Libros y perros

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

05 jun 2016 . Actualizado a las 10:14 h.

T odos los años agonizaba mayo y en el parque madrileño del Retiro ocurrían dos milagros: la Feria del Libro y la exposición internacional canina, dos eventos que se convirtieron en pasiones de por vida.

Ahora que estamos en temporada se agradece la Feria del Libro porque es justo ser agradecido con quien te ha facilitado el bien insuperable de la pasión por los libros.

La gente que disfruta con la lectura posee muchas ventajas a la hora de transitar por este valle de lágrimas y sushi. Nunca se aburre, la playa, el tren, la sala de espera, el sillón orejero... Cualquier lugar es bueno para leer un libro en cualquier momento.

Mientras la mayoría -sigue siendo mucha más la gente que no lee- vive una sola vida, el lector vive cientos de ellas y husmea en las profundidades de la conciencia de miles de personajes.

Los lectores tienen más fácil la huida en situaciones delicadas donde la mejor esgrima es una cita oportuna y están dotados de innumerables temas de conversación para poder tentar un velada inolvidable.

Está demostrado que la lectura abre una cantidad enorme de circuitos neuronales y nos hace más inteligentes. Con la lectura, el tiempo y el espacio se comban, tanto puedes andar conquistando América como charlando con Vladimir Putin. Te vuelves más relativo.

Leyendo practicas un permanente psicodrama simbólico que te enseña a sentir, a ponerte en el lugar del otro, a conocer las emociones ajenas y te puede salvar cuando sólo conoces la versión de ti mismo y de tu escarabajo de Wittgenstein.

No necesitan pilas ni cargadores, no se averían, no se rompen, huelen a algo, son fáciles de regalar y gozosos de recibir. Es una esperanza pensar que cada Feria del Libro capta un montón de adeptos a la lectura.

Y al acabar los libros llegaban los perros. La exposición de todas las razas que solo había visto y leído en algún libro de los que había comprado en la feria. Fascinantes.

Conocer los perros no supone conocer a un perro. Los perros son seres singulares con los que nos comunicamos telepáticamente hasta el punto de saber lo que nos pasa el uno al otro. Cada perro es un compañero distinto y los que siempre hemos vivido con perro sabemos que eso es así. Los perros, como los libros, acompañan, enseñan y nos hacen mejores personas.

Tenía un amigo que medía la vida por vidas de perros: «Me quedan dos perros -decía-, ahora tengo a Thor, un gran danés color humo, un buen compañero para la etapa que estoy viviendo. Para la etapa que viene, me voy a hacer amigo de uno más bajito. A lo mejor le echo los tejos al Pincher». No es mala elección.