09 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Supe hace unas semanas que Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, gana 44.000 euros al día, lo que me indicó que el Sistema funciona correctamente, sin fallos estructurales relevantes. Hay una cafetería en Asturias (1,45 el café) con clientela abundante que da de comer a unas chicas por el precio de once horas diarias de sus vidas a todo gas y que también cobran, sumándolas a todas, 44.000 euros, aunque no cada 24 horas, sino cada 1.600 horas, minutos arriba, minutos abajo. O sea, que el patrón les da a las jóvenes lo suficiente un día para que al siguiente puedan continuar sirviendo sin desmayo. Parece que la cuestión es la energía: la calorífica en esta cafetería y la eléctrica en el caso de Don Ignacio (el Don: es como un padrino siciliano para sus empleados: estoy visualizando a Don Vito Corleone). Y por si cupiera duda, sé que yo y esas chicas, igual que usted, lector, le debemos mucho dinero al Don y al resto de miembros del club de traficantes de energías. Es una deuda tan estrambótica y astronómica que me imagino que otras multinacionales del ramo estarán espiando a las nacionales para saber cómo se las habrán apañado para que los directivos se embolsen dos o tres mil euros a la hora y sean acreedores a la par. Es verdaderamente extraordinario, hasta el punto de que deja al desnudo a Marx, quien vaticinó que el modo de producción capitalista se colapsaría. En absoluto, porque su capacidad de reinvención es ilimitada. No hay más que ver cómo salió del crack del 29 y de los créditos basura de 2008. El Capital, como es transnacional, desmiembra cada nación con una eficacia mucho mayor que el nacionalismo tradicional. Así, en España (no, no, catalanufos, que diría Juan Marsé, El amante bilingüe, a ustedes no les integro en el gentilicio), hay profesiones separatistas. Si se trabaja en la hostelería, es como si se perteneciese a Marruecos; si telefonista de servidores de internet, a Grecia; si autónomo, a Egipto; si periodista, a Guatemala.

En la película de Sam Mendes Jarhead, un sargento, interpretado por Jamie Foxx, instruye a un grupo de novatos que van a ser enviados a Irak para liberar Kuwait, anexionada por Sadam Husein en 1990. No ignoran cómo se las gastan los sargentos instructores, obscenos ellos, y las humillaciones que hacen pasar a los reclutas. Pues bien, en un momento de la cinta, Foxx dice a sus muchachos: «A todos os mencionaron eso de no matarás, pero yo os digo una cosa... ¡y una puta mierda!». A mí me pareció una reflexión profundísima, de las que tienen un sitio en la historia del pensamiento. El Don (Ignacio) ¿cómo puede amasar nueve millones de euros por año sin dañar a nadie, sin cercenar vidas a destiempo? Días atrás supimos también que un personaje con antecedentes astures, de apellido Fierro y de nombre Guillermo, hizo fortuna vendiendo carbón a las potencias beligerantes en la Primera Guerra Mundial y wolframio a los nazis en la Segunda, y que esa fortuna, o parte de ella, se halla, o se hallaba, camuflada en Panamá, que también acoge, o acogía, a honorables familias asturiana (no solo Cataluña tiene familias honorables), la de los Cosmen Adelaida y sus transportes ALSA y franquicias por aquí y por allá, y solo el Santísimo conoce qué más; y la de los Fernández Pujals (Pujals, Pujol: vaya, vaya) y su cabeza de vivaracha víbora, Leopoldo, el fundador de Telepizza y los chicos muertos sobre unas motocicletas tipo Bangkok, que luego se sacó de la manga Jazztel, la compañía de telecomunicaciones más tramposa del país, según un estudio publicado por la OCU. Trampas hicieron asimismo los de ALSA. Cuando uno de sus autocares tenía un accidente de tráfico, en la redacción del periódico se nos imponía que en la foto elegida para publicar con la información no apareciese el logo ALSA, so pena de que el diario fuese castigados sin publicidad, y nosotros, a la calle. Una tarde llegué al periódico con una primicia de la hostia para una ciudad de provincias con un lema en su escudo desternillante (o abrasante): Oviedo, la «Muy noble y muy leal, Benemérita, Invicta, Heroica y Buena», que De Lorenzo siguió al pie de la letra. Pero les decía: entré eufórico porque me habían filtrado que un constructor de pedigrí estaba vulnerando la ley de edificación en un solar con el objetivo de todos los constructores, hacer caja como sea, y me puse a escribir excitadísimo, visualizando el terremoto que iba a provocar al día siguiente, y que me nombrarían periodista del año de Asturias, quizá de España, y hasta, por qué no, del globo, y mi trabajo se estudiaría en las facultades de Periodismo de EEUU, junto al trabajo de investigación de Bernstein y Woodward en el caso Watergate. Estaba yo en esas cuando suena el teléfono de mi mesa y se me ordena ir al despacho de uno de los jefes de Redacción, también bastante conocido. Créanme si les digo que lo que pensé mientras caminaba al encuentro de mi superior era que este se había enterado de algún modo de mi primicia y que me iba a felicitar. Entré y, sin más, a cara de perro, levantándose él, me dijo, y no entrecomillo las palabras porque no las recuerdo con la exactitud que exige la textualidad: Morán, si quiere usted volver mañana a este periódico, olvídese de lo que está escribiendo y ponga otra noticia en su lugar. El consuelo me llegó más adelante, mucho más adelante, cuando se certificó la muerte de la profesión y su resurrección como correa de transmisión de los editores, y estos, de los Bancos y del Capital Universal. Antes había margen para la independencia, pese a la censura de mi noticia; hoy, nada, exceptuando épicas homéricas. Y además, antes, el periodista estaba mal pagado; hoy, ni eso.

Retorno a Ignacio Sánchez Galán, el protagonista de este artículo. Cuando salió disparado de los cojones de su progenitor, el Don ya dio muestras de ser un espermatozoide de mucho cuidado. Llegó el primero al huevo, lo penetró y sello poniendo en práctica las artimañas de las que estaba dotado: riéndose de los que, entre los 300.000 millones de espermatozoides que le acompañaban en ese polvo, eran vagos o cojos, al resto los fue liquidando con engaños, zancadillas, puñetazos, navajazos, etcétera, etcétera. Fue un bautismo la mar de divertido que le vino de perlas cuando salió al exterior, pues, si no, cómo llegar a recaudar 44.000 euros al día, más lo que desconocemos, más las prebendas, más el señorío, más el poder absoluto sobre tantísima gente, a sus pies, para ser pisada cuando guste el Don. La función del empresario, y cuanto más empresario, más función, es la de los pisapapeles de toda la vida, con un cambio sin mayor relevancia para ellos: han sustituido papeles por cabeza. O ¿acaso alguien tenía dudas acerca del propósito de la reforma laboral del PP?