Partidos en la crisis de los 40

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

02 nov 2016 . Actualizado a las 08:01 h.

Los partidos políticos españoles clásicos han entrado en la llamada «crisis de los 40». El próximo 15 de junio se cumplen 40 años de su estreno en las primeras elecciones democráticas y aparecen los mismos síntomas de esa crisis que se percibe en los seres humanos: comparar su apariencia física con los partidos jóvenes; empezar a decir que la experiencia es un valor superior al ímpetu juvenil; tomar suplementos vitamínicos (estratégicos en política) para demostrar vitalidad; estar todo el día en las redes sociales para transmitir modernidad; buscar en las mismas redes en qué andan las antiguas novias, es decir, los antiguos aliados nacionalistas; sentir envidia a la que sigue el rechazo a los éxitos de los más jóvenes, en política llamados emergentes? Si algún partido se ve reflejado en esas percepciones, hágase mirar: está en la crisis de los 40.

Pero hay hechos reales más evidentes: la desintegración del Partido Socialista, tan evidente que hace hablar a algunos de sus dirigentes de la necesidad de reinventarlo; la desaparición del Partido Comunista, desfigurado en las constantes operaciones de lifting para poner cara de Izquierda Unida primero y después ponerse la careta de Podemos; el propio PP, que, a pesar de su vigor gobernante, está metido en una reflexión profunda de por qué no consigue seducir para aglutinar una mayoría estable; la coalición CiU, que se ha roto sin remedio; Convergencia Democrática de Cataluña, el partido de Pujol, que ha pasado del dominio absoluto a sobrevivir solo si se apunta a la independencia de Cataluña con Esquerra Republicana y, por supuesto, cambiando de nombre; los desaparecidos en combate, como Unió Democrática o UPyD, que no llegó a cumplir los 40?

Al mismo tiempo, como ocurre también en la vida de las personas, aparecen siglas nuevas, como las CUP, las Mareas, los Comunes, Ciudadanos, Podemos y formaciones locales o regionales que reclaman y consiguen protagonismo por la simple razón de que se consideran más próximas a la sociedad, creen que la representan mejor, no necesitan operaciones estéticas y están convencidas de que vienen a jubilar a la vieja política. Tienen el desparpajo y la irreverencia que demostraron en la investidura de Rajoy. Se suben a la chepa de los veteranos para insultarlos. Consideran la Constitución como algo obsoleto que hay que revisar y quizá anular. Como sus dirigentes ya nacieron en democracia, están libres de los miedos que condicionaron la construcción de la España constitucional. Y triunfarán. No sé cuándo, pero triunfarán, por dos motivos: porque recogen el lenguaje de las nuevas generaciones y porque los metidos en los 40 se hacen liftings, pero perdieron la fuerza de la juventud.