Operación Bisbal

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas MIRA Y VERÁS

OPINIÓN

18 oct 2016 . Actualizado a las 08:13 h.

Lo mejor que ha dado el reencuentro de los concursantes de Operación Triunfo ha sido comprobar que quince años son muchos. Tantos que si pensamos en nosotros mismos hace ese tiempo es probable que no nos reconozcamos ni pizca. Idéntica sensación debió tener David Bisbal al verse rodeado de sus compañeros de la academia, entusiasmados con la vuelta atrás. Besos, abrazos, chistes, llantos... Los extriunfitos se entregaron al recuerdo con la intensidad que insufla la nostalgia y con la animosidad de una pandilla de amigotes de colegio mayor. Todos, menos Bisbal. El almeriense llegó solo, el último, y demostró conforme avanzaban los minutos que si hay un artista entre todos ellos es él. Muy por encima del resto, se unió al grupo con la cortesía de un invitado que está deseando salir por la puerta para perderse de vista. Hasta resultó entrañable verlo agazapado como un alumno que no quiere que el profesor lo llame a la tarima para dar la lección ante la posibilidad de cantar de nuevo con Chenoa. Esa actitud altiva, que el día después ha sido objeto de todas las críticas, rescata, sin embargo, la autenticidad de aquel chaval de 22 que entró en OT de chiripa y despuntó enseguida. Volverse a mirar en el espejo del pasado da muchas veces repelús, y ese punto incómodo de no reconocerse ni en lo que fuimos ni en los amigos que hicimos es otro tipo de triunfo. El único, incluso, que puede encaminar el éxito.