Dentro del vestuario

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

09 oct 2016 . Actualizado a las 19:08 h.

No merecen la pena los detalles. Es el último eructo de Donald Trump, ese individuo en el que confían millones de americanos y que puede ser presidente. En una grabación de hace un tiempo se le escucha decir imbecilidades a un interlocutor regocijado. El asunto, uno de sus preferidos: mujeres a las que trata como jacas. El tipo, que es primo hermano de Bush, se ríe con ese ritmo sincopado que suelen reclamar los cretinos cuando tienen una audiencia entregada. Ese jijí que sale de la garganta de aquellos que nunca levantarán la voz contra la estupidez o la injusticia. En ese jijí residen los grandes problemas de la humanidad. La cuestión, queridos, no es el rebuzno de Donald Trump. Siempre ha habido solistas de la maldad, jefecillos que empuñan la ignorancia para jorobar al mundo recalentando los instintos más bajos de la manada. El temblor nos lo debe provocar el coro que los acompaña, esos tipejos que los jalean con un jijí que suena como el violín que acuchillaba los oídos en la escena de la ducha de Psicosis. 

Trump trata de apaciguar las críticas con el empeño inútil que es habitual en él. En su disculpa fallida está la clave. Asegura que sus soflamas soeces son las típicas bromas que hacen los hombres en los vestuarios, construyendo así una referencia terrible sobre las cosas que acontecen en las duchas colectivas en las que, según Trump, los señores se transforman en auténticos memos que fanfarronean con lo de siempre. Qué pereza, por Dios. Si Trump supiera lo que es una metáfora, quizás la encontraría en su confesión: si en noviembre gana, Estados Unidos se habrá convertido en unos enormes vestuarios en los que un individuo hace comentarios lamentables mientras sus compañeros de ducha pronuncian el jijí de las hienas.