Cuatro desnudos

OPINIÓN

24 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Desnudo 1. En pintura y en escultura, y en escultura empotrada en arquitectura, pero más en pintura porque se desarrolló y expandió formidablemente en el último medio milenio, en consonancia con una modernidad descarada, burladora de la moralidad intemporal, contra la que el Renacimiento arremetió con denuedo en su versión más filosóficamente griega y el desnudo se desnudó. Pero aun la versión mínima de intención transgresora tuvo que protegerse con los márgenes del cuadro, jueces permisivos que dictaminan que el desnudo queda desenfocado cuando la mirada se posa en el cuerpo que delimita (estas líneas conceptuales no sirven para las excepciones, como es natural para toda tesis, sobremanera en materia, como el Arte, tan interpretativa, debatida, subjetiva y, no obstante, científico-despótica para los estudiosos intoxicados con sus estudios). El desnudo, por tanto, no es un desnudo verdadero; todo él, todo el cuerpo sin aditamentos, es más bien una transferencia del espíritu que la anima, que la animó; la piel como los ojos del alma; la piel como ropaje de un yo, singular sí, pero asimismo plural. De todos modos, el desnudo en pintura, entre otras inducciones no inválidas, y no por ello del mismo relieve orográfico sino como una cadena montañosa con unos picos más altos que otros, focaliza su mayor interés en el nimbo del pecho de la mujer, o, afilando más, en la asociación de nimbo y pezón, como si se hiciese indispensable, una adictiva prioridad para el hombre que traza sobre los lienzos. Son las mamas que, a partir de su función alimenticia, son obsesión, en línea ascendente con el lugar donde se origina la vida, el sexo. El sexo expuesto, incluso cuando se oculta con pudor en el cuadro, es anunciado por la curvatura de las caderas, de las nalgas, de los muslos, finalmente de los pechos. El desnudo es, por consiguiente, el desnudo femenino, paradigma de la voluptuosidad de la vida continua que ha de poner, vitalmente, la tilde en el deseo. Como idea, confluye con las diosas madres neolíticas, pero hay ya degradación: la muerte del pintor primoroso ha alumbrado a una hembra sin función transcendente, puramente objetual, mercantil ?publicidad y consumo?, y como medio, con otros innumerables, del que se sirve el arte postmoderno para marcar hiatos que rompan con la tradición, hiatos necesariamente escandalosos para ser hiatos en tiempos de escándalos y vulgaridades impensables, y que es el único medio del que dispone para entrar en la Historia del Arte. Porque el arte, hoy, no es Arte; es un obsceno desnudo.   

Desnudo 2. Husmear es consumirse. Pasas con los dedos las páginas del periódico, pinchas con el puntero del ratón en la pantalla, calcas números en el mando de la televisión, sintonizas la radio y, si uno se hace un favor y le vuelve a pedir la mano a su honestidad, o se la pide por vez primera, aparecen los desnudos del horror, y uno se consume. La realidad que escupen los jirones de las carnes quema los ojos del que mira y del que lee y los oídos del que escucha. Quema el rostro entero, y luego el tronco, y luego las extremidades. Y evapora los sentimientos, y el yo es atenazado por la desesperación. Gran Bretaña, en manos de sórdidas mujeres y hombres; EEUU, un plató cinematográfico en una larguísima película de gánster matándose a tiros; Turquía, en las garras del golpista Erdogan; el lumpen del Mundo, en expansión continua. Por el contrario, esta desnudez no es percibida por quien quiere dormir sin pesadillas por las noches y vivir alelado el día. Y es así como al Terror (con mayúscula) se ha hecho ordinario, una desnudez saboteada.

