El libro en papel

Ignacio Bermúdez de Castro
Ignacio Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

12 oct 2016 . Actualizado a las 10:15 h.

Días atrás leía que los españoles preferimos el libro en papel al electrónico. De cada diez lectores, ocho optamos por el inigualable placer de pasar las hojas al estilo de toda la vida. Escribir en los márgenes, subrayar, coleccionar, buscar compulsivamente aquel libro descatalogado que tanto anhelamos. A pesar de que muchos lo consideren un tópico, el libro huele, y ese aroma, a los que los amamos por encima de todas las cosas materiales, no tiene parangón. ¿Que el libro electrónico tiene ventajas? Se me ocurren dos. Una, el espacio, aunque el peregrino argumento acerca de que uno se puede ir de vacaciones con un pendrive en cuyo interior se almacenan cientos, o incluso miles de obras, no me parece, sea dicho con el máximo respeto, de recibo. La otra, no verte en el compromiso de tener que prestarlo, o, como es mi caso, de no tener que decirle a nadie que, lamentándolo mucho, no se lo dejas. Pues un libro pocas veces se devuelve. Premeditadamente o porque, tras su lectura, se coloca entre el resto de volúmenes del prestatario, y allí queda tras haberse hecho un daño irreparable a la biblioteca del prestamista. Un bibliófilo ama por igual a todos sus libros. Sentiría igual extraviar una primera edición del Ulises de Joyce que una insustancial novela de un anodino escritor. ¿Su gran temor? Que a su fallecimiento su biblioteca, la gran obra de su vida, acabe siendo vendida a una librería de viejo al módico precio de que se la lleven sin cobrar nada por ello.