La vida sigue igual

OPINIÓN

03 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El 26-J el PP logró catorce escaños más en el Congreso que en diciembre y reforzó su mayoría absoluta en el Congreso, a pesar de que en los seis meses transcurridos desde las anteriores generales se ha ampliado la nómina de miembros del partido investigados en casos de corrupción, el Ministro de Industria en funciones se vio abocado a dimitir y el de Interior, pocos días de antes de la votación, apareció en unas grabaciones conspirando para utilizar a la Justicia como ariete frente a sus adversarios políticos. Todo muy edificante. Y sin embargo, Rajoy será Presidente porque los electores le han fortalecido y debilitado a todos sus oponentes.

Los votantes debilitaron a Pedro Sánchez, haciéndole perder cinco escaños, por más que intente ocultar el fracaso de que, ahora, los Populares saquen cincuenta y dos diputados de ventaja a los socialistas, buscando consuelo en que la amenaza del sorpasso no se haya cumplido. Pero ya está Susana Díaz para recordarle que él es responsable del sorpasso de la derecha en Andalucía. Vae victis, porque tendrá que apurar hasta los posos del cáliz amargo para vertebrar una posición en la investidura que no le genere más quiebras en el partido.

Con cierta ingenuidad han recibido sus resultados en Ciudadanos. Han descubierto que en las campañas se alienta el voto del miedo y que el sistema electoral y método D´Hont son injustos porque impiden una traslación directamente proporcional, en escaños, de la voluntad expresada por los electores en las urnas. Son conscientes de que, con los resultados producidos, ya no pueden vetar a Rajoy como Presidente a pesar de su discurso de que la nueva política está obligada a promover la regeneración democrática.

Unidos-Podemos no obtuvo el respaldo suficiente para articular un Gobierno del cambio social y político, ni tan siquiera consolidar el apoyo que Podemos e IU habían logrado por separado en las anteriores generales. Seguramente han jugado muchos factores para ello y, para conocerlos, seguramente resulte más eficaz una reflexión interna que encargar un estudio, que es lo anunciado, aunque sólo sea para no contribuir a asentar la idea de que la política es algo demasiado importante para dejarlo en manos de politólogos que, además, debieran de ser los más escépticos frente a las encuestas.

Frente a lo que se viene sosteniendo en estos días, sigo firmemente convencido de que las encuestas no han fallado; lo habrán hecho como estudio demoscópico, pero no como aquello en lo que se han ido convirtiendo, con la complicidad de las empresas que las realizan, un instrumento más para ir conformando la decisión de los votantes. También pienso que el brexit, a pesar de haberse producido sólo setenta y dos horas antes de que acudiésemos a las urnas, ha contribuido a alentar el temor en el censo electoral porque llevábamos semanas recibiendo el discurso de las catastróficas consecuencias que para la economía españolas tendría la salida de Gran Bretaña de la UE. El miedo siempre ha hinchado las velas de las naves de derechas y, en este caso, también ha reforzado la llamada al voto útil del PP a quienes en diciembre votaron a Ciudadanos.

Con estos mimbres Mariano Rajoy ya ha empezado a trenzar alianzas para lograr la investidura y es que, hasta que no lo logre, no va a poder marcharse de vacaciones. Es poco probable que alcance una mayoría absoluta en la primera votación, pero no le va resultar difícil asegurarse la mayoría simple en la segunda a la vista de la fragilidad que manifiestan el resto de las fuerzas políticas. Antes de iniciar ninguna negociación ya cuenta con la abstención garantizada de Ciudadanos.

Es duro de aceptar que la vida política (con sus reformas laborales, recortes, incremento de la pobreza...) siga igual, pero la respuesta no puede ser ni alentar la paranoia del fraude electoral, ni pretender que los votos de determinados colectivos debieran tener más valor que el de otros. Costó mucho asentar el principio de «una persona, un voto», para venir ahora con novedosos argumentos bastante rancios.