Durante estas dos últimas semanas he estado siguiendo, con un poco más de atención de lo que habitualmente hago, la política norteamericana (debido a la celebración de las convenciones del Partido Republicano y del Partido Demócrata). He querido por un momento imaginarme su posible realización en España y a día de hoy creo que no tendría ningún sentido, pero también es cierto que parte de lo que se iba sucediendo en ambos eventos se podía visionar similitudes con los mítines en nuestro país.
Creo que Estados Unidos (el país de las oportunidades que ellos mismos venden) se basa muy esencialmente en la aplicación del espectáculo (del show) para todas las facetas de la vida (y la política no es ajena a ella). Es como si los propios habitantes de esta parte del mundo se sintieran protagonistas de una película de Hollywood. A veces cuesta pensar si es así o si más bien la industria cinematográfica ha conseguido emular a la perfección a la sociedad norteamericana. En cualquier caso me gustaría que este modelo de vida no sea en el futuro el nuestro, aunque por supuesto no me niego a que podamos copiar lo que realmente hacen bien, pero también desechar lo que nos aborrece.
En definitiva, Donald Trump y Hillary Clinton se jugarán la presidencia de la primera potencia mundial. Un duelo que, según la encuestas, encabeza por ahora el republicano, pero ojo con la candidata demócrata que todavía tiene mucho que decir.