Misionera laica... y laicista

OPINIÓN

07 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Benedicto XVI, aún como Papa, hablaba en cierta ocasión de la «sana laicidad» que debe prevalecer en nuestra sociedad. Una actitud en la que a la Iglesia «no le compete indicar cuál ordenamiento político o social se debe preferir», puesto que, añadía, cualquier intervención directa de la Iglesia en este terreno supondría una «injerencia indebida». Otra cosa, decía, es que el Estado deba «reconocer la presencia comunitaria pública de la Iglesia».

Las hemerotecas digitales tienen la ventaja de poner negro sobre blanco en cuestión de pocos minutos cuando se producen declaraciones que ejercen la crítica sin el rigor debido. Leo en una entrevista a la «misionera laica» asturiana Carmen Bascarán, en la que dice que «sería un triunfo que la Iglesia pase a ser tratada igual que otra asociación de ciudadanos y que convenza, no que venza», y así, prosigue, «se dará un paso de gigante para reconciliar todo el anticlericalismo en España».

De la sana laicidad de Benedicto XVI pasamos al laicismo demagógico que aún defiende, en 2016, que en España la Iglesia Católica tiene privilegios. ¿Por no pagar el IBI de sus edificios? Bien, propongo que lo paguen y propongo también que lo paguen los partidos, las ONG, los sindicatos cuyos inmuebles aún son propiedad del Estado (muchos de ellos), los colegios, las embajadas, la Cruz Roja?

No entiendo muy bien cuáles son los privilegios de la Iglesia Católica en España hoy día, como no sea el enorme privilegio que supone dedicarse a los más desfavorecidos allí donde los poderes públicos no llegan porque dedican el dinero público a cambiar nombres de calles, diseñar bulevares con nombres horteras o derrumbar desde el sectarismo todo trabajo ello antes de su adánica llegada.

Lo que hay que eliminar no son inexistentes privilegios, sino el lacismo rampante y agresivo que se opone a toda influencia de la religión en la sociedad. Es lo que tienen los pijoprogres,, que recaudan a los familiares ricos para dárselo a los pobres y de paso quedar bien con la parroquia de los populistas. Mientras, las beatas tontas y crédulas dan de comer a diario a cientos de asturianos en el silencio discreto de los comedores de Cáritas a los que hay que meterles un buen «ibazo».