El verano ya llegó, vivan las vacaciones

OPINIÓN

29 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ha dado comienzo el periodo estival de nuestros pequeños, ese momento tan deseado por unos y tan odiado por otros. No olvidemos que muchos papás tienen que resolver de forma estoica esta nueva situación suplicando los servicios de abuelos, parientes o amigos o, en el peor de los casos, remunerando a terceros por algo que en el fondo a todo padre o madre le gustaría hacer -al menos la mayoría? espero-. Desde luego es una realidad contradictoria de una sociedad que aún no ha logrado armonizar la vida familiar con la demanda del mundo laboral, por eso me temo que los padres tendrán que seguir realizando este ingente ejercicio de planificación durante muchos, muchos años más.

Pero, ¿a qué se debe la asincronía entre las descomunales vacaciones escolares y las exiguas vacaciones paternas? Independientemente de esta periódica circunstancia con la que podríamos divagar eternamente, vamos a tratar otro asunto igualmente ambicioso y a la vez más funcional. ¿Dos meses no es demasiado tiempo de descanso para nuestros olvidadizos vástagos?

Excluyendo los motivos conciliadores antes aludidos, está claro que las vacaciones escolares representan una gran porción del año, y en la mayoría de los casos ni se da la información necesaria ni tampoco la formación a los padres para que puedan gestionar ese tiempo tan valioso. Pero antes de seguir vamos a ver qué hacen los menores durante el verano, en el resto de los países próximos. Existen variaciones significativas, siendo el origen no sólo político o cultural sino sencillamente geográfico o climatológico. Su extensión fluctúa entre las 7 semanas del Reino Unido, Alemania o Países Bajos a las 13 semanas de Turquía, Portugal o Italia. Los escolares españoles gozan tan sólo de 11 semanitas estivales al igual que Grecia? El triple que algunos papás y mamás? con suerte.

Una vez redimidos por no ser los más ociosos del continente, la pregunta sigue pendiente ¿Son necesarias tantas vacaciones? No debe tentarnos la frivolidad, la respuesta es? -depende de su calidad-. Ya en los años 60 algunos estudios como el famoso informe Coleman en EEUU, nos decía entre otras cosas que el rendimiento escolar no sólo se lograba por la influencia de los centros educativos, sino de los periodos de descanso que condicionaban o explicaban las diferencias académicas entre los alumnos. En la misma línea otros estudios demostraron que los desfases producidos entre aquellos alumnos que durante el curso anterior habían presentado un nivel similar, se explicaban por la riqueza de las actividades realizadas durante los meses estivales, materializándose esta ventaja en una mayor memorización y retención de las habilidades adquiridas a posteriori.

Luego a la luz de estos datos, la calidad y cantidad de experiencias vividas son un factor para el futuro éxito escolar. No se trata de que el niño se pase todo el día yendo a clases particulares o visitando el British Museum, no cabe duda que la chequera puede aportar un mayor refinamiento y exquisitez en las diversiones, pero una visita a la playa, al parque o a la piscina del pueblo puede ser tan enriquecedora y estimulante como un baño en las Seychelles. No olvidemos que hay muchos niños de familias de alto status que son abandonados en sus jaulas de oro? eso sí, sin que falte el último modelo de Play Station o televisión. Tampoco sería justo si no confesara que un nivel social y cultural altos normalmente van parejos, así que cabría esperar que las interacciones del menor en estos entornos fueran cualitativamente superiores. Resumiendo, podemos deducir que las experiencias escolares son más o menos similares para todos los niños, pero son las horas no lectivas las que acentúan las diferencias más significativas en cuanto al rendimiento escolar.

¿Podríamos entonces compensar el hipotético “retroceso estival” de los alumnos con actividades apropiadas?, ¿podríamos incluso revertir ese efecto? Pues sí, un buen verano no sólo hará que el cerebro descanse de la rutina escolar, sino que cualquier nueva actividad cognitiva servirá al menor para enfrentarse a los nuevos retos del próximo curso. La oferta de alternativas es cada vez mayor: talleres, actividades extraescolares, clases de música, idiomas, pintura, deportes, campamentos de verano? También son válidas las nuevas tecnologías, recuerde que el ordenador o la Tablet no se limita a los juegos, hay innumerables páginas web con actividades educativas muy divertidas. Otra ocupación fundamental es la lectura, un buen libro puede ser una herramienta muy valiosa para aumentar la riqueza léxica del niño. Estudios realizados en EEUU concluyeron que los escolares que leían durante las vacaciones superaban significativamente en su rendimiento académico a sus compañeros no lectores.

Tampoco se puede olvidar el desarrollo de la inteligencia emocional, el verano debe ser un momento pródigo de interacciones, un tiempo para hacer nuevos amigos, conocer nuevos lugares y descubrir nuevas culturas. ¿Cree ahora que el verano no sirve para nada? Hagamos un esfuerzo e intentemos llenar esos dos meses largos con la mayor variedad de actividades que podamos y recuerde que la familia es el factor más importante en el desarrollo cognitivo de los niños.