La bien pagá, la copla de la derecha

Jesús Iglesias
Jesús Iglesias REDACCIÓN

OPINIÓN

24 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La constitución de las Cámaras el pasado martes y la elección las Mesas del Congreso y del Senado nos han permitido comprobar la facilidad congénita con la que las diferentes fuerzas de la derecha, nacional y nacionalista periférica, son capaces de entenderse, como siempre, cómo Aznar pactó con el PNV y CiU en su primera legislatura, ayuno de mayoría absoluta.

Rajoy, antes de que la ceniza llegase a la vitola del puro, ya sabía desde hacía días que podía tener la presidencia de las Cortes y la mayoría en la Mesa del Congreso (en el Senado se la daba la mayoría absoluta con la que cuenta) por la situación en la que los electores han dejado a sus socios potenciales. El PNV sólo podría sentarse en la Mesa del Senado si el PP se mostraba generoso, y la derecha nacionalista catalana únicamente contará con grupo parlamentario y, por tanto, con la asignación anual de medio millón de euros y recuperar el millón y medio gastado en el «mailing», si los de Rajoy se lo conceden graciosamente haciendo una interpretación «flexible» del artículo 23 del Reglamento del Congreso. Los de Ciudadanos, tras el varapalo que les proporcionaron las urnas, ya habían renunciado a cualquier veleidad de jugar a ser bisagra de puerta batiente, como la que les llevó al acuerdo con el PSOE en la frustrada legislatura anterior y, en posición de firmes, habían anunciado su apoyo al PP y, a cambio ha obtenido dos puestos en la Mesa del Congreso, incluida la vicepresidencia primera.

En este proceso, por tanto, toda la derecha ha resultado bien pagada y, por ello, tras votar en blanco para propiciar la elección de Ana Pastor como presidenta del Congreso, diez diputados que sólo pueden proceder de las filas de los nacionalistas vascos y del Partido Demócrata Catalán (antes, CDC), llevaron su entusiasmo hasta el punto de votar a los candidatos a la Mesa del PP y de Ciudadanos. Lo curioso es que, después, lo hayan negado (muy orgullosos de ello no deben estar) y que los dirigentes de Ciudadanos, el neo-españolismo 2.0, hayan reaccionado a tal apoyo con melindres propios de la Finea de Lope.

De esta forma se ha generado un escenario en el que la derecha no sólo se ha hecho con el control, para toda la legislatura, de las Mesas de Congreso y Senado, lo que le va a permitir controlar los ritmos y decidir las iniciativas que se pueden tramitar, sino sentar las bases para la configuración de una correlación de fuerzas que garantice el triunfo de Rajoy en la investidura. Por un lado, los nacionalistas vascos se encuentran a pocos meses de una elecciones autonómicas en las que su primacía está en cuestión y, por tanto, no pueden permitirse el lujo de desgastarse en debates con quien es una fuerza política con escasa presencia en Euskadi; mejor buscar consensos que respalden su gestión en el País Vasco. Por otro, quienes gobiernan en Cataluña necesitan imperiosamente alcanzar un acuerdo con el Gobierno de esa España de la que dicen querer independizarse porque se encuentran en gravísimas dificultades económicas y de liquidez, por sus propias políticas y por la estrategia diseñada por Montoro, con la coartada de cumplir el objetivo de déficit (nunca cumplido) comprometido ante la Comisión Europea, que se ha convertido en un dogal en el cuello de las Comunidades Autónomas. Finalmente, Ciudadanos, por más que en los últimos días haga aspavientos, propios del «postureo» imperante, afirmando que los acuerdos encubiertos con los nacionalistas vascos y catalanes pudieran llevarles a votar en contra de la investidura de Rajoy también en la segunda votación, lo cierto es que no pueden arriesgarse a asumir la responsabilidad de unas terceras elecciones en las que regalarían al PP otra docena de diputados y acabarán absteniéndose, respaldando el techo de gasto y aprobando los Presupuestos Generales del Estado de 2017; al fin y al cabo ya tragó, frente a lo que había comprometido previamente, con que el mismo partido que aspira a formar Gobierno presida las Cortes y que, además, tal responsabilidad recaiga en una de las personas más próximas a Mariano Rajoy. Al fin y al cabo, si Ana Pastor puede presidir el Congreso, ¿por qué no va a presidir otra vez Mariano Rajoy el Gobierno?, demostrando que la nueva política, como la Drosophila melagonaster (mosca del vinagre) es capaz de envejecer en quince días.