Alguien recordaba recientemente esta frase de Azaña en su discurso en El Ateneo de Barcelona el día 18 de Julio de 1938, en plena Guerra Civil Española. Nuestro destino, quería decir con ello, el de todos los españoles, querámoslo o no, es el mismo. Juntos estamos y juntos hemos de seguir conviviendo. En las circunstancias actuales no son válidas, a mi modo ver, las posiciones políticas maximalistas, partidistas e interesadas; es el momento de España, porque nadie, ni socialistas ni populares, son portadores de la razón plena, ni de la verdad absoluta; teniendo para mí que el discurso planteado en tales términos es el que habría de hacer llegar a todos los españoles y convencer a la mayor parte de ellos. Pero no es el Partido Socialista quien tiene en exclusiva la responsabilidad de una decisión definitiva al respecto, también esa responsabilidad deberá asumirla el Partido Popular. Los socialistas negociarán su abstención a la investidura de Mariano Rajoy, creo que ahora nadie duda que así lo harán; ahora bien, deben, desde el sosiego, convencer de tal gestión, haciendo pedagogía, condicionando sus decisión a la adopción de medidas políticas concretas, claras y exigentes. El Partido Popular debe escapar de la convicción de que unas nuevas elecciones les auparán a una mayoría más relajada en la que el Partido Socialista no tenga participación en las decisiones sobre la investidura, porque si así lo hiciere, errará gravemente, demostrará un escaso sentido de Estado y se volcará más en los intereses partidistas que en el interés de España, pudiendo ser el motivo de que se geste un cambio de opinión en quienes lo votan, y como quiera que son muchos los que lo harían sin plena convicción, sino como mal menor, pudieren ver en ello una tensión inadecuada en la busca de una rendición incondicional de unos heridos socialistas, que harían muy bien, si tal caso se diere, en mantener de manera conjugada su orgullo y el interés de España.