El PP. Un retorno al 36

OPINIÓN

07 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo que diré seguidamente contrariará a algunos y será negado por otros, pero no silenciaré lo que honestamente verifico y, aunque dicho muy genéricamente y con la desinstalación de los hechos más graves, las atmósferas se aúnan en la constatación primaria y hasta indubitable de que el PP, a lo largo de sus cuatro años de poder omnímodo, y con mayor celeridad desde las elecciones de diciembre último, ha ahondado con desmesurado ahínco en la fractura del país, colocándonos en el entorno del contorno de los meses previos al levantamiento militar de 1936, pero, y vuelvo a recalcarlo, no en el entorno del dintorno, ni en el contorno mismo si quiera, de ahí lo de «dicho muy generalmente y con la desinstalación de la dimensión de los hechos más graves».   

La fractura de la que hablo es bíblica (división de las aguas del mar Rojo) y se puede resumir en dos postulados, a la manera de los Díez Mandamientos que Moisés se sacó de la manga (de debajo de las piedras del monte Sinaí), y que confluyen en dos. Los que yo advierto del dogma católico-monetario del PP son: 1) Amarás a los que tienen pasta sobre todas las cosas, y 2) Odiarás a quien no la tiene porque no es tu prójimo. La consecuencia de estos mandamientos fue el empobrecimiento generalizado, desconocido, como mínimo, desde hace un cuarto de siglo (un ejemplo: los niños españoles con deficiencias alimentarias alcanzan un porcentaje parecido al de los rumanos, hecho histórico, y abominable; un segundo y último ejemplo: los suicidios superan los tres mil al año, asimismo histórico, y abominable).

Pero las cosas fueron más allá, y no lo digo por el declive sanitario, educativo, ayudas sociales, infraestructuras (en este medio año de 2016, las muertes en carretera, por la falta de la conservación que le es propia, ha aumentado en cerca de seiscientas personas respecto a 2014), etcétera, etcétera; tampoco lo digo por la retirada masiva de dinero público para pagar la corrupción, que es ya estructural, la deuda externa, que por vez primera se iguala al PIB (alrededor del billón de euros), el pago multimillonario a la Banca, como premio por haber prestado dinero a conciencia y alevosamente, con la mirada puesta en los beneficios derivados de intereses y comisiones, mirada desde la que también se colocaron los ahorros de los clientes en fondos buitres y paraísos fiscales, amén de actuar como intermediarios del blanqueo de dinero de la droga, la trata de personas, la venta de armas y qué se yo cuánto más. El resto del dinero público hurtado lo podemos poner en el capítulo de Otros Gastos, ninguno de ellos para mejorar ni una pizca el sufrimiento, en mayor o menor medida, de tres de cada cinco españoles, tal vez de cuatro de cada cinco, o muy próximo a esta proporción. Digo que las cosas fueron más allá porque el PP canceló libertades fundamentales de la democracia, viró hacia el autoritarismo: ley mordaza, espionaje a otros partidos políticos, el Código Penal de Gallardón, etcétera, etcétera.

Pese a lo expuesto hasta este párrafo, ¿qué me lleva a pensar en el año 1936, que parece exagerado, hasta golpista (aquí, otro paréntesis: ¿dudan acaso que oficiales y suboficiales y soldados no deseen ponernos las botas sobre el cuello?; el año pasado, como recordarán, el general de división Vicente Díaz de Villegas remitió una carta al rey Felipe VI de la que extraigo este párrafo: «Vuestro padre, a pesar de su educación y consejeros, afrontó una nueva situación política totalmente desconocida y con generosidad abrió puertas pero entraron muchos depredadores, abusadores de la generosidad de los españoles y traidores en definitiva a España. Para V.M. ya no hay sorpresas. Con vuestra preparación y Vuestra edad, y como primer soldado de España es hora de dignificarla defendiéndola de sus enemigos directos e indirectos, interiores y exteriores, asumiendo riesgos físicos o de otro orden, como marcan los IPEC.s, guiándonos en esta Patria asolada». Y huelga reseñar el engrose de civiles en la ideología franquista-nazi. Siempre los militares, pues, garantes del espíritu nacional, dispuestos a derramar su sangre (más certeramente, la de los rojos) por la Patria y la Bandera. Esta alusión a 1936 descansa, además de lo escrito entre los paréntesis, en la constitución de dos bloques bastantes definidos y enrabietados entre sí, surgidos en las elecciones de diciembre pasado y ratificados en las de junio, y que bien podríamos denominar Frente Nacional y Frente Popular, que arrastran entre los dos a la mayoría de los ciudadanos, al empaparse del encono de los dos Frentes. El Nacional es, obviamente, el PP, una formación que aglutina fascistas, capitalistas salvajes, sagas familiares anacrónicas, ricos recientes, la casi totalidad de los criminales trajeados y algunos moderados a la europea, que es el espacio que trata de ocupar Ciudadanos. El Popular, y tampoco hay sorpresa, lo integran el PSOE y Podemos, pese al recelo mutuo, también por el espacio político, y los nacionalistas catalanes y vascos, que ahora basculan hacia el Frente Popular, y me estoy refiriendo a Convergencia y PNV, porque Mariano Rajoy es un apestado, una rémora, fruto de los cuatro años más infames de la democracia.

Es por todo ello que la España de agosto de 2016 me hace girar la cabeza a la de 1936. Este mes es decisivo para conocer si habrá acuerdo para formar gobierno o ir a un tercer peripatético (acepción eufemística. no aristotélica) paseo por las urnas. No obstante, la tirria se ha emplazado entre dos concepciones de entender la convivencia: una, rancia, de cristiano viejo; otra, universal, solidaria. Pero ambas ya han agarrado las empuñadoras de sus desiguales armas.