La corrupción legal

OPINIÓN

23 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Generalmente nos quedamos con ese robo prohibido por las leyes, como los de Bárcenas, Urdangarín, etc., etc.; ERES, financiación ilegal de partidos políticos y todo eso que por los medios de comunicación todos conocemos. Son una panda bochornosa y que nos avergüenza sobremanera, pero entiendo que solo es la punta del Iceberg, también la prueba del grado de corrupción alcanzado por el sistema capitalista en que vivimos.

Pero se nos escapa la corrupción legal establecida desde las mismas instituciones. Esta es aún más bochornosa porque no se trata de unos cuantos pillos que intentan aprovecharse de las oportunidades que les da el llegar a ciertos sitios desde los que poder actuar y meter la mano donde no debieran.

Ahora que tanto se habla de los paraísos fiscales, ¿No son uno de esos instrumentos legales para ocultar negocios y evadir obligaciones fiscales? Pues bien, la mayoría de los grandes bancos mundiales tienen sucursales en los paraísos fiscales, para facilitar los sucios manejos de sus millonarios clientes y ocultar negocios y beneficios tan repugnantes como los del tráfico de armas o drogas. ¿Por qué nos escandalizan tanto los papeles de Panamá? Y, la pregunta del millón, ¿por qué no se eliminan?

Por el contrario, siguen perfeccionando el sistema de ocultación. Desde el año 2009 empezó a funcionar el Bitcoin, una moneda virtual. Las transacciones realizadas con ella crecen como la espuma y se escapan total y absolutamente al control de todo y de todos. Vamos que no las controla ni Dios.

Otro de esos instrumentos son las sicav. Todo el mundo sabe que sirven para camuflar impuestos, pero las pusieron en marcha, las desarrollan por todo el mundo y las mantienen con todo su esplendor.

Hay un ejemplo muy revelador, nada lejano en el tiempo y que todos recordaremos: El Banco Central Europeo, (B.C.E.) máximo depositario de nuestros caudales y encargado de velar por nuestros interés, se ?propone ayudar? a los países que estaban en peor situación económica, a consecuencia de la gran crisis económica que aún padecemos, como Grecia, Portugal, Italia, España, etc. La forma era prestarles dinero a estos países para que no tuviesen que pagar intereses tan altos y puso encima de la mesa un billón de Euros para ese fin.

Hasta aquí todo parece muy bonito y hasta de justicia. Pero, ¿cómo lo hace? Lo más lógico sería dejárselo directamente a dichos gobiernos. Parece absurdo, pero el B.C.E. ha decidido prestárselo a los bancos al 1% y sin condición alguna. Así que éstos tomaron ese dinero e hicieron el gran negocio prestándoselo al mejor postor, esos países u otros, al cinco o seis por ciento. Es decir que se forraron. Fue un gran traspase de dinero público, al capital financiero privado. ¿De cuántos miles de millones de euros estamos hablando? Nadie nos lo aclarará pero seguro que de muchos. Un fraude o robo, como se quiera definir, pero propiciado desde las entrañas del mismo sistema. Escribiendo este artículo me acordaba de algún bandolero que desvalijaba a los ricos para dárselo a los pobres, pues tiene cierto parecido. Las diferencias están en que aquí se desvalija a los pobres, para dárselo a los ricos, y que, mientras los bandoleros se jugaban la vida, los ricos se dan la buena vida.

Otra forma de traspase de dinero público a manos privadas, también legal pero aún más cruel: es la desestabilización de países por la asfixia económica y política o el bombardeo y ocupación militar. El mismo Papa, refiriéndose a esa situación, nos habla de la existencia de una tercera guerra mundial en diferido. Empezaron por Afganistán, Irak y todo lo que le siguió, hasta tener a varios países viviendo una guerra atroz, con miles y miles de muertos y refugiados. ¿Lo hacen para defender la democracia, el bien público, la paz, etc., como dicen, o lo que buscan es un beneficio propio? El caso de Irak, sangrando todavía por todas sus heridas, es posiblemente el ejemplo más evidente, lo que buscaban y encontraron, fue su abundante petróleo, además de beneficiar a sus empresas armamentísticas. A su vez, agrandar su poder estratégico, político y militar. ¿Cuánto dinero público sale de las arcas de los Estados y van a parar a los bolsillos de las empresas privadas de armamento?

Podíamos seguir con las políticas empleadas con las farmacéuticas, las privatizaciones de servicios públicos como sanidad, educación, de viviendas, etc., etc., pero nos alargaríamos demasiado. Señalar, no obstante, que a mi modo de ver, estamos ante una complicadísima máquina de posibilitar evadir impuestos y traspasar bienes y dinero público a manos privadas. Con el acuerdo de libre comercio que se está negociando ocultamente entre Estados Unidos y la Unión Europea, sus zarpazos a los intereses de los trabajadores, por lo poco que trasciende, serán para echarse a temblar.

Actualmente el mundo está dominado por el capital financiero. Éste no tiene otra finalidad que ganar dinero, como sea y sin ningún escrúpulo. Nadie les eligió, pero imponen leyes y normas, las cambian (art. 135 de la Constitución Española es un buen ejemplo) o se las saltan a la torera; marcan el sendero, cada día más estrecho, por donde han de caminar los gobiernos elegidos con nuestros votos; a éstos se les permite ir por la izquierda o por la derecha, pero si se salen de la trayectoria, los estrellan.

Por ello esta corrupción, amparada desde el sistema, no se elimina solo con un cambio de personas o de partidos políticos (se nos quiso hacer creer que la elección del actual presidente de EE. UU. Iba a cambiar el mundo y seguimos en el mismo pantano). Muchos ciudadanos piensan, de buena fe, que la solución es encarcelar a los corruptos, elegir a representantes honrados y que ya está. Pero como queda reflejado en todo este escrito, la cuestión es mucho más complicada. En principio su solución ha de venir desde abajo, de grandes movilizaciones internacionales de los pueblos, de sus trabajadores, en el sentido más amplio de la palabra. De todos modos, los partidos políticos que quieran impulsar cambios profundos en la sociedad, creo que han de entender la justa interrelación entre los distintos países, basarse en potenciar la solidaridad entre sus pueblos y partir de una idea clara: su fuerza no se la dará solo el número de diputados, aunque fuese mayoritario, sino y principalmente, su capacidad para movilizar los trabajadores y conseguir su apoyo activo y permanente. La más extensa movilización de los pueblos, particularmente de sus trabajadores será la única posibilidad de parar tanto ladronicio y barbaridad. No le demos más vueltas.