Deberes

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

06 nov 2016 . Actualizado a las 10:02 h.

Se entiende el afán de los padres por insuflar sentidiño al asunto de los deberes, pero hay una patita fea que asoma en este lance. Lo bueno de la huelga es ventilar otra debilidad de este sistema educativo nuestro, que necesita ser recompuesto con urgencia si queremos evitar que la quiebra social se consolide para siempre y la escuela, en lugar de un disolvente de clase, vuelva a ser un fijador de castas. Por ahí, por la vía del debate, bien, pero hay un soniquete preocupante, la banda sonora de un país menguante en el que los niños son una especie en extinción que hay que proteger como al urogallo. Y en esos planes de conservación empiezan a manifestarse patologías. Los niños como trofeos. Los niños como joyas. Los niños como piezas de museo. Los niños como dinosaurios extinguidos. Los niños criaturas extrañas. Los niños en desaparición. Los niños frágiles. Los niños sobreprotegidos. Los niños rabiosos. Los niños intolerantes. Los niños violentos. Los niños... En treinta años la cuenta se ha invertido: un adulto cuidaba de tres hijos en los parques de los ochenta; tres adultos contemplan hoy en el jardincillo a una criatura en atosigante estado de custodia que es levantada antes de que se caiga, satisfecha antes de necesitar nada. Se ha visto a individuos de más de cuarenta disputar el turno del tobogán a una pelirroja que levantaba cincuenta centímetros del suelo y arrastraba una reluciente Pepa Pig de algodón. En torno a los niños, los adultos que hoy somos hemos creado redes que nos protegen a nosotros de nuestras ausencias y tratan de compensar una sociedad descompensada. Los deberes son una inútil extensión de lo peor de la escuela. Pero ojo con el mensaje de esta batalla que puede desalojar a los críos de una nueva obligación, desconectarlos definitivamente de colegio y profesores y desdibujarlos un poco más.