado de ruina, en el monte del mismo nombre
Instalaciones mineras del pozo Olloniego, en estado de ruina, en el monte del mismo nombre

El resto del territorio rural del concejo se organiza en una trama de aldeas y caserías dispersas en un entretenido paisaje en mosaico que combina huertas, tierras de labor, bosquetes y praderías y todo «a tiro de piedra de una ciudad moderna y acogedora en su estructura urbana que tiene pendiente proyectar una nueva mirada sobre su extraordinario medio rural».

Vista general de la parroquia de Caces desde Sograndio
Vista general de la parroquia de Caces desde Sograndio

De ahí que Izquierdo insista en que es clave que en Oviedo exista una reflexión municipal sobre su medio rural enfocada no sólo a la producción de alimentos, sino también a aprovechar sus valiosas potencialidades para evitar los riesgos que acarrea el proceso de matorralización de los montes, invertir en paisaje y generar unos agroecosistemas multifuncionales que generen alimentación de alta calidad, protejan la biodiversidad, creen nuevos empleos, favorezcan el uso recreativo y ayuden a combatir el cambio climático a través de la prestación de servicios agroecosistémicos.

En su propuesta destaca la atención al «monte Naranco, con unos monumentos prerrománicos de una importancia internacional extraordinaria, pero que tiene un entorno paisajístico muy degradado, con ocalitales y matorrales. Una intervención paisajística agroecológica para el Naranco bien diseñada -y de bajo coste- podría devolver al monte el paisaje medieval original de bosques de roble con castaños, pomaradas, pastizales y ovejas pastando en las cuestas. Con ello, el valor patrimonial del monumento se incrementaría porque el paisaje es también de alta calidad. Existiría una coherencia entre el valor patrimonial del perrománico y el valor paisajístico en el que se enclava y eso requiere una reflexión política conjunta entre el ayuntamiento, los vecinos y el Gobierno regional», considera.

En los otros dos montes, cada uno con sus peculiaridades, el asilvestramiento del terreno es de nuevo un problema. «El riesgo de las ciudades, por el abandono de la zona rural y la matorralización, viene en forma de plagas, por ejemplo de jabalíes, e incendios. Hace 60 años los incendios eran forestales, pero ahora ya muchos incendios son periurbanos. De ahí que las ciudades, por razones no sólo de oportunidad sino ya de seguridad, deben plantear planes municipales para la gestión de su medio rural», indica Izquierdo, que pone de ejemplo el incendio que, debido a un problema de matorralización de la periferia rural, acabó llegando a la capital de Madeira, Funchal, en 2016.

La propuesta plantea gestionar el medio rural de Oviedo mediante diez unidades de concertación parcelaria, tres por cada uno de los montes (Naranco, Olloniego y Caces) y siete para las caserías y las aldeas (San Claudio, La Corredoría, Colloto, Tudela Veguín, La Manjoya, Las Caldas y Trubia). La unidad de concertación parcelaria es como denomina Izquierdo a la unión del conjunto de fincas rústicas en situación de abandono que habría que gestionar con sentido comunitario, sin afectar en todo caso a su titularidad.

En cualquier caso, Izquierdo insiste en que su propuesta es un «sencillamente un documento básico, una propuesta fruto de una reflexión, que pretende llamar la atención de los responsables institucionales, municipales y regionales, y de los vecinos para tomar conciencia de los riesgos que supone el abandono y de las oportunidades de futuro que nos puede brindar de nuevo el medio rural ovetense. No en vano -recuerda-, el medio rural periurbano de Oviedo alimentó a la ciudad durante más de mil años, desde su fundación hasta mediados del siglo pasado».

Santa Marina de Piedramuelle
Santa Marina de Piedramuelle

¿Cómo se articularía la propuesta?

Izquierdo considera que, como ha ocurrido en otras ciudades que se plantean o han dado pasos para revitalizar su medio rural periurbano, primero debería darse un consenso político de todos los grupos del Ayuntamiento de Oviedo. «La razón es simple: son proyectos que sobrepasaban con mucho una legislatura».

Ese consenso ya estaría encaminado en el sentido de que los distintos partidos políticos de Oviedo han venido incluyendo en sus programas electorales interés en que la relación de la ciudad con su medio rural debe cambiar. «El medio rural de la periferia de una ciudad tiene una función importante para el desarrollo sostenible de la ciudad, que era la producción y el manejo agroecológicos, pero la tiene inhibida y la propia Corporación debe asumir que, para dinamizarla, no sólo tiene que contar con los vecinos, sino que además debe abordar reformas importantes», explica Izquierdo.

Entre ellas, menciona las dos más fundamentales: «Una es una perspectiva urbanística que supere lo meramente urbanístico y avance en la idea de la ordenación del territorio, con una visión más amplia que implica qué tipo de paisaje quieres tener en el medio rural. Y una segunda es una revisión de la idea de zonas verdes». En esta última explica que convendría superar el concepto barroco de jardinería pública, que tenía sentido cuando la periferia de las ciudades estaba manejada por los campesinos, «pero en la actualidad se está asilvestrando y empieza a dar síntomas de matorralización y de problemas por falta de uso».

