Bienvenidos, ministros: adiós, misterio

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

03 nov 2016 . Actualizado a las 08:58 h.

¡Qué pena que Mariano Rajoy nombre hoy su Gobierno! Una vez que lo haga, se acabó todo: el suspense artificial, los pronósticos de los que dicen conocer los nombres, las especulaciones sobre las vicepresidencias, las cábalas sobre las parejas más famosas Guindos-Montoro y Soraya-Cospedal, las peticiones de renovación generacional... Desde que se supo que Rajoy iba a renovar su empleo por la abstención del PSOE, la máquina de los rumores se puso a circular. Hubo días donde se podía leer una noticia de absoluta credibilidad y la contraria, también de absoluta credibilidad. Hubo cronistas que creyeron adivinar el pensamiento de don Mariano, sabiendo como se sabe que don Mariano aplica el principio clásico: «Si quieres que algo no se sepa, ni lo pienses».

En esto no hemos cambiado nada desde el franquismo. Quienes ya tenemos unos años recordamos el éxito que tenía publicar cuatro líneas sobre una probable crisis de Gobierno: la crónica se reproducía en los demás diarios, aunque fuese el invento de un día sin noticias. Una vez lanzada la especie, venían las especulaciones siguientes: si habría más azules que del Opus, si dentro de los azules dominaban los del Movimiento o los falangistas puros, si los del Opus eran de Carrero o tecnócratas de probada lealtad? La única diferencia es que ahora no se habla de azules ni del Opus, sino de jóvenes o mayores y, sobre todo, si dominarán o perderán los sorayos, última especie de la fauna política.

Es la magia del poder. Es la personalización de la política, que hace que un nombre propio importe más que su capacidad técnica. Y es ver montado en un coche de ministro a quien hasta ayer has visto sufriendo para aparcar. Lo que no sabe la gente es que cada presidente tiene su librillo, y así como Zapatero buscaba el glamur, según le explicó a César Antonio Molina, Rajoy busca gentes que conozcan el ministerio, según informó oportunamente Núñez Feijoo. Así como Zapatero se sacó de la manga a Bibiana Aído, Rajoy busca en el listín de abogados del Estado. Y Rajoy tiene otro truco, que contó Luis de Guindos en su libro: le encarga a Dolores de Cospedal que pregunte al elegido si aceptaría una cartera. Si el elegido dice sí, le llama Rajoy. Si dice no, se quedó en cosa de Cospedal. Hoy, si los rumores son ciertos, Cospedal tendrá que llamar a Cospedal.

Y toda esa intriga se nos acaba esta tarde. Yo no voy a ser menos y también hago de profeta: Rajoy nombrará a marianistas. Y además de marianistas, gentes con las que tenga buen relación. ¿Y saben lo que le pide el cuerpo? Cubrir vacantes, llenar algún hueco y seguir con los demás, que para eso han gobernado tan bien. Rajoy no quiere ex. Ya tiene bastante con José Ignacio Wert.