La princesita y sus papis

OPINIÓN

23 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Antes era el principito. Ahora, la princesita. Ser princesita es uno de los juegos imaginarios de muchas niñas, pero solo recae en una, y recae por la conjunción de hechos aleatorios, entre los que se encuentran el quiénes echan el polvo, el cuándo y el dónde. De hacerlo en China, la princesita no sería princesita; a lo sumo, jugaría a serlo, como las demás niñas, porque sus papis no serían reyes y hasta tendrían el carnet del Partido Comunista, como otros muchos papis. De haber sido primero el polvo que dio origen a la hermanita de la princesita, esta tendría que ceder tal honor a aquella y conformarse con esta fantasía el resto de su existencia y, quizá, sobrellevar una frustración en aumento que, en el límite, la atormentaría. De haber sido Isabel II una victoriana de libido contenido (me congratulo de su desmadre sexual: ¡cuánto debió gozar!), la princesita tampoco sería princesita, porque su papi resultaría un imposible, no contraería nupcias con su mami y ella, la niña agraciada con el gordo del sorteo del Niño, sería, en consecuencia, un imposible.

Esta semana la Corte se trasladó a Asturias. Todo un privilegio. Gracias, Majestades. Hubo flautistas, tamborileros, saltimbanquis, carrozas, guardias reales, alfombras rojas, reclinaciones, indumentarias de gala, bufones, aglomeraciones de gentes sencillas, desfile de marionetas, falsedades, mitomanías. Propiamente los premios que se entregaron fueron una excusa para afirmar el orden piramidal, porque a la nobleza, la realeza le importa una mierda. La mantienen para mantenerse ella y, de paso, exhibirse y ensañarse con sus pares por medio de los cortesanos cotilleos entre manjar y manjar y copa y copa y sonrisita y sonrisita y cretinez y cretinez.

Representaciones de este molde, ampuloso, cegador, desorbitante, enajenante él, son imprescindibles para que todo esté «atado y bien atado» (Franco dixit; este Caudillo por la gracia de Dios y de la espada de acero pulido y sangrante, hereje de las Ideas de Virtud y Bien, resultó ser otro hito en la conjunción de hechos aleatorios que hicieron a la princesita princesita). Porque hay que amarrar bien fuerte para contener la ira de los más de 400.000 plebeyos de este rincón del Reino subyugados por las penurias. Más todavía: hay que anclarlos ideológicamente a la base de la pirámide, y, en el supuesto de que los efectos de esta poción aletargadora no sean suficientes, ahí está la Santa Inquisición (leyes, policías, fiscales, jueces, prisiones). Ah, ¿no se lo creen? ¿Qué les suena a Edad Media? Pero, ¿cuándo la hemos abandonado?