La urna varada

Jesús Iglesias. Excoordinador de IU Asturias y exsenador TRIBUNA

OPINIÓN

21 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Poco tiene que ver la campaña electoral que estamos viviendo con las que se produjeron en los primeros años de la recuperada democracia. No se llenan hoy estadios de fútbol, ni plazas de toros, ni se organizan pegadas de cartelería y repartos de propaganda en la calle con la involucración de decenas de militantes. De forma lenta, pero constante, se ha producido una evolución en el proceso de difusión del mensaje político de tal manera que la intermediación de los medios de comunicación se ha convertido en el elemento fundamental.

En esta segunda campaña en siete meses, sin vallas ni banderolas por acuerdo de las organizaciones políticas, el instrumento nuclear son las televisiones desde cuyos platós, en entrevistas y debates, o desde la retrasmisión que hacen de unos actos públicos que cada vez más tienen formato de plató, quienes concurren a las elecciones proyectan la imagen y el discurso que quieren hacer llegar a los electores.

Siendo éste el formato, hay que entender que el elemento más importante de la campaña, salvo sorpresas de última hora, fue el debate entre los cuatro candidatos a la presidencia del Gobierno que se celebró el pasado lunes, que debía de haber permitido evaluar, al menos, la capacidad de trasmisión de los líderes y sus propuestas más importantes además de, en consonancia con cómo se conciben en estos tiempos las campañas, dar espectáculo.

Sin embargo, ya constituyó un indicio del escaso entusiasmo con el que alguno de ellos veía su celebración el que se realizase solo cuatro días después del inicio y, por tanto, con menos posibilidades de pesar en la decisión del elector situado frente a la urna. En coherencia con ello, las candidatos estuvieron reservones, sin querer arriesgar y conformándose con el empate.

Rajoy, más institucional, se atrincheró tras la pose de Presidente en funciones, esforzándose en demostrar que Pedro Sánchez ya no es su alternativa, ni el líder de la oposición, por lo que únicamente merecía la colleja de afirmar que sería un pésimo Presidente; e indignándose, en la medida de sus posibilidades, con Albert Rivera por mencionar la bicha de la corrupción. Por su parte Pedro Sánchez, consciente de que si se produce el «sorpasso»  ello supondría el fin de su carrera política, cargó contra Pablo Iglesias que le respondió en actitud franciscana, mientras que Rivera, para demostrar que es de centro porque es lo que le han dicho que toca aparentar, repartió leña para Mariano Rajoy y el podemita, olvidándose del socialista cómo si diera por vivo el pacto que suscribieron tras el 20-D.

Resulta difícil predecir si en estas condiciones se estará produciendo, y en favor de quien,  una movilización del electorado que garantice una elevada participación. Pero es curioso que, otra vez, se vaya a producir la votación sin remover los obstáculos que dificultan el voto de un colectivo que ha aumentado en los últimos años. La concesión de la nacionalidad a los descendientes de los exiliados por la aplicación de la Ley de Memoria Histórica y los expatriados por la crisis económica, han incrementado el número de españoles en el exterior que conforman el Censo de Españoles Residentes Ausentes, que hasta la aprobación de la Ley Orgánica 2/2011 (consensuada entre el PP y el PSOE) y durante 35 años ejercieron su derecho al voto por correo con los mismo requisitos que los demás ciudadanos pero que, a partir de ese momento, se han visto privados del voto en las municipales (al algunos concejos asturianos ese voto decidía la alcaldía) y para participar en los demás comicios han de solicitar expresamente su inscripción como electores.

Las consecuencias han sido letales. Si en las elecciones generales inmediatamente anteriores a la reforma del sistema electoral, las de 2008, sobre un censo electoral de 67.643 electores del CERA asturianos, votaron 25.101, el 37,1%, en las de 2011, a pesar de haber aumentado el censo hasta los 84.225, sólo fueron escrutados 3.265, el 3,87%. Y el 20-D, en el conjunto del Estado sólo llegaron a emitir su voto en plazo 88.900 personas, lo que significa el 4,7% del censo Electoral de Residentes Ausentes.

Hay que recordar que la figura del voto rogado es totalmente ajena a nuestra cultura democrática y, por ejemplo, se instauró en los Estados sureños de USA para dificultar la participación de los afroamericanos. Pudiera pensarse que en España hay quien no quiere que puedan votar los ciudadanos que tuvieron que abandonar España como consecuencia de sus políticas.