Ruptura y zona de confort

OPINIÓN

13 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Se define como zona de confort ese espacio en el que se está por circunstancias, que no es el ideal, pero en el cual nos sentimos seguros, libres de contingencias y en especial, sin incertidumbres. Entre sus fronteras estamos limitados, no cumplimos sueños y la capacidad de realizarnos es muy limitada. Pues se trata de un lugar sin muchos alicientes, pero sin grandes decepciones. Nos libramos de los abismos a costa de renunciar a los éxtasis. En política eso ha tenido muchos nombres: estabilidad, moderación, concordia, centrismo, reconciliación, reformismo? y últimamente hasta socialdemocracia. Más allá del significado concreto de cada una, se trata de elaborar una serie de referencias con significado positivo. Por el contrario palabra como radicalismo, revolución, ruptura? tienen una connotación negativa. Y es que una de las grandes batallas que el poder ha ganado, es el del lenguaje: hablamos y pensamos como el poder no hace hablar y pensar.

En el ensayo Mitos y mentiras de la transición de Bénèdicte Andre-Bazzana, señala como una de las bases de la transición la creación de un estado de opinión basado en una serie de arquetipos y dogmas establecidos. Todo lo relacionado con la ruptura suponía enfrentamiento, extremismo, incluso violencia y hasta retrotraerse a la guerra civil. Por el contrario reforma y reconciliación se convirtieron en valores positivos. Ese estado de opinión se convirtió en mayoritario entre la sociedad española y en buena medida aún se mantiene.

Cuando cualquier régimen político se ve afectado por una crisis que no solo afecta a su situación económica, sino que remueve sus cimientos institucionales, se abren diversas posibilidades. Un viejo axioma dice que las crisis propician perspectivas revolucionarias, eso que se ha llamado tomar el cielo por asalto. Pero en las actuales circunstancias, en una Europa con sistemas políticos bastante sólidos y aceptados por la población, con el lastre de las frustradas utopías del siglo XX, esa toma del palacio de invierno, se antoja bastante fantasiosa. Otra cuestión es el cambio, aunque sin definir el alcance y la profundidad del mismo; y ese sí, ha gravitado sobre la cabeza del llamado régimen del 78. Y los cerebros del mismo eran conscientes de ello. Una de las virtudes de ese régimen ha sido funcionar como el cristal de una ventana: se ve el paisaje a través de ese cristal, un paisaje amable, de clase media, poco importa que la ventana este cerrada y nadie pueda abrirla. El problema se planteó cuando la situación económica y la corrupción, entre otros aspectos, hicieron que el cristal de la ventana se mostrase sucio e incluso astillado: el paisaje que se veía ya no era la agradable zona de confort. Cualquier poder inteligente y con perspectivas sabe que la defensa de su estatus no pasa por dar más municiones para que los vaqueros aplasten a los indios, sino en seducir a los rebeldes. Así estamos ante un nuevo tablero político.

La situación económica ha convertido a la política en una pantalla global y poliédrica. Ha saltado de los telediarios y la prensa al prime time televisivo, tertulias a todas horas, ha inundado las redes y se percibe en la calle: bares, comercios, autobuses, reuniones familiares, peluquerías? Se habla de política y estos días es hasta divertido ver como se hace aritmética electoral, igualando y hasta superando a temas como el fútbol o el mundo rosa, dos de los opios del pueblo de nuestra época. Sería bueno que la sociedad hubiese adquirido conciencia de su papel determinante, la vieja ágora, sino fuese porque esa popularidad ha venido acompañada por su vaciado de contenido. La política como un escaparate más de la sociedad del espectáculo.

El largo periodo electoral y la aparición de nuevas opciones ha elevado la temperatura política, encendiendo una emoción que estaba bastante aletargada. ¿Y qué se dibuja en ese escenario de confrontación? ¿Se habla de diferentes modelos de estado? ¿De modelos económicos? ¿De modelos de desarrollo? ¿De modelos culturales o sociales? Solo alguna que otra propuesta, la mayoría promesas electorales que quedan en el limbo, en general para agradar a los fans de cada sector. Asistimos más bien a un combate de banderías ?muy hispano, ya lo pintó Goya- más que a un debate entre diferentes alternativas políticas. Se construye un escenario de disenso, para cuando las circunstancias sean más adecuadas, llegar al consenso. La zona de confort, luego de las turbulencias, se muestra como un lugar agradable.

Los griegos hablaban del Kairós(ocasión), como ese secreto que guarda la dicha del hombre y que a menudo pasa a su lado sin que ni siquiera se de cuenta. El Kairós colectivo para la sociedad española pasó en la primera transición entre miedos y posibilismos. Y ahora, otra vez, ese Kairós parece haber pasado de estación. La ventana sigue estando cerrada.