Me pegan lo normal

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

16 oct 2016 . Actualizado a las 09:56 h.

Regresó a la cabeza aquella chanza sarcástica sobre el maltrato mientras Francisco Correa parloteaba con el cuajo impasible de quien se merienda un niño cada tarde y se limpia la boca con sus pañales. Mi marido me pega lo normal, decía la ocurrencia aquella, un resumen en seis tiros del infierno cuando se domestica y lo convidas a vivir en tu alcoba. A eso sonaba la normalidad con la que la voz de lija de Correa hilvanaba la inmundicia en la que chapoteó durante los años gloriosos de la Gürtel. Tipos intercambiando sobres en garajes, tipos engullendo angulas en reservados de lujo, tipos enviando payasos a comuniones, tipos visitando despachitos en la casa madre en la que según él se decidía el cotarro, allí, en Génova 13. Si no se reparaba en el relato, el hombre parecía el afanoso y complaciente gerente de una empresita de papel higiénico. Una narración sin alma, sin culpa y sin remordimientos en la que los cohechos eran detalles aunque tuviesen la hechura de un Jaguar y las prevaricaciones inevitables procesos de selección natural necesarios para que el sistema fuese funcionando. De lo otro, ya tal.

Como en la burla cáustica del marido que pegaba lo normal, la confesión de este padrino de Alcobendas intimida sobre todo porque sonaba normal, porque parecían las cosas habituales, inevitables, como si fuesen el producto de un orden perfecto, de una instrucción natural pero de naturaleza divina. Más que por robar, por profanar la esencia básica de la democracia que consagra la igualdad de oportunidades, más que por constatar que existe la política de sinvergüenzas y amiguetes, lo que corta la respiración es la frialdad con la que se describen las mordidas, los sobres, los dedazos. No se aborda así lo extraordinario. Cualquier pecado exige una cierta conmoción para ser indultado. Después de escuchar a Correa queda claro: por aquí todo el mundo se corrompe lo normal.