14 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Por sí sola, la categoría de ingreso no ampara a las personas, a un sinnúmero de ellas. Dejando un tanto al margen, por no ser imperioso al enfoque que pretendo, el debate en torno a la validez o no de la fórmula «Ingreso igual por trabajo igual» y, en caso contrario, eludiendo también a las naturalezas que procrean la escasez, de una relevancia enorme, he de decir inmediatamente que, justo por la estratificación social de fundamento económico, que ya de por sí, en ella, son determinantes los ingresos y los trabajos asociados, como se asocia el ARN a las proteínas, los sujetos con reducido capital son empujados a una segunda rebaja de ese capital si la sanidad pública es vapuleada. Tiempo atrás denuncié los crímenes, reales, concretos, perpetrados por Núñez Feijoo y su gabinete gallego con pacientes de hepatitis C, que dejaron morir al negarles o demorar la respuesta a las solicitudes desesperadas de los médicos del aparato digestivo de los fármacos que les evitarían la muerte. Sabiendo Feijoo que los enfermos fallecerían al no permitir el suministro de los antivirales a los servicios farmacéuticos de los hospitales, el capo del PP gallego estaba borrando del mapa humano a unos enfermos que eran considerados «unidades de gasto superfluo». Un par de funcionarios de segundo o tercer nivel de la Junta, por fin, están siendo investigados por un fiscal, pero el matón-jefe, no, y nunca lo estará. También lo escribimos aquí: el Código Penal es la Autoridad redactado por la Autoridad para salvaguardar a la Autoridad.

En Asturias, un servicio, Oftalmología hospitalaria. La saturación es montañosa. Consecuencia, miles de pacientes pagan a las clínicas-empresas privadas-negocio. Bien para quien el mayúsculo precio de la medicina mercantil no le resta continuar con desahogo o con la exclusividad de los asientos en los escalones piramidales superiores. Mal para quien la resta del coste del tratamiento le lleva a otras operaciones matemáticas de resta: alimentación, calefacción. Hay más servicios fracturados, como Traumatología, y la espera para una intervención quirúrgica puede llegar a durar dos años. Es decir, que el paciente se muere, en ocasiones, o sufre, siempre. En Cataluña y la Comunidad Valenciana, la atención pública ha vuelto a los estándares de finales de los años ochenta últimos, esquivando algunos avances y meritorios servicios hospitales.

Entonces, se ha de tener muy  presente el concepto de capacidad, en el que desempeña protagonismo la salud, y hasta el punto de que existen barrios de Nueva York en los que la esperanza de vida es inferior a la de Bangladesh. La salud, su precariedad, además de los ingresos, es un elemento operatorio que escanea la pobreza. En tal sentido, el mundo tiene más indigentes de los contabilizados en razón del dinero contante y sonante. Algunos de ustedes podrían aducir que, en España, al contrario que EEUU y otros países, la sanidad es gratuita y universal. Lo fue. Fue universal hasta que millones votaron y volvieron a votar a Mariano Rajoy. Gratuita, lo sigue siendo, pero mala, porque mala la hizo el PP y su corrupta y ahora repudiada por los suyos Ana Mato, que planificaron a conciencia, meticulosamente, la sangría de los servicios públicos y el engorde de los particulares. Cientos de miles de enfermos crónicos están desahuciados. Fue, y es, la operación especial de liquidación de grupos improductivos más exitosa de la democracia.

Invocando deficiencias de gestión, que son subsanables sin vulnerar el principio de igualdad ante la enfermedad, la regresión presupuestaria se ha concretado en cerca de un cuarto de millón menos de sanitarios y, en consecuencia, que era lo buscado, la firma de conciertos con entidades particulares y desgravaciones fiscales al aseguramiento médico. Y hay truco, perverso él: el principio de esta derecha extrema, extrema porque ejecuta sumariamente a sabiendas de que ejecuta, está en que las corporaciones y los médicos privados hagan dinero. El negocio se obtiene de trocear la atención, de suerte que todos aquellos actos médicos que conlleven desembolsos abultados caen en la esfera de lo público; y a la inversa, las actuaciones de menor cuantía, que constituyen el porcentaje más elevado, son ejecutadas por los mercaderes de la salud. La necesidad cede la prioridad al beneficio, regla que ya no debe sorprender a nadie, ni siquiera irritar. Es tan popular, tan requetesabida, tan no noticia, como las violaciones en los sanfermines o la quema intencionada de los montes.  

La sanidad es un indicador de diferenciación social que ha dejado de estar larvado y, cuando esto ocurre, «todo está perdido», como soltó en un artículo Sánchez Ferlosio al repescar la metáfora del lobo y la piel de cordero: «Cuando el lobo ya ni siquiera se disfraza con pieles de cordero es cuando podemos decir que todo está perdido». O sea, la otrora buena sanidad pública está perdida, es  insalubre, a todas luces insana, como debe ser, según la teoría liberal del partido que este pueblo chusco elige. Tania Arocha tenía 33 años hace menos de dos meses. Murió a consecuencia de un infarto de miocardio tras más de una hora esperando por una ambulancia medicalizada que había sido centralizada medio año antes lejos, muy lejos, para ahorrar, dijeron. Es la última víctima de la que he tenido noticia causada por los recortes al siempre recortado pueblo. Pues eso, si hay unas terceras elecciones, a apoyar de nuevo a esta banda de gánster, que a lo mejor está vez le toca a uno de sus votantes escenificar el papel de Tania.