Por ello, hace falta que se la tenga en cuenta como zona verde, pero con una nueva perspectiva que lógicamente nada tiene que ver con la jardinería urbana y sus funciones decorativas. El paisaje del medio rural requiere una intervención más funcional, innovadora y adaptada a las nuevas necesidades -habida cuenta además de las amenazas que está entrañando su descuido-, y en la que se combinen agricultura ecológica, ganadería en régimen de pastoreo y manejo forestal para producir alimentación de proximidad de alta calidad, energía renovable, paisajes rurales organizados en mosaico, conservación de la biodiversidad y seguridad ambiental para la ciudad.

La ganadería que plantea Izquierdo sería novedosa en Oviedo, al apoyarse por ejemplo en rebaños municipales o concejiles ovino y caprino -que ya existieron en otros momentos de la historia y empiezan a surgir en otras zonas de España, Francia y Portugal- que pasten en zonas de cuesta en proceso de matorralización del monte Naranco, además, permitirían redondear el círculo agroecológico con la apertura de nuevas vías de comercialización entre productores y consumidores urbanos y crear nuevas oportunidades laborales emergentes e iniciativas interesantes como en otras ciudades europeas.

¿Cuál sería la cronología de este proyecto?

Si la propuesta despierta el interés para iniciar su andadura se requeriría iniciar un proceso para elaborar lo que se denominaría Plan de Ordenación Agroecológica del medio rural periurbano de Oviedo. El plan tendría cuatro fases. La primera se iniciaría con la elaboración de un inventario de fincas agrarias y forestales, una cartografía que determine su valor agroecológico potencial y su uso actual y propiedad. Con ello, se podría iniciar un trabajo de aproximación con los propietarios para conocer sus expectativas sobre sus fincas, su disponibilidad y las condiciones en las que estarían dispuestos a participar y poder establecer, con esa información, las unidades de gestión o concertación parcelaria. Esta recogida de información debe partir, recalca Izquierdo, del propio Ayuntamiento de Oviedo y de ahí que la propuesta requiera de consenso político.

En una segunda fase, Izquierdo plantea poner en marcha un proyecto piloto de gestión de una unidad rural de concertación parcelaria en el que se incluya un plan de labores y otro financiero y de viabilidad económica. La idea es que ese proyecto piloto se desarrolle en el monte Naranco.

En una tercera fase, que podría desarrollarse en paralelo a las dos anteriores, se explorarían las potencialidades de mercado y consumo de proximidad tanto en particulares, restaurantes, tiendas de alimentación, comedores escolares, centros públicos o grupos de consumo y, en la cuarta, el plan se pone en marcha. «A partir de ahí se irán corrigiendo y asentando conceptos y evaluando las posibilidades para ir desarrollando y poniendo en marcha el resto de unidades de gestión», explica Izquierdo en la propuesta, en la que también se indica que los gestores podrían ser ecocultores públicos -o los nuevos jardineros periurbanos-, empresas o cooperativas colaboradoras, grupos de voluntarios y los propios propietarios de las fincas.

Instalaciones de la finca de El Pevidal, en el monte Naranco
Instalaciones de la finca de El Pevidal, en el monte Naranco

El corazón de todas estas operaciones, y posibilidades, se podría situar en la finca de El Pevidal, ubicada precisamente en el monte Naranco, que no tiene uso y que es de titularidad regional. Esta finca, de 67 hectáreas, podría jugar un papel esencial dentro del esquema conceptual y territorial de la perspectiva agropolitana y la estrategia de gestión agroecológica de la ciudad y del concejo a modo de semillero de ideas, proyectos y posibilidades como las que ya existen en otras ciudades europeas y de otros países: «La idea de futuro es darle un nuevo uso y una nueva funcionalidad con centro neurálgico de gestión agroecológica de la unidad de concertación parcelaria del monte Naranco que sirva de referencia y apoyo para extender ese modelo al resto del medio rural periurbano de Oviedo».

Si el plan se pusiera en marcha, las posibilidades irían surgiendo solas como está ocurriendo en otras ciudades. Desde recuperar razas ganaderas, cultivos agrarios y especies arbóreas propias de Asturias que ahora están de capa caída hasta establecer convenios de colaboración para el desarrollo de actividades de interés social o agroecológico con fines formativos, educativos o de turismo cultural.

Sin olvidar la necesaria transferencia de conocimientos ganaderos y agrícolas que se están perdiendo en Asturias con iniciativas como, por ejemplo, poner en contacto a quienes tengan huerta en la periferia de Oviedo y a quienes quieran echarles una mano aprendiendo, de paso, cuestiones que no sólo ya están en auge sino que van a ser decisivas en el futuro inmediato para poder asegurar la sostenibilidad del sistema alimentario.