Desnudo 3. Si algo hubiese que decir, que quizá no decir fuese más acertado que desacertado, aunque solo sea por lo conocido y hasta cargante que es, diría que este descosido país, ¿descosido?, error, no está descosido, porque nadie lo cosió antes, nadie pudo coserlo antes, es, y prosigo, un país con dos profundos hoyos. En uno de ellos se guarecen los codiciosos que han logrado ejercer de codiciosos, y, en el otro, se amontonan los desesperados, los que han fracasado en el intento de la codicia. Pero vuelvo al sastre, unas pocas palabras solo, que es otro decir para decir, si algo hubiese que decir. Descoser es dejar al desnudo lo que cubría lo que fue cosido para vestir la desnudez; sin embargo, esta desnudez es intranscendente al confrontarla con la desnudez que debe importar, y no importa. Porque los desesperados, y acabo de darme cuenta de que es hasta factible que fuese acertado interrumpirme a mí mismo con lo del país descosido cuando estaba hablando de que hay dos hoyos, porque la interrupción me sirve de hilo para hilvanar uno y otro descosido, el descosido político y social y el descosido económico y social. Entonces cojo aguja e hilo y confecciono un bordado que translitero al alfabeto: los desesperados están desesperados en todo momento y lugar, ayer, hoy y mañana, en Extremadura, Cataluña y Asturias, y son muchos, excesivos, para continuar ignorándolos, y clamar para ellos justicia, no la del Poder Judicial, que es tan justa como la promulgada por el Gobierno. Clamar justicia es, justamente, vestir la desesperación, no en el sentido de taparla, sino en el de sacarla de su hoyo y otorgarle ciudadanía, derechos. Pero, coincidirán conmigo algunos de ustedes que, al igual que en la nación española (¿?), no hubo sastre para coserles trajes. El traje es asunto serio, asunto de gente fina, de gente extra-ordinaria. El traje es su uniforme, ante el que los desesperados se sienten desnudos, como cuando se ingresa en un hospital y te desvisten y te dan un mandilón abierto por atrás y te das cuenta de que eres vulnerable frente a los uniformes de las enfermeras y de los médicos, de que eres menos de lo que eras al entrar, de que, repentinamente, estás desamparado, al arbitrio de los vestidos, sometido, vergonzoso, irreconocible. Este es el  tipo de desnudo que arranca el alma al sujeto, lo desarma como persona y se queda como cosa, un desnudo sin marco, degradante.

Desnudo 4. En el hampa no todos son iguales, como cabe esperar. Hay grandes, medianos y pequeños. Los pequeños son la casi totalidad, como en todos los nichos. Por ejemplo, en el de las plantas, que hay muchísimas más que sus masticadores. El lumpen del hampa se corresponde con los vegetales, son los pequeños y los numerosos, y llenan las cárceles; son los delincuentes de «poca monta», los de «delitos de sangre», de «drogas», etcétera, etcétera. Los medianos, por su parte, se emparentan con los herbívoros, en cantidad mayor que los carnívoros y omnívoros sumados y en menor que el pasto. En este grupo aparecen los corchetes que abren y cierran las escalas de la burguesía. Los burgueses no abarrotan las celdas de barrotes; estos llenan las oficinas, los lugares de ocio y las calles pijas, y el número de los que acaban entre rejas es ridículo en relación a lo que delinquen: estafas, estafas de la índole que sea a condición de que les den beneficios, prerrogativas, méritos profesionales, narcisismo. Parece innecesario hacer mención a quiénes son. Pese a que son herbívoros que comen el vegetal-proletariado, tienen las manos manchadas de la sangre de las víctimas de los gran-carnívoros, que les pasan la pitanza para quitarse el muerto de encima, aunque la sangre la recogen con las manos enguantadas, que no hay que dejar huellas dactilares. Están, pues, vestidos. La desnudez está reservada para el lumpen. Los carnívoros + omnívoros, naturalmente los menos, que es el principio primero de un ecosistema viable, están asimismo vestidos, con telas ya súper pijas, y no se les ve en calles o locales cualesquiera; tienen sus clubs, sus hipódromos, sus castillos. Son invisibles. Desde sus guaridas en la banca, fondos de inversiones, capital-riesgo, mercados, corporaciones megalíticas, organizan y desorganizan el Mundo según sus enajenadas necesidades, lo mantienen en tensión bélica, civil o militar, e imponen comportamientos y pensamientos, saludables para ellos. No están en prisión, excepcional excepción aparte. O sea, ¿es necesario terminar diciendo que no son homicidas, sino genocidas no desnudos?