Trump como experimento

OPINIÓN

15 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras los últimos escándalos del candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, todo parece indicar que sus opciones de victoria son cada vez más lejanas. Buena parte de los medios de comunicación, incluídos algunos de tendencia conservadora, y prácticamente la totalidad del establishment del Partido Republicano le han retirado su apoyo. Con todo, el sistema electoral estadounidense es mayoritario e indirecto y hasta el próximo 8 de Noviembre no sabremos a ciencia cierta cuál de los dos candidatos logra la mayoría del colegio electoral necesaria para la nominación presidencial.

No obstante, son muy pocos ya los que apuestan por una victora de Donald Trump frente a Hillary Clinton. Pero la nominación del magnate norteamericano para la candidatura republicana ya tiene de por si implicaciones enormemente graves para la política de los Estados Unidos y, por extensión, para todo el planeta.

Con la designación de Trump como candidato, el Partido Republicano ha podido tantear los límites de la aceptación social de la política extremista. Tras los gobiernos de George Bush Jr., el Partido Republicano experimentó una radicalización en sus filas cuyo máximo exponente fue el «Tea Party». Y ahora Trump ha marcado las líneas rojas que los conservadores no deben traspasar si desean tener opciones de volver a la Casa Blanca dentro de cuatro años.

La radicalización de una parte del electorado republicano se suma a la ola de populismo de extrema derecha que recorre el mundo occidental. Con un discurso heterodoxo que sitúa al establishment político como el enemigo a batir, el sistema norteamericano ha logrado integrar aquello que en los sistemas multipartidistas supone la emergencia de nuevas formaciones políticas extremas y xenófobas, capaces de recoger el voto descontento, en un bipartidismo del que se decía que su mayor virtud eran las tendencias centrípetas y moderadas. Curiosamente de esa ola de extremismo sólo se libra España, donde la desafección política ha sido capitalizada por una formación con un discurso de izquierdas y transformador.

Sea cual sea el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, en el futuro el Partido Republicano puede sentirse tentado por apelar a los votantes más a la derecha. Un fracaso de Trump el próximo 8 de Noviembre demostraría que no basta con esa parte del electorado para ganar a los demócratas. Pero al mismo tiempo cabe preguntarse si las ideas que representa Trump, defendidas por otro candidato con menor querencia por el exabrupto y con un pasado más limpio, habrían sido capaces de plantar cara a Hillary Clinton con mayor eficacia. Una respuesta afirmativa a esta pregunta nos sume en un futuro oscuro, no sólo para los ciudadanos estadounidenses, sino para la paz y la seguridad de todo el planeta.