París, más lejos

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

19 oct 2016 . Actualizado a las 08:10 h.

Sí. Je suis Paris. Pero un poco menos que ayer y un poco más que mañana. La capital francesa es una marca en sí misma, una de las más potentes el mundo. Y recibió cientos de millones de muestras de solidaridad después de los ataques yihadistas. Pero el zarpazo se llevó primero vidas y, después, visitantes. Esa es la terca realidad de los números. Una vez que se apagaron la mayoría de las velas, que se recogieron las ingeniosas pancartas y que se cambiaron de nuevo las fotos de los dolientes perfiles de Twitter y Facebook, los ciudadanos nos hemos redibujado el mapa de nuestros destinos y, casualidades de la vida, París y Niza se han desvanecido para muchos. El diario Le Monde apunta a un «colapso» del turismo en la metrópoli y en la Costa Azul. El Gobierno galo ha presupuestado un paquete especial de ayudas. Pero la caída no se detiene. Hasta las galerías Lafayette se resienten, con un descenso del 20 % de sus clientes internacionales. Incluso sufren los restaurantes de lujo, esos templos pavimentados con estrellas Michelin que antes eran cita obligada de comensales con estómago hambriento y cartera llena. Han disminuido las llegadas de los más ricos y los más modestos. Faltan los que buscan la cultura y los que prefieren la farra. Se ha reducido el número de turistas estadounidenses, chinos, japoneses, surcoreanos... El miedo es lo más democrático del mundo. No tiene patria ni bandera. Mientras, los franceses cruzan los dedos para que se produzca un efecto rebote en el 2017. Confiando en que no tengan razón todos aquellos que no se conformormaban con los lagrimones digitales, los selfies de condena y morritos, las condolencias sobreactuadas. Porque hoy París queda lejos. Mucho más lejos de todos que hace solo unos meses.