Harry Potter, currela en el ministerio

OPINIÓN

16 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Me acabo de enterar de que, como Antonio Alcántara el de la serie Cuéntame cómo pasó, Harry Potter es currela en un ministerio. No sé si ha ganado una oposición, si es interino, si es personal contratado o si es un cargo de libre designación. Pero currelar, currela. Se ha hecho mayor el niño mago, por lo que parece. Harry ha decidido arrimar su sardina y su varita al ascua de la Administración Pública, sección docencia. Ha crecido, se ha casado, ha tenido un par de hijos y necesita una estabilidad económica, y más ahora que el Brexit ha venido a desestabilizar la economía británica. ¿Es funcionario Harry Potter? ¿Cobra trienios? ¿Disfruta de sus moscosos ingleses? ¿Pertenece al Muface británico? ¿Está afiliado al sindicato? Da la impresión de que el bueno de Harry no ha querido salir al mundo real a jugarse los garbanzos, de que ha preferido la paz de los claustros de Hogwarts, de que no ha querido arriesgar «trabajando de lo suyo», que es el modo en que las madres y los padres de bien se refieren a esto del mercado laboral. Bendito Harry, mago con gafitas y con toneladas de hormonas, valiente por obligación, corbatilla y toga al viento. Harry ha preferido la permanencia, ser un hombre de la casa como los entrenadores de las categorías inferiores que apagan fuegos en los grandes equipos. Demasiada competencia en la mundo de la magia: que si el Mago Pop, que si David Copperfield, que si Dynamo, que si Tamarit, que si tantos magos televisivos. Aguanta, que algo sale, ha debido pensar el no tan joven Potter. Ahí tienes a Arsène Wenger en el Arsenal, ahí tienes a Felipe González en el PSOE, ahí tienes al pontífice emérito Benedicto XVI, ahí tienes a María Teresa Campos en Tele 5, ahí tienes a Bob Dylan en el premio Nobel. Todos siguen mandando en su corralito después de muchos años. Hasta Voldemort tiene una franquicia en el negociado de maldades y de destrucción de la tierra.

Pero tú no te acomodes, Harry Potter. Harry, tú les gustas a los poetas argentinos, que te hacen proposiciones deshonestas cuando terminan sus lecturas y te dan el número de la habitación de su hotel en un papelito arrugado y con manchas de pacharán. Los camareros de los bares de carretera te preparan el café y escriben la palabra guapo en la espumilla recién esparcida sobre la leche. Por ti ponen ojitos algunas amigas de tu mujer: una de ellas te lanza piropos subidos de tono a la salida del colegio. A ti te tiran los tejos -son maestras en ello- las rubias platino, que es el color de pelo de la temporada (fíjate lo bien que les sienta a Kristen Stewart y a Taylor Swift). Esas sí que saben de magia y hechicería. Tú consigues que los mecánicos de la ITV no te anoten las faltas leves cuando pasas la revisión. No te acomodes, por favor. A pesar de que ya no sepas quién es el padre o la madre que parió tus aventuras, tú puedes ser inspector de educación si quieres. Puedes ser consejero, si me apuras. Tú sabes mucho de pedagogía y de reválidas. Prepárate para dar el salto a la política de altos vuelos. Y si lo que quieres es seguir trabajando en un ministerio, que te contrate Javier Olivares para el Ministerio del Tiempo.