La España política que da miedo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

28 oct 2016 . Actualizado a las 08:55 h.

Es acongojante. Hasta que Albert Rivera subió a la tribuna, nadie trató de responder a los pactos que había ofrecido Rajoy. Antonio Hernando (PSOE) bastante tenía con justificar por qué mañana dejará que gobierne el PP y por qué él mismo pasará del «no es no» a la abstención, y Pablo Iglesias está en otra cosa: le importan un pimiento los pactos, los proyectos de Gobierno, los números de la contabilidad del Estado, las exigencias de Europa o cómo garantizar el sistema de pensiones. Él está en convencernos de que mantener a Rajoy en el Gobierno es una conspiración del Ibex 35, de las multinacionales y de todos los poderes fácticos conjurados para evitar que Podemos gobierne. Así que lo suyo es pasar por encima del PSOE aunque sea con el infundio, denunciar la «Triple Alianza» y los problemas del país que los arregle Rajoy.

Fue, naturalmente, la estrella de la jornada. Iglesias no dice un discurso estructurado. Pablo habla por frases sueltas, sin aparente conexión. Las suelta como tuits, vino a decir Rajoy, aunque la verdad es que las suelta como latigazos, como eslóganes de sentadas del 15M, y ayer soltó el eslogan más estruendoso: «Hay más delincuentes potenciales en esta Cámara que ahí afuera». Fue la tormenta. Desde las Cortes de la Segunda República no se escuchaba algo así en la carrera de San Jerónimo. Debe formar parte de su intención de meter miedo a las élites. «A la oligarquía», dijo recordando a su homónimo, el fundador del Partido Socialista.

Claro que, para meter miedo a toda España, el diputado independentista catalán Joan Tardá. Tampoco se había escuchado en el Congreso un lenguaje tan belicista. Pero lo de Tardá tiene mucho más mérito: por primera vez reivindicó la república para España, y no la Tercera República, como dijo. Está pensando en la Primera, la de 1873, la del Cantón de Cartagena y otros cantones, que ahora el señor Tardá llama «repúblicas ibéricas». España, Confederación de Repúblicas Ibéricas o algo así. El nacionalismo va progresando hacia atrás, pero con altas y solemnes palabras y permanente invocación a la desobediencia y a la insurrección.

Esos han sido los momentos dialécticos culminantes del debate de investidura. El parlamentario que hizo más concreciones, el que más habló de problemas nacionales y de soluciones posibles, el que combinó exigencia y compromiso con el Gobierno, ha sido el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Ah, pero eso no vende. Eso no tiene público. A última hora de la tarde de ayer leí un balance del debate en un periódico de Internet y sentenciaba: «Rivera se diluye». Ese es el tono del país, por lo menos del país mediático. Quien es razonable, fracasa. Para triunfar hay que decir alguna barbaridad.